viernes, 25 de noviembre de 2016

Alentados por la ternura de Dios...



Reflexión domingo 27 noviembre 2016
Alentados por la ternura de Dios…
Mateo 24,37-44
El tiempo del Adviento que iniciamos este domingo, obviamente, no pretende despertar hábitos de consumo sino suscitar en nuestros corazones expectativas que alienten nuestra vida y vayan llenando de sentido los que somos y hacemos y el acontecer de la humanidad en el tiempo y la historia. El contexto del primer adviento estaba marcado por el sufrimiento y la desilusión de un pueblo que veía cómo los valores más hondos de su identidad eran pisoteados por las imposiciones del Imperio dominante de turno. Ante este panorama sombrío, los profetas levantan su voz para anunciar la irrupción en el pueblo de un salvador, de un liberador, del Mesías. Este anuncio empieza a generar expectativas positivas en la comunidad y el clima de desilusión se va convirtiendo en tiempo de preparación y vigilancia para que, cuando venga el Mesías, todo esté dispuesto para la inauguración de esta nueva etapa de la historia.
Al iniciar el recorrido del Adviento el Evangelio nos plantea dos actitudes que es importante poner en movimiento.
Alimentar la esperanza. Cuando nos quieren hacer creer que todo va mal y que todo está perdido, los cristianos no bajamos la guardia, al contrario, damos paso a una lectura creyente de la vida para mantener viva la esperanza de la presencia trasformadora de Jesús y activar el compromiso solidario con las causas justas que son las que, de manera especial, hacen que el reinado de Dios no sea una idea o una teoría sino una acción capaz de hacer de nuevo las cosas y de recrear los vínculos de cooperación en la sociedad humana. Mantenernos expectantes ante el Dios que ¡ya viene! que ¡ya llega! es una actitud importante para que los anhelos por un futuro promisorio para todas y todos de rienda suelta a la creatividad apostólica y no nos deje derrumbar ante los escollos que nunca faltan.
Para muchos de nosotros, así lo creo yo, vivimos en la Iglesia un tiempo de esperanza que nos alienta a ser más proactivos a la hora de proponer  modelos alternativos para la construcción social. El tiempo de la misericordia, de la acogida, del respeto a la diversidad, entre otros, son indicadores de que entre todas y todos podemos hacer un mundo diferente y eso nos ha de llenar de esperanza.
 
Estar atentos. La segunda actitud nos llama a estar atentos y despiertos para ser capaces de reconocer el momento y el modo como Dios se hace presente en nuestra vida. El cristiano de hoy es  un místico de ojos abiertos, que se deja interpelar por los signos de los tiempos y está atento a las llamadas que Dios le hace para ser un agente activo de trasformación. La atención que nos pide el Evangelio exige una actitud de discernimiento que nos permita ver, en medio de los avatares y de las complejidades del presente, los desafíos y los retos que nos plantea el ser testigos del Evangelio y del estilo de Jesús de Nazaret y para ser conscientes de las oportunidades y las fortalezas que tenemos como comunidad de discípulos. Los seguidores de Jesús no podemos quedarnos tranquilos en nuestros espacios de confort esperando a que venga el Salvador. La espera es activa, en vela, preparando todo para que la presencia de Jesús en medio de la humanidad sea, hoy como ayer, una buena noticia.

Ahondando en la idea de estar atentos y en vela, el Evangelio termina diciendo que estemos preparados pues a la hora menos pensada viene el Hijo del hombre. En la Navidad que prepara este Adviento, qué bueno sería que cuando Jesús nazca de nuevo (dado que nace todos los días en nuestra vida) entre nosotros encuentre unos corazones dispuestos al cambio, comprometidos con los últimos, ilusionados con la misericordia, alentados por la ternura de Dios que no se cansa de darnos oportunidades para ser mejores y con una sociedad que ha eliminado de su diccionario palabras como exclusión, pobreza, corrupción y violencia para dar paso a palabras tan hermosas como solidaridad, libertad, justicia y paz. Seguro que en una casa preparada de esta manera habrá un lugar para el Niño pobre de Belén…


Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana

jueves, 17 de noviembre de 2016

La lotería de la útilma hora...



Reflexión domingo 20 de noviembre 2016
La lotería de última hora…
Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo:
– «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
– «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
Pero el otro lo increpaba:
– «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. »
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
Jesús le respondió:
«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Hoy es la fiesta de Cristo Rey del Universo. Es la historia de un Rey que murió crucificado. Un Rey que no se parece en nada a los reyes de aquí abajo. Habla de un rey crucificado y de un Reino muy distinto a los reinos de este mundo.

Los reyes salen caros

• Y si no, que lo digan los países donde todavía persisten las monarquías. Ya son pocos, pero resisten. Y ahí están. Con una tradición honorable si se quiere, pero que ya no encajan en las democracias modernas.
• Se da el caso, además, que salen caros. Eso es incuestionable. Ya no sólo ellos, sino toda la parafernalia (
Conjunto de instrumentos o aparatos que se necesitan para un fin determinado.) familiar y consortes nuevos. Toda una tribu, con el debido respeto, pero que no dejan de ser una carga económica considerable para el país. Porque es el país el que paga, caro.
• Y digamos, por último, que no son tan necesarios e imprescindibles. Los gobiernos de turno se encargan de demostrar que para gobernar un país son suficientes unos buenos gobernantes elegidos en las urnas.

Y hablando de reyes… ¡un nuevo Rey!

• Pero en este caso ya no hay arcas ni palacios ni nada parecido. Hay una cruz. Suficiente trono para quien quiere reinar por amor. Por eso lo del Reinado de Cristo es otra cosa. Ya no es una carga, sino quien lleva las cargas. Ya no es el jefe, sino el servidor. Ya no es el que manda, sino el que viene a obedecer.
• Jesús es el “Rey” que da su vida por sus amigos y ofrece su “Reino” al que se lo pide, aunque sea a última hora: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”.
• Jesús es el “Rey” que no duda en tocar a un leproso o dejarse lavar los pies por una prostituta…
• Es el “Rey” que se enternece ante la viuda de Naín o reclama que los niños se acerquen a él…
• Jesús es el “Rey” que se deja azotar y coronar de espinas y repartir  perdones a quienes le crucificaron…

 La lotería de última hora

• Tan puntual. Ya no espera a mañana. “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. El último que llegó y el primero en disfrutar de la promesa. Se dice que Dimas es el nombre de este aventajado del calvario. Subió con Jesús a la cruz y allí mismo se constituyó en su primer “agraciado”.
Y lo más curioso: Jesús no le molió a preguntas sobre el currículum de su oscuro pasado. Tampoco era el momento. Simplemente, las miradas se cruzaron. Y eso bastó para que Dimas se “sintiera en la gloria” al ver que los ojos de Jesús le regalaran sus últimos destellos…
• Así es Jesús, el Rey de nuestras vidas, el que tiene siempre sorpresas para quien confía en él, el que ofrece el número del premio a quien se apunta al banquete de su misericordia.
• Un Rey así… ¡bienvenido sea siempre!

