lunes, 29 de agosto de 2016

Invitados y Anfitriones




Reflexión domingo 28 agosto 2016
INVITADOS Y ANFITRIONES
Lucas 14,1.7-14
  
   
  Miremos detenidamente esta página del Evangelio, es una de tantas enseñanzas de nuestro Señor que nos deja tan sorprendidos como perplejos… Así resplandece la novedad radical de Jesús, tan distinta de los pensamientos del mundo.

     "Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares”

     Nuestro señor Jesucristo era un observador de la vida de las gentes. También los fariseos lo estaban espiando. Sin embargo, ambas miradas no eran iguales. Los fariseos veían el exterior, se quedaban en sus legalismos, Jesús, en cambio, miraba el interior de las personas, sus afanes, sus pretensiones, por eso podía evangelizarlos profundamente. Nuestro Maestro no era un pintor de exteriores, más bien buscaba moldear a las gentes por dentro, sus corazones. Si estudiáramos detenidamente los evangelios, la mirada de Jesús nos transformaría también a nosotros.

     "Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal… Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar”

     Podríamos pensar que Jesús inteligentemente nos propone una norma de estrategia social: es mejor sentarse en el último lugar que en el primero, porque así el dueño de la casa nos invitará delante de todos a pasar más arriba y no al revés. Es mejor subir a que lo bajen a uno. Sin embargo, no se trata de una mera cuestión social, sino de un espíritu profundamente cristiano: el camino que Dios nos propone en Jesucristo para llegar a ser sus discípulos. No es éste el único lugar del evangelio en el que Jesús nos invita a ocupar los lugares de abajo. En Lucas 9,46 nos invita a hacernos pequeños para ser así los mayores.

         Pero, ¿qué observamos en nuestra sociedad? En el ambiente laboral, escolar, sindical, político, económico, y lamentablemente también en el eclesial, vemos cómo las personas nos afanamos por estar arriba, por subir escalones, por hacer carrera. A todos nos da por sobresalir, por recibir honores, por adquirir prestigio. ¿Hay alguien al que le guste ser menos? Pues el camino del cristiano humanamente no es hacia arriba, hay que decirlo categóricamente, con esa autoridad con que nos lo enseña el Maestro, sino hacia abajo, como lo vemos en él mismo, en esa bellísima imagen de crucificado. ¿Hay algún lugar más ínfimo para un ser humano que la cruz?.

     "Cuando des una comida o una cena… invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso”

     Estamos por celebrar la canonización que será este 11 de septiembre  de la madre Teresa de Calcuta. Ella entendió bien las palabras de Jesús y así lo puso en práctica, sus invitados fueron siempre los más pobres de los pobres, los lisiados, los abandonados, los desahuciados… por eso, sea para ella la declaratoria de "Feliz" que hace nuestro Señor en este pasaje. La Iglesia también lo ha hecho, al declararla hasta ahora beata, que en latín significa “Feliz”.

     Así debe ser nuestra vida cristiana en lo personal, en lo social, y nuestra vida de Iglesia. Nuestra Iglesia dista mucho de esta imagen que nos ofrece el Evangelio. ¡Ya decidámonos a acortar distancias!

     “Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios, porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes”

En el mundo actual no se valora la humildad. Por todas partes se respira el tufo de la arrogancia. Son muchos los que parecen dispuestos a vender hasta su alma con tal de aparecer en la primera plana del triunfo social.

En ese contexto, será difícil reconocer que “Dios prepara casa a los huérfanos, libera a los cautivos y los enriquece” (Salmo 67). La experiencia de todos los días parece desmentir esa confesión del salmista. Pero Dios es el juez de todos, como nos recuerda la carta a los Hebreos (Heb 12, 22-24).

Señor Jesús, tú nos enseñas que la humildad no es una postura fingida e interesada. Y nos pides que imitemos al Padre, que ama especialmente a los pobres y desvalidos. Ayúdanos a vivir la verdad de nuestra fragilidad. Bendito seas, Señor.

Paz y bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana

jueves, 18 de agosto de 2016

Dios no da la salvación a través de "recetas"...



Reflexión domingo 21 agosto 2016
 Dios no da la salvación a través de “recetas”…

Lucas 13,22-30

Se abre esta lectura del Evangelio de San Lucas con una pregunta “¿son pocos los que se salvan?” Una pregunta importante y personal que todos nos hacemos, y que quisiéramos tener respondida. Jesús no va a responder en este momento directamente a la pregunta, sino que va a hablar en general de la salvación, y de lo definitiva que es la situación después de la muerte “cuando se cierre la puerta”.

Sobre la cantidad de los que se salvan ¿quién de nosotros no se ha preguntado? No es una pregunta de curiosidad, sino una pregunta fundamental. Y hay sectas que han querido determinar los que se salvan, cuántos son, y las reglas precisas y detalladas de los que se han de salvar. Hay quienes hablan de ciento cuarenta y cuatro mil (el número simbólico del Apocalipsis). Esta interpretación es falsa, y su error proviene de leer el Apocalipsis en forma literal, y no en forma simbólica como ha sido escrito. Pero muestra una vez más la preocupación por conocer quiénes se salvan, y los caminos para la salvación.

Jesucristo en este mismo párrafo nos habla del camino de la salvación: “Luchen por entrar por la puerta estrecha”. Esta es una forma de hablar repetida frecuentemente en los Evangelios. La senda estrecha, o la puerta estrecha. Está aludiendo el Señor a que el camino del Evangelio, el que nos conduce a la salvación, no es fácil, más bien resulta duro y esforzado. Y para que no queden dudas, el Señor en determinado momento añadirá: “no todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre”.

Pero no se reduce a esto sólo lo que Jesucristo enseña sobre la salvación. Cuando está anunciando la Eucaristía (es casi todo el capítulo sexto del Evangelio de San Juan) se repite varias veces: “el que come este PAN vivirá para siempre”. Es muy importante este nexo entre la Eucaristía y la salvación. Recibir la Eucaristía es recibir la fuente misma de la salvación. Evidente, porque Jesús es el Salvador.

En otros momentos se conecta la salvación con la entrega al prójimo: la práctica de la caridad (el distintivo de los cristianos): en el capítulo 25 de San Mateo se narra el juicio final. Unos son salvados y otros condenados, en ese juicio. La razón de la salvación es haber hecho el bien al prójimo, y la razón de la condenación es no haberlo hecho.


Jesucristo también nos dirá de que hay que estar preparados, y alerta. Toda la narración de la parábola de las diez doncellas (cinco preparadas con aceite de reserva, y cinco descuidadas), está dirigida a estar siempre preparados y cargados de buenas obras. El Señor llegará de repente, y al final la puerta se cerrará para siempre, y los que no estuvieron preparados quedarán afuera.

Sobre todo es importante saber que la salvación nos viene de Dios, y que se sustenta en el amor que Dios nos tiene, y que obra en nosotros. Y Jesucristo nos dice que El no ha venido a condenar, sino a salvar. San Pablo también afirma que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. No es que nuestros esfuerzos personales importen poco, pues son absolutamente necesarios; pero también es un consuelo saber que nuestra salvación la cuida alguien que es nuestro Padre, y Jesús que es nuestro Salvador. Realmente nos da mucha seguridad saber que nuestra salvación está en tan buenas manos, y más aun que Jesús nos tiene guardados en su corazón.

No es posible abarcar todas las enseñanzas del Señor referentes a la salvación en este breve comentario. Esas son solo algunas de las principales. Por otra parte algunas veces se buscan “recetas” para la salvación deformando algunas devociones. Y Dios no da la salvación a través de “recetas”, sino la da al que acepta el gozo de ser su hijo; y es que sentirse amado como hijo es ya empezar a gustar la salvación.

Buen inicio de semana…

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana

jueves, 11 de agosto de 2016

Hazte fuego, hazte brasas...



Reflexión domingo 14 de agosto 2016
Hazte fuego, hazte brasas…
Lucas 12, 49-53
El Espíritu es como fuego, y por tanto, incompatible con la tibieza. Prueba de ello es que se dice en el Apocalipsis: Te vomitaré porque no eres ni frío ni caliente.

El Espíritu del Señor actúa como el fuego sobre un tronco. Es difícil prenderlo si ha estado a la intemperie, muy a la merced del ambiente, porque la madera queda empapada y no arde. Lo mismo nosotros, si nos dejamos empapar por el ambiente. La madera necesita estar seca y rodeada de calor. Por eso, la familia es el lugar natural de evangelización, el calor de un hogar incandescente prende los corazones. Lo hemos visto en los padres de Santa Teresita de Lisieux: Esposos Santos, cuyos cinco hijos se consagraron a Dios y todos ellos se encuentran como mínimo en proceso de beatificación.

Ante la indiferencia de la fe de muchos o la tibieza, el cristiano coherente, está llamado a ser “signo de contradicción” como Jesús. Él fue piedra de tropiezo para muchos. El discípulo de Jesús, fiel y coherente, tiene que estar dispuesto a sufrir la contradicción constante de un mundo incoherente, carente de Verdad y de Amor.

También en nuestras propias familias, donde hay miembros instalados en la tibieza, inmersos en una vida diferente, con prioridades diferentes, más pronto o más tarde, el cristiano puede provocar rechazo, conflictos y en última instancia división. No porque Dios lo quiera, sino porque simplemente ocurre. Es el cumplimiento de la bienaventuranza proclamada por el mismo Jesús: Dichosos cuando los insulten y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por mi causa.

Pero Cristo quiere que nos convirtamos en fuego, en brasas. Y la madera al principio se resiste a arder: Chifla mientras expulsa el aire, prende más por un lado y queda intacta por otro… hasta que finalmente, se deja invadir por el fuego. Así es nuestra reacción frente al Espíritu.

El matrimonio es un camino espiritual, y como tal, requiere de todo este proceso. Déjate romper, deja que el Espíritu te inflame, aunque duela. Déjate influir por tu esposo/a, tenemos mucho que aprender el uno del otro. Sal de ti mismo en esas faltas de acuerdo, en ese hacer por él/ella lo que no te gusta, en sus incomprensiones… hasta que el Fuego purifique nuestros egoísmos, vanidades y soberbia. “¡Y qué angustia hasta que se cumpla!”.


Deja de querer ser madera y hazte fuego, hazte brasas. Colaboremos al calor de la hoguera del hogar para que prenda también ese Fuego en nuestros hijos.
Que el Espíritu del Señor nos transforme en Él. Y ¡ya quisiera el Señor que estuviéramos ardiendo! Dos esposos, dos llamas, que cuando se acercan, hacen una sola.

Amigos les deseo una hermosa semana.



Paz y bien                                                        

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

jueves, 4 de agosto de 2016

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón




Reflexión domingo 7 Agosto 2016
Donde está tu tesoro, allí está tu corazón…
Lucas 12,32-48
El pasaje de este domingo contiene diversas enseñanzas de Jesús y de sus discípulos, recopiladas por Lucas para formar un discurso sobre la necesidad de velar y de poner el corazón en lo que realmente importa.
Comienza con una llamada a la confianza llena de ternura, expresada con diminutivos (literalmente, «pequeño rebaño»). