sábado, 16 de junio de 2018

"Este es mí Hijo amado, escúchenlo "



Reflexión domingo 28 de febrero 2018
“Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.
Marcos 9,2-10
 Desde la cima de una montaña todo se ve mejor, lo de abajo y lo de arriba. Por eso, muchas ermitas están situadas en altozanos. Y también muchos templos de otras religiones. Allí parece que Dios está más cerca, alejados de los vaivenes y trabajos del mundo y somos más capaces de ver con claridad el conjunto de nuestra vida. Porque, cuando estamos abajo, los árboles no nos dejan ver el bosque. 
      También en lo alto de una montaña tiene lugar la transfiguración de Jesús ante sus apóstoles. Allí, lejos de las multitudes, quizá en un momento de encuentro y diálogo profundo, fue como los apóstoles fueron capaces de ver con toda claridad quién era Jesús y su relación con las tradiciones judías –de ahí la presencia de Elías y Moisés–. Y eso, cuando lo contaron años más tarde, lo explicaron diciendo que Jesús se había transfigurado ante ellos. Lo habían contemplado iluminado por Dios mismo y habían sentido-escuchado la voz de Dios que les dijo: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. 
      La experiencia de subir a una montaña fue definitiva. Para Abrahán y para los tres apóstoles que subieron con Jesús. Quizá esta Cuaresma sea nuestra oportunidad para subir también a alguna montaña, para buscar algún momento en el que nos podamos alejar del tráfago diario de la vida. Allí encontraremos, ante todo, silencio. El silencio de Dios que terminará por llegar a nuestro corazón. Allí nos daremos cuenta, quizá, de que nuestra vida no va todo lo bien que debería ir. Allí encontraremos las fuerzas para intentar un cambio, porque contamos con la bendición y la gracia y la fuerza de Dios que no nos abandona nunca. Porque, como dice la segunda lectura, “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” 
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana


Alianza de Dios con la humanidad...



Reflexión domingo 18 de febrero 2018
Alianza de Dios con la humanidad…
Marcos 1,12-15
El primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita desde hace muchos siglos a meditar en las tentaciones de Jesús. Y ahí esta el relato de las tentaciones en la versión de Marcos, la más breve de todos los evangelios. Pero lo más interesante es subrayar que la idea central de las lecturas de este día no son las tentaciones de Jesús y, en consecuencia, nuestras propias tentaciones. La idea central es más bien la de la Alianza de Dios con la humanidad. 
      La Alianza se renueva en el Evangelio. En él Jesús anuncia la presencia del Reino de Dios. Ya llega. Ya está cerca. El Reino es la nueva Alianza, la plenitud de aquella primera Alianza firmada por Moisés. La plenitud de todas las Alianzas. El nuevo signo será el mismo Jesús, el Hijo, el que murió por darnos la vida e inauguró con su resurrección la nueva vida para todos. Una vida en plenitud. 
      Al comenzar la Cuaresma, nos encontramos con Dios como el que hace una Alianza con nosotros. Nos invita a participar en la vida. Nos invita a abandonar los caminos de muerte. Nos invita a convertirnos, a creer en el Evangelio, porque sólo ahí encontraremos la felicidad, el bienestar, la libertad y la Vida a que tanto aspiramos. Ahora depende de cada uno de nosotros entrar en esa nueva Alianza. La mano de Dios está tendida hacia nosotros. Tenemos 50 días para pensar cuál será nuestra respuesta. 
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana




Jesús rompre esas barreras artificiales...



Reflexión domingo 11 de febrero 2018
    Jesús rompe esas barreras artificiales….
Marcos 1,40-45
 La lepra es una enfermedad que hace que la apariencia externa de la persona sea repugnante. En tiempos antiguos, la lepra era una enfermedad temida. Se temía su aspecto pero se temía más el contagio. Al leproso se le expulsaba de la sociedad. Era mejor no tocarle. Se corría el peligro de contaminarse y hacerse uno mismo leproso. El círculo se cierra sobre el leproso que no tiene escapatoria. Nadie se quiere acercar a él, nadie le ayudará. Es impuro y contamina a los demás. Cualquiera que se acerque a él será también marginado. La sociedad primitiva mostraba así su temor ante una enfermedad frente a la que no tenía medios con los que defenderse. 
      Hoy sabemos cómo curar la lepra. Pero hay otras “lepras”, otras realidades sociales frente a las que nos sentimos mal y preferimos mirar a otro lado, expulsar de la sociedad a los que las padecen, marginarlos y abandonarlos en la cuneta. Leprosos son ahora los inmigrantes, los que salen de la cárcel, los pobres... Leprosos se nos hacen todos los que son diferentes de nosotros por su raza, cultura, religión o lengua. De todos ellos nos separamos, les marginamos. Marcamos fronteras y límites que no deben pasar. Su presencia cerca de nosotros hace que nos sintamos mal (impuros). Por eso les mantenemos lejos y aparte. 
      Jesús rompe esas barreras artificiales. Cura al leproso. Así demuestra que su enfermedad no es fuente de impureza, no mata. Y lo hace tocándolo. Es un momento clave porque Jesús, al tocar al leproso, se hace oficialmente impuro. Se hace a sí mismo marginado. Así es como Dios nos cura y nos salva. Se hace uno con nosotros. Nos toca y, al tocarnos, rompe las barreras que la sociedad ha establecido entre los buenos y los malos, los puros y los impuros, los justos y los injustos. Dios acerca y une, junta y no divide, convoca a todos a formar la única familia de Dios. 
      Hay que comprender que el leproso no obedeciese a Jesús y contase lo sucedido a todos los que encontró y que la gente buscase a Jesús después de conocer lo sucedido. Hoy nosotros nos acercamos a Jesús para que nos cure la lepra. Y lo hace. Por supuesto. Pero, al mismo tiempo nos recuerda que, igual que nos cura a nosotros, no hay razón para marginar a otros, que no hay casos perdidos, que para Dios todos tenemos futuro. Y que, con la segunda lectura, todo lo debemos hacer para la gloria de Dios, que no es otra que el bien de la persona humana. Para ello lo mejor que podemos hacer es, como Pablo, seguir el ejemplo de Cristo y acercarnos a todos los leprosos de nuestro mundo para curarlos e invitarlos a formar parte de la familia humana. Eso y no otra cosa es ser en Jesús hijo de Dios. 
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana



La misión de dar esperanza...



Reflexión domingo 4 de febrero 2018
La misión de dar esperanza…
 Marcos 1,29-39
    Para una cierta parte de la humanidad, aquellos a los que les ha tocado la peor parte, ésta es su experiencia básica de la vida. Pero ni siquiera a los que les ha tocado la mejor parte están exentos de dolores y sufrimientos. Y al final la muerte iguala a todos. Sin piedad. Sin contemplaciones. 
      Desde esta experiencia, tan profundamente humana, el paso de Jesús es una especie de alivio infinito, de consolación, de gozo para el alma. No es de extrañar que los que tuvieron la oportunidad de encontrarse directamente con Jesús, o sencillamente de conocer su existencia, se acercasen a él con la esperanza de que les curase de sus dolencias. De todas sus dolencias. De las del cuerpo y de las del alma, que no se sabe cuáles duelen más. 
      Jesús cogió la mano de la suegra de Simón y la curó. Más tarde, quizá enterados de lo sucedido, fue una multitud de enfermos los que se agolparon a la puerta de la casa donde estaba hospedado Jesús. Todos esperaban ser curados. Todos vieron confirmadas sus esperanzas. Y el demonio del mal les abandonaba para siempre. La gente estaba desesperada pero por fin habían encontrado a alguien que los liberaba del mal. El mismo Jesús tiene conciencia de que esa liberación del mal es parte fundamental de su misión. Quiere llegar a todos. “Vámonos a otra parte, que para eso he venido”. 
      Hoy somos nosotros esa presencia salvadora de Dios en el mundo. Ha puesto en nuestras manos la misión de dar esperanza y vida a los hombres y mujeres de nuestro tiempo que viven agobiados por el dolor, la pobreza o la injusticia. Hoy los cristianos tenemos que decir con Pablo (segunda lectura): “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!”
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana


El profeta y el profesor...



Reflexión domingo 28 enero 2018 
El profeta y el profesor…
Marcos 1,21-28
Así comenzaba una canción de hace unos cuantos años. Decía que los profetas de otros tiempos habían dado la esperanza al pueblo y le habían entregado las fuerzas para amar y para vivir en fraternidad, para superar la mentira y la opresión, para ser libres y responsables. Pero ahora, decía la canción, ya no encontramos a los profetas cerca de nosotros. Y nos preguntamos angustiados dónde están. 
      La realidad es que para el cristiano el profeta ya está entre nosotros. No hay más profeta que Jesús. Y todos los demás que de alguna manera reciban ese nombre lo hacen por referencia a él. Jesús lleva consigo esa autoridad que define al profeta. Es una autoridad que no nace de la violencia ni de la fuerza, sino del Espíritu que posee al profeta. Es la autoridad que reconocieron sin dudar los habitantes de Cafarnaún cuando vieron cómo Jesús liberaba a aquel hombre poseído por un espíritu impuro y le devolvía a su ser, a la libertad. Dos veces se dice en el Evangelio de este día que Jesús enseñaba con autoridad y no como los letrados. Ahí está la diferencia entre el profeta y el profesor. El segundo enseña de lo que ha estudiado. No hace más que repetir, quizá en un orden mejor o más novedoso, lo mismo que ya se ha dicho. Hasta puede ser que discurra algo nuevo. Pero es fruto de su esfuerzo. El profeta, por el contrario, está dominado por el Espíritu de Dios, comunica de una forma nueva y la gente que le escucha siente que lo que dice le llega hasta lo más profundo. Y, cuando llega allí, sana y cura, libera y reconcilia, da la vida para siempre. Ése es el signo más claro de que el profeta es auténtico: cuando sus palabras y sus actos son fuente de vida para los que se encuentran con él. 
      Jesús es el profeta. Y permanece vivo entre nosotros. Su palabra sigue resonando como un eco en nuestras Iglesias, en la Biblia que tenemos en nuestra casa y con la que meditamos y oramos con la Palabra, en la vida de tantos hombres y mujeres que se han comprometido a ser sus discípulos, a seguir sus huellas en su vida concreta, como sacerdotes, como personas casadas, como religiosos o religiosas. Jesús es nuestro profeta. Y muchos cristianos y hombres y mujeres de buena fe son profetas de Dios. Con su vida anuncian al Dios de la Vida. No hay que angustiarse. Hay que abrir los ojos y descubrir a los testigos de la vida y la liberación a nuestro alrededor. Ellos son los profetas que iluminan nuestro caminar para que sigamos las huellas de Jesús. 
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana



Conviértanse y crean en el Evangelio...



Reflexión domingo  21 de enero 2018
Conviértanse  y crean  en el Evangelio…
Marcos 1,14-20
Después de los muchos años que pasó de vida oculta en Nazaret con su familia, después de pasar cuarenta días en el desierto y hacerse bautizar por Juan, Jesús tenía ideas claras sobre su misión. Su vida se dedicaría a proclamar la buena nueva de la salvación. El mensaje a comunicar era conciso y concreto: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Conviértanse  y crean  en el Evangelio”. Casi diríamos que en su formulación intervino algún profesional del mundo de la publicidad actual. Jesús le dice a su gente que ha terminado ya el tiempo de la espera. Hay algo nuevo que está aquí, que viene a nosotros. Su venida no depende de nuestro esfuerzo sino de la voluntad de Dios. Ha sido él el que ha roto los plazos y se ha presentado en medio de nuestro mundo. Sin avisar. Sin pedir permiso. En nosotros está acoger ese Reino que viene a nosotros. A que le acojamos convenientemente se dirigen las últimas palabras de Jesús invitándonos a la conversión y a la fe. 
      Se ve que el niño de Belén, al que hace poco celebrábamos entre villancicos y fiestas, ya ha crecido y tiene algo que decirnos. No es un juguete sonrosado con el que podamos hacer lo que queramos. Nos habla como a personas adultas, nos invita a cambiar de vida, a convertirnos. Para acoger el Reino de Dios que está cerca. Porque el tiempo se ha cumplido. Ya no es tiempo de excusas. Dios está aquí y nos llama. 
      Por eso el mensaje de Jesús, que, al principio, parece dirigirse a todos los que le escuchan de una forma abstracta y general, termina por hacerse concreto. Y sus palabras se pronuncian directamente para Simón y su hermano Andrés. Y para Santiago, el hijo del Zebedeo, y su hermano Juan. Jesús pasa a su lado y no los deja tranquilos. Los llama. Los invita a convertirse, a cambiar de vida, a seguirle. Les da una misión. Lo suyo ya no va a ser pescar peces sino pescar hombres y mujeres, reunir a la familia de Dios, convocar a todos los llamados a participar en el Reino del Padre. 
      Hoy somos nosotros los que escuchamos esta Palabra. Jesús pasa a nuestro lado y nos invita a convertirnos porque el Reino está cerca. Y luego nos llama por nuestro nombre. Para que le sigamos, para que seamos sus discípulos, para que participemos en la misión de reunir a los hijos de Dios perdidos y formemos la familia de los hijos en torno al Padre. El momento es apremiante, como dice Pablo en la carta a los corintios. ¿Vamos a perder también esta oportunidad?
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana



Sólo el que escucha la voz de Dios...



Reflexión domingo 14 de enero 2018
Sólo el que escucha la voz de Dios…
Juan 1,35-42
Hoy se habla mucho de las vocaciones. O mejor, de la falta de vocaciones. Seminarios y noviciados de las congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, parecen estar casi vacíos. ¿Es que no hay vocaciones como antes? ¿Es que no hay chicos y chicas que escuchen la llamada de Dios?
      Las lecturas de este domingo nos plantean el itinerario más básico de la vocación cristiana. No de la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa sino a la vida cristiana. Sólo el que escucha la voz de Dios que le llama a la vida cristiana podrá luego pensar si tendrá que vivir esa vida como laico casado o casada o como sacerdote diocesano o como religioso o religiosa. Pero lo básico será siempre ponerse a la escucha y no confundir la voz de Dios con las muchas voces que en nuestro mundo nos ofrecen caminos aparentemente hermosos y llenos de buenas perspectivas pero que, quizá, a la larga, no terminan de dar todo lo que prometen. Esa necesidad de escuchar bien y de identificar las diversas voces que nos llaman se pone de manifiesto en la primera lectura. El pequeño Samuel escucha la voz de Dios que le llama, pero, quizá por su juventud, cree que es su maestro Elí el que le llama. Necesita enseñanza, orientación y ayuda para discernir y darse cuenta de que la voz que le llama es el mismo Dios. 
      La siguiente etapa de la vocación cristiana es seguir a Jesús y escucharle. Mejor todavía, entrar en su casa y quedarnos con él, convivir con él, sentir con él, compartir sus sentimientos e ideales. Hasta hacerlos nuestros. Eso es lo que hicieron aquellos discípulos de Juan que vieron pasar a Jesús. “Maestro, ¿dónde vives?”. La respuesta es clara: “Vengan  y lo verán ”. No hay más camino que ir por nosotros mismos y experimentar. Conocer a Jesús de cerca es una experiencia personal que nadie puede hacer por nosotros. 
      Sólo cerca de él, sentiremos que cambia nuestra vida y que ésta toma una nueva y definitiva dirección porque el Evangelio se convierte en su centro. Es lo que en el Evangelio se simboliza con el cambio de nombre de Simón. Su nuevo nombre “Cefas-Pedro” tiene que ver con la misión que se le encarga al servicio del Evangelio. O lo que en la lectura de la primera de Corintios se sugiere al decir que ahora el cristiano es templo del Espíritu Santo. ¡Ojala todos escuchemos la voz de Dios que nos llama a vivir al servicio del Reino que Jesús predicó! Porque lo otro, ser sacerdotes, vivir en matrimonio o comprometerse en la vida religiosa, vendrá como consecuencia.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana




Realidad profunda...



Reflexión domingo 7 de enero 2018
Realidad profunda…
Marcos 1,7-11
    Con la fiesta de hoy se cierra el ciclo de la Navidad. Jesús ha crecido, se ha hecho grande y sale de su pueblo. Deja a su familia y orienta su vida en una nueva dirección. Lo primero de todo es dirigirse al desierto. Allí se encuentra con Juan el Bautista. Y decide bautizarse. El bautismo de Juan implicaba un real cambio de vida. El que se bautizaba no se obligaba a formar parte de ningún grupo, no se convertía en discípulo de Juan. Pero se comprometía a volver su corazón al Señor, a convertirse, a cambiar su vida para estar preparado ante la venida del Mesías, del enviado de Dios. Bautizarse era abrir el corazón a la presencia de Dios.
      Jesús dejó su pueblo y se hizo bautizar por Juan. Allí en el desierto meditó, sin duda, la Palabra de Dios. Es posible que se encontrase con este mismo texto profético que leemos en la primera lectura de este domingo. Y se sentiría totalmente identificado con lo que en ese texto se dice. Ése sería su estilo de vida. Sin gritar, sin destruir a nadie, respetando a todos, pero proclamando con firmeza la ley de Dios, el derecho de los hijos de Dios. Su palabra sería luz para las naciones, palabra liberadora para los oprimidos y sanadora para los enfermos. Jesús se sintió llamado por Dios para una misión. No sólo eso. Experimentó y sintió profundamente que Dios era su Padre. Desde entonces, esa experiencia profunda no le abandonó en ningún momento. Le dio la fuerza para cumplir su misión hasta la entrega final en la cruz. El Evangelio expresa esta realidad profunda diciendo que Jesús, al bautizarse oyó una voz de lo alto que decía: “Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco.”
      Lo que vino después de aquel bautizo, lo iremos viendo y reflexionando en los próximos domingos. Pero su resumen final está en el texto de los Hechos de los Apóstoles de la segunda lectura: “pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. ¿Qué más se podría decir de Jesús?
      A Jesús el bautismo de Juan le hizo encontrarse con su propia llamada y vocación. A nosotros nos hace falta volver a recordar y revivir nuestro Bautismo para descubrir nuestra auténtica y más profunda llamada a ser hijos de Dios, a vivir en todo momento como tales hijos. También la primera lectura es todo un programa de vida si queremos ser consecuentes con nuestro bautismo. Y lo mejor que se podría decir de nosotros al final de nuestra vida es que pasamos haciendo el bien a todos porque Dios estaba con nosotros. ¿Qué otra cosa son los santos? Y todo porque nos sentimos hijos de Dios, porque no tenemos otro dueño más que el que quiere nuestra libertad y nuestra felicidad, el que nos quiere hijos y hermanos unos de otros. 
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana


Por eso sigo la Estrella...



Reflexión 6 de enero 2018
Por eso sigo la Estrella…

 Mateo 2,1-12
Hermanos. Termina la semana con la fiesta de la revelación del Niño Dios a toda la humanidad. Hoy la Iglesia celebra la manifestación de Cristo a la gentilidad. Cristo es revelado a los gentiles. Lo cual me alegra, porque yo mismo me puedo clasificar en esa categoría: Gentil(Entre los judíos, se dice de la persona o comunidad que profesa otra religión.)

Las lecturas de hoy nos van marcando el camino hacia esa epifanía, la revelación de Dios. Isaías, profeta en medio del pueblo, con fe ve el nuevo amanecer que promete Dios e invita a caminar hacia ese faro que ilumina las tinieblas, hacia el resplandor del nuevo amanecer. Ser portadores de luz en un mundo que camina en tinieblas y no ve salida a los problemas. ¿Eres de los que piensan que hay más soluciones que problemas, o vas por ahí con ánimo derrotista, contribuyendo a la depresión?
Esa luz, dice el salmo, que llega a todas las naciones o, como dice la segunda lectura, ilumina a todos sin excepción. Porque todos somos coherederos de la promesa. Desde Rusia, desde China, desde África, desde Oceanía… En todas partes se oye su voz, se escucha el mensaje de salvación. ¿Te apuntas, lo difundes, o dejas que lo hagan otros? Total, yo ya estoy salvado… Revisar hoy nuestra aportación a la expansión del mensaje podría estar bien. Un buen regalo de Reyes a los que nos rodean, compartir con ellos lo que vivimos y da sentido a nuestra vida.
Ese amanecer, esa luz que vieron los Magos, y les llevó a buscar al Salvador del mundo en forma de niño, al lado de su padre, San José (santo varón, siempre dispuesto a cumplir la voluntad divina) y de su madre, Santa María (ejemplo de aceptación de lo que Dios manda a la persona, guardando en el corazón todo, lo que entiende y lo que no). Ver con los Reyes a la familia de Jesús en el pesebre, y ponernos a sus pies, y adorarles. Si tienes un belén en casa, podría estar bien hacer algún pequeño gesto hoy, mejor si lo hacemos en familia.
El poeta inglés Anden, en un poema sobre la Navidad presenta a los Magos motivando su viaje: 

El primero dice: Debo saber cómo ser verdadero hoy. Por eso sigo la estrella.
El segundo dice: Quiero descubrir cómo vivir hoy. Por eso sigo la estrella.
El tercero diceNecesito averiguar cómo amar hoy. Por eso sigo la estrella.
Al final afirman los tres: Debemos descubrir cómo ser hombres hoy. Por eso seguimos la estrella.

La estrella sigue brillando hoy, para los que quieran verla. ¿Tú quieres? Búscala en la Liturgia, en la Comunidad, en la Palabra, en tu corazón. En algunos países, los niños esperan con grandísima ilusión la noche de Reyes, para recibir sus regalos. Con esa misma ilusión podríamos esperar nosotros el encuentro con Dios.
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana