viernes, 28 de agosto de 2015

Conversión profunda



                                                                                                   Reflexión domingo 30 de agosto 2015
 
Conversión profunda
Marcos 7,1-8.14-15.21-23

         El evangelio de Marcos nos invita a entrar una vez más en el mundo de la religiosidad, de las deformaciones de la religiosidad, y de la extremada supremacía del mensaje de Jesús sobre otras formas de religiosidad, presentes tanto en su entorno como en nosotros, hoy. A Jesús lo llevarán a la muerte cuatro irreligiosidades básicas: la de los fariseos y Escribas, la de los saduceos y sacerdotes, la de los políticos romanos, la del pueblo.

       Los saduceos, los sacerdotes y el poder político romano serán los que definitivamente y como protagonistas eliminen a Jesús: lo consideran un peligro para la estabilidad y la conveniencia.  Jesús desequilibra una situación conveniente: el status que entre el poder de Israel y Roma, el enorme negocio del Templo, la religión "oficial", la estabilidad política y religiosa, injusta pero conveniente para las clases dirigentes.

         Externamente, el pueblo abandona a Jesús en el momento más importante. Las autoridades temían que detener a Jesús públicamente produjera una revuelta, pero se equivocaban: el pueblo tiene que elegir entre la religión de Jesús, tan pura, tan personal y tan poco nacionalista, y la religión tradicional. Y el pecado del pueblo es elegir "pan y circo", como se muestra en la reacción popular ante la multiplicación de los panes: un mesías milagrero que da de comer gratis, ése es nuestro rey. Un Mesías desinteresado por esos aspectos, que predica el Reino a los pobres y propone como programa la conversión, deja de ser popular. La inmensa mayoría del pueblo no quiere conversión sino facilidades materiales.

       En lo más íntimo del problema, los fariseos y los escribas conocidos también como los letrados, que entienden muy bien el meollo del problema, desde el principio: no se trata de política o de nacionalismo religioso, se trata del corazón de la religión. Y esta polémica es absolutamente actual, en el corazón de cada uno y en la concepción misma de la iglesia.

      Hay dos clases de "religión". Una "de fuera a dentro y de arriba a abajo". Otra "de dentro a fuera y de abajo a arriba", y éstas dos se pelean en el mundo y en cada uno de nosotros. "De fuera a dentro y de arriba a abajo" significa separar el mundo en sagrado/profano, entender a los creyentes como privilegiados, dar valor objetivo al culto por el mero hecho de asistir a lo que se celebra, sentirse justo por cumplir preceptos, imaginar a Dios como juez, creer más en la divinidad que en la humanidad de Jesús, entender a la jerarquía religiosa desde los parámetros del poder civil multiplicado por el aval divino. Es una religiosidad fundada en la seguridad, en la posesión de la Palabra, no siente la necesidad de cambio (más aún, lo teme y lo rechaza), tiende a excluir y condenar a los que piensan de distinta manera, da gran importancia a las manifestaciones externas de lo religioso, se considera maestra de todos los demás.

     "De dentro afuera y de abajo a arriba" significa que la esencia de lo religioso es la búsqueda de sentido a la vida desde el interior, sentir a Dios como levadura de todo lo humano, entender la divinidad desde la humanidad de Jesús, no sentirse poseedor de la verdad absoluta sino mensajero de una palabra que es para todos, sentir menos seguridad que necesidad de buscar y caminar, sentirse inclinado a compartir la búsqueda con todos los hombres de buena voluntad, preferir sembrar entre los sencillos que dominar desde las estructuras, no entender el pecado como ofensa sino como enfermedad, sentirse invitado a cambiar todos los segundos de la vida, no utilizar la Palabra como seguridad sino como llamada a la conversión.

       Jesús es la más sorprendente manifestación de todo lo contrario; es la gente sencilla la que entiende la Palabra; la Palabra transforma la vida desde dentro, como la semilla, como la levadura; los preceptos son para el hombre, y no al revés; nadie es más que nadie, ni el israelita más que el gentil ni el juez más que la viuda ni el sabio más que el niño ni el varón más que la mujer, ni el ortodoxo más que el hereje; los jefes no tienen poder sino más obligación de servir; no se trata de ganar la vida eterna invirtiendo lo que me sobra en limosnas, sino de ser capaz de con-padecer y evitar el sufrimiento de los hermanos.

       Nuestra religiosidad es un proceso de conversión. De dentro a fuera. Religión no es someterse a unos modos culturales establecidos y convenientes sino atender a la Palabra de Dios y seguirla.

       La conversión es siempre conversión a la Palabra: dichosos los que escuchan la Palabra y la ponen en práctica. Y la Palabra es el Evangelio, la Palabra es Jesús. En todos los tiempos, y en el nuestro como en todos o más que nunca, volver al evangelio es la asignatura pendiente de cada cristiano y de la iglesia, del magisterio y la teología.

      A veces tengo la impresión de que predomina entre los cristianos cierta espiritualidad de "cumplimiento para la seguridad": obediencia al magisterio seguro, normas morales fijas y claras, observancia de lo cultual como obediencia. Todas estas cosas tienen que existir, pero no como protagonistas de lo religioso: el protagonismo de lo religioso es la disposición a cambiar urgidos por la palabra, en el ámbito individual y en el colectivo.

     No se puede dar mejor resumen de la mentalidad completa de Jesús. Debemos sacar las consecuencias más severas: por decir esto lo mataron, lo mató la otra religión (¿la nuestra?).
      Jesús propone entonces un análisis del corazón humano, de aquel centro de decisión, inteligencia y libertad, pues es allí donde tiene lugar lo auténticamente bueno o lo auténticamente condenable.
      Escuchar al Maestro es fundamental, pero hacerlo con los oídos del corazón mismo, para que no quedemos en una atención acomodaticia y subjetiva de la Palabra escuchada, sino que en verdad, ella nos lleve a la auténtica práctica.

      Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto las normas, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea.
 Paz  y  bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana



jueves, 20 de agosto de 2015

Seguir a Jesús



Reflexión domingo 23 de agosto 2015
Seguir a Jesús
Juan 6, 60-69
Una de las ideas centrales en el evangelio de este domingo es la opción personal por seguir a Dios y recorrer sus caminos.   
El evangelio de Juan ha conservado el recuerdo de una fuerte crisis entre los seguidores de Jesús. 
Por primera vez Jesús experimenta que sus palabras no tienen la fuerza deseada. Sin embargo, no las retira sino que lo reafirma más: Las palabras que les  he dicho son espíritu y son vida. Y aun algunos de ustedes no creen. Sus palabras parecen duras pero transmiten vida, hacen vivir pues contienen  Espíritu de Dios.    

 Pues, Jesús no solo plantea la situación para la multitud sino que también quería  ver la reacción de sus discípulos  porque para ello era fácil seguirle en tanto todo olía a multitudes, pero Jesús sabia  que en algún momento también ellos tendrían que definirse, tendrían que enfrentarse con las exigencias de la entrega total, también ellos tendrían que decidirse por el sí de los valientes o por la marcha atrás de los cobardes.
En nuestro tiempo es fácil decir “yo creo”. Hasta que tenemos que testimoniar el credo con nuestra vida. Es fácil decir “yo quiero ser o soy cristiano”. Pero hasta que mi cristianismo tiene que convertirse en un estilo de vida diferente. Es fácil comulgar mientras no sea más que sacar la lengua y tomarnos ese pedacito de pan. Lo difícil es cuando luego se nos pide que nosotros mismos seamos ese pan que coman los demás, esa vida que cree, ese ser cristiano con estilo diferente. 
 Jesús no los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no han de ser siervos sino amigos. Si quieren puede volver a sus casas; lo mismo para nosotros.
Ahora bien, ante el abandono de muchos de sus discípulos, Jesús toma la iniciativa, se dirige al grupo de los Doce, y pregunta: ¿También ustedes quieren abandonarme?
Una vez más Pedro responde en nombre de todos. Su respuesta es ejemplar. Sincera, humilde, sensata, propia de un discípulo que conoce a Jesús lo suficiente como para no abandonarlo. Su actitud puede  hoy ayudar a quienes con fe vacilante se plantean prescindir de toda fe, entonces dice:
Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.

Actualmente, muchos hermanos nuestros  abandonan nuestra Iglesia, generalmente, porque no se han alimentado con las palabras de Jesús. Es lamentable que el mensaje de Jesús les haya llegado desfigurado, con preguntas que nadie se hace, y con respuestas que nadie entiende.
Todo esto   impide a muchas personas sencillas encontrarse con el Profeta de Nazaret: Que abraza y bendice a los niños… Que pide agua para beber, a una mujer que ha tenido cinco maridos… Que llora por un amigo que ha muerto, y por la ciudad de Jerusalén… Que nos da su mandamiento: Ámense  unos a otros como yo les he amado. Que nos anuncia las bienaventuranzas como camino de salvación, el que se hace camino, verdad y vida, que se nos ofrece como perdón y amor.
Por eso, el mayor servicio que podemos  ofrecer como  Iglesia, hoy, es poner al alcance de todos los hombres y mujeres de buena voluntad la misma persona de Jesús y la Buena Noticia que anunció, a través de nuestros actos, todos necesitamos escuchar las palabras de Jesús que son Espíritu y Vida. Para ello es necesario que utilicemos un lenguaje: Que dé sentido a la vida. Que nos impulse a construir una sociedad más justa y fraterna. Que sea actual, creíble, persuasivo, entendible y auténtico. 
Ojala que como Pedro no olvidemos: Tú tienes palabras de vida eterna. Pedro siente que las palabras de Jesús no son palabras vacías ni engañosas. Hermanos junto a Jesús descubramos la vida de otra manera. Que su mensaje nos habrá  a la vida eterna. ¿Con qué podremos sustituir el Evangelio de Jesús? 
¿A quien podemos seguir, sino es a Jesús?
La propuesta es que en esta semana hagamos el intento o nos demos la posibilidad de convivir con Jesús y entonces descubriremos que el misterio de amor de Dios no se puede reconocer: Desde lejos, a la distancia, desde la indiferencia o el desinterés. Los Doce lo han tratado de cerca. Por eso pueden decir: Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Hijo de Dios.
 
Me quedo con esa frase de Pedro, que seguro también te llego a ti: “¿A dónde podríamos ir? ¡Tú solo tienes palabra de vida!” Te pido, Jesús, que sepamos ver en ti la roca firme. hermanos los invito a seguir a Jesús desde donde estemos, nuestra vida tiene que ser signo de vida y en esto reconoceran  que Jesús vive en nosotros el cual nos convierte en verdaderos seguidores de Dios.

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

jueves, 13 de agosto de 2015

Prolongación en la historia



Reflexión domingo 16 de agosto 2015
Prolongación en la historia
Juan 6, 51-58.
                 Hoy Jesús nos sigue diciendo de la forma en que se quedó con nosotros, claro el siempre estará y está con nosotros, pero quiere que sepamos que en el Pan y en Vino será una forma real para nosotros.      
           Qué gesto entrañable también el de Jesús, que antes de partir, previendo cercana su muerte, toma el pan y el vino, en estos alimentos deja todo su amor, se queda Él enteramente, para que sus discípulos pudieran no sólo gozar de su presencia como hasta entonces, sino para que pudieran comulgarlo, alimentase de Él, comerlo, ser uno con él. Ese pan y ese vino son el mismo Cristo que se eterniza entre nosotros en forma de alimento y que sacia no un hambre fugaz y pasajera, sino el hambre más honda. Desde entonces,  Jesús no es un simple recuerdo del pasado, sino el Pan que el Padre envió y sigue enviando para saciar el hambre más profunda y decisiva del hombre
 Como nos  cuesta aceptar ese desafío que Jesús hoy nos tiende, porque comer este Pan que sacia todas las hambres significa adherirse a Jesús, entrar en comunión de vida con Él, hacerse uno con él, hacerse prolongación en la historia.
           Qué compromiso grande el que se deriva de aquí: el sacramento de la unidad nos hace fraternos y solidarios; no podemos tener verdadera comunión con Cristo si estamos divididos entre nosotros, cuando hay enfrentamientos, cuando en definitiva falta el amor a los hermanos.

            Por eso hoy también es el día de la Caridad, un amor que no se queda sólo en palabras o en dulces sentimientos melifluos, sino que es  un amor operativo y práctico: gestos de afecto de entrega, de servicio, de compromiso que nacen del corazón: “las cosas importantes se hacen con corazón”. Ese Cristo que hoy sale al encuentro es el que nos compromete con él a ponernos de rodillas pero para curar las heridas de los enfermos, a partir el pan con los hambrientos, a romper las cadenas de los cautivos, a luchar contra toda injusticia y a trabajar infatigablemente por hacer de nuestro mundo una casa habitable para todos.

            Entrar en comunión con el Cristo Eucaristía es hacer nuestros sus ideales, y proyectos, es comulgar con su compromiso de justicia y fraternidad; es luchar con él por hacer brotar el mundo nuevo soñado por Dios, es empeñar y gastar nuestra vida en amar a los hermanos, y especialmente a los pequeños, a los pobres; en definitiva es “entrar en comunión con todos su padecimientos”,
            Comer a Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir sobre todo en el momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de contacto vital con Jesús.
        Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejar que ilumine y transforme las zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.
       Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.
       “Esto es mi Cuerpo”: significa esta es mi forma de actuar; esto es mi forma de ser humano; esto es mi forma de pensar y de amar; esta es mi vida.
       “Esta es la sangre de mi alianza nueva”: significa que con ella firmo mi compromiso con los hombres. Y así queda firmada la nueva forma de ser Hijo del Padre y hermano de los hombres.
         No es que cuando comulgamos nos convertimos en un sagrario o un cáliz. Es que cuando comulgamos, y comprendemos lo que hacemos, al salir del templo salimos más renovados para mirar a los demás de otra forma, el dinero tendrá otro valor, la muerte tendrá un sentido. Incluso puede que nos atraiga el enfermo, puede que no nos importen tanto los que mandan o digan de uno, puede que no temblemos ante el mañana, puede que miremos al mundo y su historia con esperanza, todo estos cambios es que si abrimos nuestro corazón a Jesús Eucaristía.
        Y hoy domingo, a pesar de que no me llegue  la misa, a pesar de lo largo y aburrido  que fuera  la homilía, a pesar de que me duermo en misa o estoy distraído, a pesar del sin fin de ritos realizados con monotonía, a pesar de los ropajes pretensiosos que visten los que presiden la misa llamados sacerdotes, a pesar que escucho bien las lecturas pero no se me queda nada., muchas veces nos suele suceder esto pero tratemos de colocarnos en la fila y comulguemos una Hostia, redondita y demasiado bien hecha, en recuerdo del Pan que distribuyó el Maestro.  Comulguemos  su querer, su amar, su mirar, su adhesión al Padre.
 
         La historia lo ha enredado todo, pero que nuestra fe sea sencilla como la de aquellos personajes del evangelio. Esta es la invitación.

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

viernes, 7 de agosto de 2015

EL CAMINO PARA CREER EN JESÚS

Reflexión domingo 9 de agosto 2015
EL  CAMINO  PARA  CREER         EN JESÚS
Juan 6,41-51


En el evangelio de hoy, Jesús se dirige a personas que buscan la felicidad, que buscan una vida plenamente realizada en Dios, pero que no acaban de creer en Él en su mensaje. Jesús les resulta demasiado familiar como para creer que en Él hay algo divino. Lo divino, piensan, debería ser extraordinario, por eso siguen esperando signos y portentos. Pero están buscando a Dios donde nunca lo encontrarán, y esto muchas veces no suele pasar creemos conocerlo o estar con Él solo porque “practico” yendo a misa, yo siempre creo que el ir a oír misa es participar  y alimentar en comunidad  nuestra fe, pero ser un cristiano practico es vivir lo que Jesús nos va diciendo en cada uno de sus evangelios pero más concreto es vivir lo que nos dice en (Mt 25) cuando estuve enfermo, en la cárcel, desnudo, hambriento…y cuando lo hicieron con ellos lo hiciste conmigo dice Jesús…para que veamos es muy claro Jesús.
Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la vos de Dios. Si en lo íntimo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente nos sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús. Es el mejor camino para creer en él.
       El pan de vida es Jesús, que se da en la eucaristía, en el pan y la Palabra cuando son acogidos desde la fe. Confiando en Jesús, creyendo en Él, ya vivimos una vida nueva plena  y eterna.
     Pero aún nos cuesta creer o entender, comprender el misterio que se hizo carne:
El pan de vida llega a la tierra con forma de bebé, como uno de los nuestros, pequeño, débil, sin hacerse notar. Viene en los brazos del Padre y se convierte en el alimento verdadero para una humanidad que tiene hambre de Dios, de pan, de sentido, de plenitud.
Esta cesta de pan no la reconocen aquellos que esperan plenitud en el brillo de lo fugaz y en la superficialidad de lo que no tiene raíz ni fundamento.
El pan de vida nos alimenta para siempre, nos hace hermanos, nos convierte en pan. El pan de vida sabe a horno, hogar, leña, chimenea y comida compartida.
 El choque es inevitable. Jesús y los “judíos” se mueven a niveles diferentes. Jesús invita a los que les siguen a crecer, a levantarse, a ser libres, a vivir.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón

Fraternidad Eclesial Franciscana