sábado, 8 de julio de 2017

La revolución de la sencillez...

Reflexión domingo 9 de julio 2017
La revolución de la sencillez...
Mateo 11, 25-30
Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los  pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes  mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y asi encontraran alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana». Palabra del Señor

La vuelta a Jesús y al Evangelio es fundamental para la vida de la comunidad! El texto de Mateo que reflexionamos hoy nos ofrece, precisamente, una de las claves para la renovación que muchos queremos que se consolide: para ser destinatario de la revelación de Dios, es necesario ser sencillos y humildes de corazón, es importante vivir la “revolución de la sencillez”. Les  propongo, para ilustrar la reflexión, mirar un personaje que está encarnando la sencillez que el Evangelio nos pide.
El Papa Francisco, desde sus primeras horas como Obispo de Roma, no ha dejado de sorprendernos con gestos y palabras que nos dicen cercanía y acogida; que nos transmiten, sin edulcorantes, la opción radical que ha de tener la Iglesia por los pobres. Su lenguaje, llano pero profundo, lo entendemos todos porque está sintonizado con el alma del pueblo sin caer en los desagradables populismos. Nos toca el alma y nos emociona porque habla desde el corazón. Aún recuerdo emocionado cuando, desde el balcón de San Pedro, aquél lluvioso 13 de marzo de 2013, pidió a quienes por suerte estaban  allí, que rezaran  por él y se inclinó para recibir la oración de su pueblo.
Pero la revolución de la sencillez va más allá de los gestos y las imágenes, de los zapatos rojos o negros, de si va en un Mercedes Benz o en un Ford Focus. Estos gestos son importantes pero creo que hay que ir más allá. El Evangelio de hoy es precisamente una llamada a vivir la revolución de lo sencillo como un camino ineludible para penetrar en la profundidad de la revelación de Dios. Son varias las ocasiones en que Jesús pone como condición para conocer el misterio del amor de Dios o para entrar en el Reino el tener un corazón sencillo: “Si no se hacen como niños no entraran en el Reino de Dios” o, “te doy gracias Padre porque esto se lo has revelado a los sencillos y no a los sabios”. Y lo que revela el Padre a los sencillos es su ser mismo: “… nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo,  y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.  Insisto que la sencillez no son simples signos, es una actitud y un valor que ayuda a disponer nuestros corazones y nuestra mente para abrirnos a la revelación de Dios y para dejarnos sorprender por un misterio que nos trasciende y que, aunque tengamos toda la ciencia del mundo, siempre nos desbordará pues solo es accesible por el acto generoso de la comunicación de un Dios que se quiere revelar.
La sencillez, la sintonía con la comunidad tienen una aplicación importante en la acción pastoral de la Iglesia. No se trata de banalizar el mensaje, eso sería populismo, sino de presentarlo con un lenguaje cercano y comprensible para todos, como lo hacía Jesús con las parábolas. No son pocas las veces en las que caemos en la tentación de que, por querer ofrecer un mensaje erudito: bien fundamentado en la exégesis bíblica, confirmado por la cita de eminentes teólogos y de las enseñanzas del magisterio o confrontado con las aportaciones de las ciencias humanas y sociales, ocultamos o dejamos en un segundo plano el mensaje de Dios. Volviendo al Papa y al enorme impacto que está teniendo en el mundo, ¿no les parece que es gracias a que sus gestos y sus palabras están cargados de la honda sencillez del Evangelio?
La revolución de la sencillez termina con dos llamadas: por un lado, a descansar. Como lo hace la gente normal, los discípulos de Jesús se cansan y deben descansar. Dice un formador de los jesuitas en Madrid que “El que no descansa… cansa” y si el descanso es con Jesús que nos libera de los agobios, mucho mejor. La segunda llamada es a cargar con el yugo, a trabajar por el Reino, pero siempre con la actitud de la sencillez y la mansedumbre. Sin sentirnos la última palabra, siempre con la actitud de quien escucha con humildad y con la ternura de Dios.

Dice Jesús: “Te alabo, Padre, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos”. Unámonos a los esfuerzos que se están haciendo en la Iglesia para vivir desde la sencillez y la normalidad para que, una vez más, el Señor alabe al Padre por revelar su vida a los sencillos…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon

Fraternidad Eclesial Franciscana