DE CORAZÓN A CORAZÓN

Bien, Jesús. Así escribes tú la vida. Como tiene que ser. Letra clara y mucho mensaje de por medio. Contenidos tan profundos como los del perdón. ¿Qué tendrá esta palabra que me resulta siempre nueva? Nuevo es también el día que amanece, cada hora que llega y pasa, cada latido que golpea mi sangre…
Todo es nuevo desde tu corazón. Por eso mi desafío constante es ver y analizar las cosas desde ahí: desde tu corazón. Para sentirme siempre renovado. Ese es mi problema: todo invita al cansancio, a mirar hacia atrás, a resistirme a abrazar al hermano, a hacer las cosas a medio gas… Y yo sé que todo eso envejece, va restando fuerza y optimismo. Y eso no va contigo, con tu estilo. Tú quieres poner novedad en todas las cosas…
Acabo de decirte que el perdón me suena siempre a palabra nueva. Porque cada día debo perdonar. Cada perdón es nuevo. Ya no es el de ayer. Es el de hoy, el de ahora. A cada instante me parece escucharte: “Padre, perdónales….” ¡Y mira que no fueron cómodos y tranquilos tus últimos momentos! Cuando redoblaban los insultos, tú calladito. Cuando se reían y burlaban de ti, tú en oración al Padre…
Una de mis tentaciones, Jesús, es cansarme de perdonar. Una vez, dos veces, tres veces…¡Demasiado! Menos mal que una miradita a tu cruz es como un aguijón que me pincha a no sentirme derrotado. Además, te digo una cosa. ¿A quién tengo que perdonar? Esta pregunta, aparentemente ociosa, tiene su razón de ser. ¿Te lo digo? Pues mira: si alguien me ha ofendido o hecho algún daño, es porque él o ella están heridos. Han actuado así porque en su corazón hay también alguna herida. Están tan débiles como yo, tan heridos como yo. O sea que tanto él como yo estamos necesitados de atención “médica”. Ambos necesitamos de un “samaritano” que se acerque a curar nuestras comunes heridas… ¡Te necesitamos a ti!
Tú, que entiendes mucho de estas cosas, dame entrañas de misericordia. Me enternece verte en la cruz ofreciendo perdones a aquel delincuente que te pusieron al costadito, casi a la mano. Esa cercanía le permitió sentir mejor tu corazón agonizante y escuchar que invocabas a un Padre al que él nunca había podido invocar. Fuiste para él  la lotería de última hora, te pido que siempre lo seas para mí.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad  Eclesial Franciscana


viernes, 11 de noviembre de 2016

ÁNIMO, NO TENGAN MIEDO...



Reflexión domingo 13 noviembre 2016

Ánimo, no tengan miedo…

Lucas  21, 5-19

Lucas escribe su Evangelio hacia el año 85 d.C.: en los cincuenta años transcurridos desde la muerte de Jesús han pasado hechos tremendos. Ha habido guerras, revoluciones políticas, catástrofes, el templo de Jerusalén fue destruido, los cristianos están siendo víctimas de injusticias y persecución. ¿Cómo explicar todos estos acontecimientos tan dramáticos?

Alguien recurre a las palabras del Maestro: “Habrá grandes terremotos… habrá hambre y pestes… los perseguirán” ¡Aquí está la explicación!—se comienza a decir—Jesús ya lo había previsto. Las desgracias (especialmente la destrucción del templo de Jerusalén) son signos del fin del mundo que se avecina y el Señor está a punto de retornar sobre las nubes del cielo.

El Evangelio de hoy intenta responder a estas falsas expectativas y corregir la interpretación errada que algunos daban a las palabras del Maestro. Ya entonces su lenguaje apocalíptico se prestaba a ser incomprendido. Examinemos el fragmento en detalle.

Algunas personas se acercan a Jesús que está en el templo y lo invitan a admirar la belleza de las enormes piedras cuadradas de mármol blanco puestas perfectamente por los trabajadores de Herodes, las decoraciones, los adornos de oro que cuelgan de las paredes del vestíbulo y que se extienden hasta cubrir las ofrendas de los fieles, la fachada recubierta de placas de oro del espesor de una moneda… Con razón decían los rabinos: “El que no ha visto el templo de Jerusalén no ha contemplado la más bella de las maravillas del mundo”.

La respuesta de Jesús es sorprendente: “De todo lo que admiran no quedará piedra sobre piedra”. Le preguntaron: ¿Cuándo sucederá esto y cuáles serán los signos para comprenderlo?”

Jesús no pudo especificar la fecha: no la conoce, como no conoce el día ni la ora del fin del mundo (Mt 24,36). Jesús no es un mago, un adivino, por eso no responde.

¿Por qué introduce Lucas este episodio? Lo hace por una preocupación pastoral: quiere poner sobre aviso a su comunidad que confunde los signos con la realidad. Algunos exaltados atribuían a Jesús predicciones que eran solamente fruto de especulaciones extravagantes.

El evangelista invita a los cristianos a no inmiscuirse con fábulas y a reflexionar sobre lo único que debe interesar: qué hacer, concretamente, para colaborar en el advenimiento del mundo nuevo, del reino de Dios.

Los “falsos profetas” han presentado siempre un peligro para la comunidad cristiana y Lucas recuerda que también Jesús puso en guardia a sus discípulos de aquellos que aseguran que el fin del mundo se avecina. Ha recomendado vivamente: “¡No los sigan!” El fin no vendrá enseguida; la gestación del mundo nuevo será difícil y larga.

¿Qué sucederá entre el tiempo de la venida del Señor y el fin del mundo? Jesús responde a esta pregunta recurriendo al lenguaje apocalíptico. Habla de sublevaciones de pueblos contra pueblos, de terremotos, carestía y pestilencia, de cosas terroríficas, de señales grandes en el cielo Estos será explicado poco después.

Una de las ideas recurrentes en tiempo de Jesús era que el mundo ya estaba muy corrupto y pronto sería sustituido por una realidad nueva que brotaría de Dios. Se decía que el momento de pasar de lo antiguo a lo nuevo, la gente estaría muy convulsionada, los pueblos y las naciones revueltos, habría mucha violencia, enfermedades, desgracias, guerra. El sol aparecería durante la noche y la luna de día; lo ríos comenzarán a verter sangre, las piedras a partirse y a crujir.

Este lenguaje, esta imaginación era muy común.

Jesús no necesitó decir a sus discípulos que es inminente el pasaje entre las dos épocas de la historia. El suyo es un anuncio de alegría y esperanza: Quien siente dolor y espera el Reino de Dios debe saber que está por aparecer la aurora de un nuevo y espléndido día. Es por eso que exhorta a los discípulos a no preocuparse: no tengan miedo.


Después de haber invitado a considerar el tiempo de espera de su retorno como una gestación que se prepara para el parto, Jesús anuncia la dificultad que sus discípulos deberán afrontar.

¿Cuál será la señal que el reino está por nacer y ser instaurado en el mundo? No son los triunfos, los aplausos, la aprobación de los hombres, sino la persecución. Jesús anuncia a sus discípulos: la prisión, la calumnia, la traición de parte de algunos familiares y de los mejores amigos. En esta difícil situación van a ser tentados de desalentarse, pensando que han equivocado el camino de sus vidas.

¿Para qué soportar tantos sufrimientos y hacer tantos sacrificios? Todo inútil: los impíos seguirán progresando, a cometer violencia, a prevalecer ante el justo. Jesús responde que ¡eso no sucederá! Dios guía los advenimientos de la vida de los hombres y orienta también los proyectos de los malvados hacia el bien de sus hijos y a la instauración del reino.

“Tengan presente que no deben preparar su defensa”—sigue recomendando. ¿Qué significa? ¿Tendrán que esperar los discípulos una intervención milagrosa?

No. Jesús los pone en guardia del peligro de fiarse de los razonamientos y de los cálculos como los que hacen los hombres.

Si sus discípulos creen que podrán defenderse utilizando la lógica de este mundo, en vez de la de Dios, se pondrán en el mismo plano de sus opositores y perderán. Deberán aceptar serenamente el hecho de que no pueden utilizar el método de los que le persiguen: la calumnia, la hipocresía, la corrupción, la violencia, la condenación. Deberán convencerse que su fuerza estará en lo que los hombres consideran fragilidad y debilidad. Son ovejas en medio de lobos, no pueden convertirse en lobos. Si son realmente coherentes con las exigencias de su vocación, será Jesús, el buen pastor, el que los defienda. Les dará una fuerza que ninguno podrá resistir: la fuerza de la verdad, del amor, del perdón.

Finalmente Jesús recuerda una expresión para aquellos que se han sacrificado por Cristo, quizás no recojan el fruto de lo que han sembrado, pero deben cultivar la gloriosa certeza que los frutos serán abundantes. El valor de su sacrificio no lo recogerán en este mundo. Serán olvidados, y hasta maldecidos pero Dios les dará la recompensa en la resurrección de los justos.
no hay forma de pagarle tanto amor, tanta misericordia que nuestro Dios tiene por nosostros...
 

Paz  y  bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana