jueves, 25 de junio de 2015

Un Dios atento a nuestras necesidades…

Reflexión domingo 28 de junio 2015

Un Dios atento a nuestras necesidades…
Mc 5,21-43
                  Ayer lo veíamos expulsando demonios; hoy venciendo a la enfermedad y nada menos que a la muerte. Es que para Dios, no hay cosas imposibles. Esto es lo que tenemos que meternos en la cabeza. Lo único que hace falta para desencadenar este poder es tener FE.
Nuestra Fe. No es una confesión de boca, de palabra. Es más bien un movimiento interno que se proyecta en nuestros actos, en nuestro proceder.

La especial circunstancia en la que esta mujer que padecía flujo de sangre es curada merece especial atención, porque se trata de un milagro arrancado al vuelo. Jesús, se vuelve preguntando quién le ha tocado, porque una fuerza había salido de El. “Y se dio vuelta”, es decir, miraba en torno suyo,”  es la clásica “mirada circular”
Si Jairo ruega a Jesús, que para curar a su hija, “venga a su casa” y le “imponga sus manos,” el no tenía un conocimiento claro del poder de Jesús, ya que no pensó en una curación a distancia. Cuando vinieron de su casa a comunicarle «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?». Pero Jesús, al oír esto, sólo le recomienda que tenga fe.
         Pero en los dos casos el resultado es el mismo, porque ambos obtienen la curación pedida. El común denominador es la Fe.
El detalle aquél de Jesús, que iba evidentemente con su atención puesta en otra cosa y apretado por la muchedumbre, y que sin embargo se da cuenta que alguien lo ha tocado de modo especial, sirve precisamente para comunicarnos que Dios siempre está atento y presto a responder a quien se acerca a Él y le pide con Fe. Lo que Él hace y cómo lo hace, es un asunto que no nos incumbe. Dejémoslo a su entera Voluntad, que Él, con su inmenso poder sabrá responder. «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Claro, entonces alguien dirá y por qué a mí no me concede el milagro que con tanta ansia vengo pidiendo desde hace tanto tiempo.
Creo que en tal caso debemos revisar nuestra vida. Algo no anda bien…Algo no se condice con la Voluntad de nuestro Padre. Podemos estar diciendo y repitiendo hasta el cansancio: sí, creo. Pero ¿damos testimonio de esta Fe con nuestros actos? ¿Hemos tomado la decisión de optar por el camino que nos propone el Señor? Si pudiéramos responder positivamente a todas estas preguntas, lo único que nos queda es precisamente tener Fe, es decir plena confianza en que el Señor sabrá darnos el Espíritu Santo en el momento justo.
Amigos ¡Sólo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas nuestras dificultades! El mundo está necesitado de nuestra  respuesta personal a las Palabras de vida del Maestro: “Contigo hablo, levántate”. Estamos viendo cómo Jesús sale al paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro realizado en casa de Jairo nos muestra su poder sobre el mal. Es el Señor de la vida, el vencedor de la muerte… Busquemos a Cristo. Miremos a Cristo. Vivamos en Cristo.
No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si no dejamos que Cristo no se haga presente con su fuerza salvadora.”
 ¿Qué significa construir nuestra vida en Cristo? Significa dejaros comprometer por su amor. Un amor que pide coherencia en el propio comportamiento, que exige acomodar la propia conducta al evangelio; un amor que llena nuestras vidas de una felicidad y de una paz que el mundo no puede dar (cf. Jn 14, 27), a pesar de que tanto la necesita. No tengamos  miedo a las exigencias del amor de Cristo. Por el contrario, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: “Contigo hablo, levántate” ( Mc 5, 41)
Hoy quiero entrar en el  lado de nuestros acercamientos que no es otra cosa que el motor de nuestros vínculos en el modo de relacionarnos. Es por eso que:
Creo que a todos los seres humanos nos pasa que tenemos más cercanía con un tipo de personas y de alguna manera rechazamos a otras. Lo mismo les pasa a los demás con nosotros. Por la manera de ser, vestir, por opciones hay personas que se sienten en sintonía y otros prefieren caminar por la vereda de enfrente a la nuestra.
Si bien Jesús el hijo de Dios vino al encuentro de todos, sin acepción, desde su mismo nacimiento fue acogido por unos y perseguido por otros.
El Evangelio de hoy nos presenta como distintas personas tienen el valor de acercarse, de tocar, de invitar a Jesús a participar de su vida personal y familiar incluso rompiendo leyes religiosas y políticas.
Jesús no solo despertaba esa atracción sino que ponía estos encuentros como algo central de su camino y su vida, desconcertando a cercanos como a los que estaban en la oposición a su mensaje. En esa atención al prójimo Jesús se presenta profundamente libre de todo pre-concepto. Pobres, ricos, pecadores, mujeres, niños, prostitutas, de otras religiones, soldados, leprosos, endemoniados... son algunos de los diversos que vivieron esta experiencia de aceptación, inclusión y sanación. ( Marcos 5, 21- 43 )
Creo que este modo de ser de Jesús nos despierta algunas preguntas:
*  ¿quiénes sienten que pueden acercarse a nosotros?
*  ¿Quiénes se escandalizan y condenan nuestra manera de relacionarnos?
*  ¿A quiénes nos acercamos y con quiénes discrepamos en su modo de relacionarse?
Estas preguntas también tendrían que ser llevadas a nuestras instituciones, organizaciones
* ¿Quiénes tienen lugar en ellas y quienes no?
Creo que también es una buena oportunidad para preguntarnos:
* ¿Cómo celebramos la Eucaristía?, creemos en la  presencia de Jesús mismo.
* ¿A quiénes proponemos a que se acerquen y a quienes intentamos distanciar de su Cuerpo y su Sangre?
Por suerte Dios nos sorprende haciéndose presente donde quiere y cuando quiere, más de una vez escandalizando a los fariseos del Templo, a los que se creen más cercanos, y molestando a los que se han endiosado y se consideran dueños de la verdad, de las reglas, normas, dogmas, catecismos y del poder e incluso de la vida, decidiendo quien vive y quien muere...sintámonos invitados a   arrancarle su poder a Jesús al vuelo…también soy consciente que tenemos que hacer procesos en la vida pero procesos que nos liberen y la libertad lo encontramos en el Amor, en la mirada circular, no piramidal.

Talita Kum “Levántate” es una gran invitación, no perdamos la oportunidad amigos, Dios nos quiere y necesita de nosotros, Él está entre nosotros y todo viene y es de Dios.
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana


jueves, 18 de junio de 2015

La vida Clama y Reclama



Reflexión domingo 21 de Junio del  2015
La vida Clama y Reclama
Marcos 4.35-40
Es muy curiosa esta  narración que nos presenta Marcos en la que observamos que Jesús estaba dormido. Es la única vez en los Evangelios que nos describe a Jesús durmiendo. Y en una circunstancia muy especial: en medio de una tormenta, cuando la barca estaba zarandeada por las olas, mientras el viento rugía con fuerza y los apóstoles estaban asustados, con miedo a punto de hundirse en la profundidad del mar.

Me llama la atención el “ambiente” en el que Marcos nos sitúa: en el mar, al anochecer. En un ambiente hostil, adverso, peligroso, caótico, rodeados por las fuerzas que luchan contra la felicidad del hombre. Por otro lado, la “noche” es el tiempo de las tinieblas, de la falta de luz; aparece como elemento ligado con el miedo, con el desánimo, con la falta de perspectivas, desorientación. El “mar” y la “noche” definen una realidad de dificultad, de hostilidad, de incomprensión.
En el “barco” va Jesús y los discípulos. El “barco” es, en la catequesis cristiana, el símbolo de la comunidad de Jesús que navega por la historia.
       Es bueno tener en cuenta: la cercanía de Jesús, la certeza de que navega con nosotros y de que lleva la barca de nuestra vida a buen puerto, no supone la ausencia de dificultades y tormentas en nuestra vida. Jesús no nos dice que estamos libres de ellas. Nos asegura que en las tempestades no estamos solos. Pase lo que pase Él recorre con nosotros nuestra travesía. Dios Habla desde el Corazón de la Tempestad
Pero es muy bueno preguntarnos:
¿QUÉ  APORTO  YO A  LA  IGLESIA?,  ¿MIEDO  O  FE?,
¿PESIMISMO  O  CONFIANZA?,  ¿TURBACIÓN  O  PAZ?
A veces el miedo nos hace no tener claro el rumbo. Nos anima a la confusión, a perdernos en un horizonte de salidas sutiles pero no fecundas. Con Jesús el miedo termina. Estando Él al timón, las amenazas se tornan en oportunidades para vivir una fe madura, dinámica y enriquecedora.
Tempestades, huracanes, los habrá. Con Él a nuestro lado, capitaneando el barco, ya puede pasar lo que pase, no se hundirá nuestro proyecto de vivir como hijos de Dios y hermanos en comunión con todo lo creado.
El Evangelio nos lleva también a preguntarnos:
 ¿QUIÉN LLEVA  EL  TIMÓN  DE MI VIDA?
¿HACIA DÓNDE VOY?
Marcos nos invita a tomar conciencia de la condición misionera de nuestra comunidad, cuya  tarea es la de ir al encuentro de los hombres prisioneros del egoísmo, para presentarles la Buena Nueva de la liberación. Como discípulos de Jesús no podemos  quedarnos cómodamente instalados en nuestros  espacios seguros y protegidos, defendiéndonos  de los peligros del mundo y alejados de los problemas y necesidades de los hombres; sino que tenemos  que ser una comunidad comprometida en la transformación del mundo, que se preocupa por llevar a los hombres, a todos los hombres, sobre todo a los pobres y marginados, con palabras y con gestos la propuesta liberadora del Reino. Tenemos que abrirnos y estar donde LA VIDA  CLAMA Y RECLAMA esperanza…
Dios, pues, no es indiferente o ajeno a nuestro vivir. Con su Providencia callada acompaña nuestros pasos.

Dios camina con nosotros. Quizás necesitamos confiar más en Él, hacerle más sitio y darle más protagonismo en nuestras vidas, y no dejarlo olvidado en un rincón como una especie de adorno.
No olvidemos nunca: no estamos solos en la vida. Dios escucha siempre el clamor de su pueblo. Tenemos que aprender a escuchar a Dios donde la vida clama y reclama.

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad  Eclesial  Franciscana




viernes, 12 de junio de 2015

REALIDADES PEQUEÑAS



Reflexión 14 de junio del 2015
REALIDADES  PEQUEÑAS…
Marcos 4, 26-34
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  Las parábolas del Evangelio nos llevan al corazón mismo de Jesús. Y esto por estos motivos. Ninguno como él, ha enseñado en parábolas: es una novedad de su modo y estilo. Es algo que Jesús ha inventado en la forma de la predicación. Esto por una parte; y por otra, el contenido de las parábolas gira en torno al núcleo del anuncio de Jesús: el Reino de Dios.

Las parábolas transpiran el puro frescor del Evangelio que Jesús ha anunciado. Estamos ante él, escuchándole, cuando escuchamos las parábolas.

Jesús para explicarnos cómo llega a nosotros su Reino, es decir, de qué modo actúa Dios con su amor en nuestra existencia personal y en la historia humana, nos presenta sus parábolas

Entremos en este misterio, Las dos parábolas del evangelio de hoy subrayan el protagonismo de Dios en la obra del reino. Se trata del “reino de Dios”, es decir, del reino que va a construir Dios, el protagonista de su obra, no nosotros. Nuestra colaboración básica no es construir el reino sino “dejarnos construir”, dejar que Dios reine en nosotros, entregándole confiadamente nuestra voluntad.

Creo que ambas parábolas las pronunció Jesús en un momento en que sus discípulos estaban desanimados porque la masa estaba abandonándole y parecía que su obra iba al fracaso. Les asegura que “habrá cosecha”, llegará el reino. El problema no es si llegará o no el reino, sino quiénes serán sus beneficiarios. La primera enseña que habrá cosecha final, porque Dios Padre es el protagonista. Él ha sembrado en nosotros la semilla con su Palabra encarnada, que es Jesús mismo, nos comunica su Espíritu y nos invita a seguir sus enseñanzas para que nuestra vida se desarrolle espiritualmente y produzca frutos. Sin embargo, Él mismo sabe que este desarrollo tiene su tiempo, y por eso espera pacientemente hasta que llegue el momento de la cosecha.

Sabemos que Dios es el sembrador, pero no pretende hacerlo todo. Él deja que la tierra realice su labor dando fruto “por sí misma”. De esta forma lo que Jesús nos está enseñando es que la gracia de Dios no excluye la acción del ser humano.

Él espera que nosotros correspondamos a sus cuidados esforzándonos por cumplir su voluntad, que es voluntad de amor, porque el Reino de Dios es el poder del Amor que es Él mismo. En consecuencia, el desarrollo del plan salvador de Dios para cada de nosotros implica la colaboración de nuestra parte. Dios realiza lo que le corresponde y está siempre dispuesto a ayudarnos, pero deja en nosotros respetuosamente la autonomía responsable para que nos esforcemos por crecer espiritualmente y dar fruto.

El mensaje de Jesús es realista e invita a colaborar de forma humilde, conscientes de nuestra pobreza, y responsable, primero dejándonos transformar por Dios, pues es una hipocresía querer cambiar personas y estructuras sin cambiarse uno a sí mismo, después trabajando por un mundo mejor que responda al plan de Dios. En esta obra del reino, Dios cuenta con cada uno de nosotros según su situación, cada uno según “los talentos recibidos”, de lo que tendrá que dar cuenta.

No se trata de transformar este mundo en un paraíso, pues es imposible mientras no se cambie el corazón de los hombres.

El Reino de Dios, en efecto, comienza por lo pequeño por lo sencillo, y va creciendo gracias a la acción continua y pacientemente transformadora de su Espíritu Santo. En este sentido, la parábola del grano de mostaza consiste en una invitación a no desanimarnos a pesar de la sensación de la lentitud con que parece obrar Dios mismo en medio de un mundo que le rinde culto a la eficiencia instantánea y mágica del éxito fácil y sin esfuerzo. Esta mentalidad nos impulsa a querer los resultados inmediatos. Pero, así como un árbol necesita tiempo para crecer y desarrollarse, así también el desarrollo de nuestra vida en el Espíritu no puede darse en plenitud de la noche a la mañana. Necesitamos tiempo para crecer en el amor, para que la acción del Espíritu Santo nos vaya transformando y vaya produciendo en nosotros los frutos esperados. Dios es paciente con nosotros. Por eso también nosotros debemos ser pacientes unos con otros y, con la ayuda de Dios, permitirnos y permitirles a los demás el tiempo necesario para crecer.

Jesús comparó el Reino con realidades pequeñas, pero significativas, aunque nada más sea por la fascinación que producen sus efectos o el verlas crecer. Nada más admirable que la germinación y crecimiento de las diversas semillas. Jesús contó estas parábolas para animarse a sí mismo y a sus discípulos. Aunque muchas veces parece que le seguían multitudes, en realidad al final el grupo, más o menos fiel, era pequeño. Si no tiró la toalla y siguió predicando fue porque estaba convencido que todas las realidades grandes e importantes han tenido un comienzo pequeño, con un crecimiento constante.

El pueblo de Dios estamos familiarizado con las realidades pequeñas.

Tanto la parábola  de hoy hablan del crecimiento del reino cuyos inicios debieron parecer pequeños y poco prometedores. El reino no es una realidad aparte de aquella en que estamos viviendo sino que irrumpe en ella y la cambia.


Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana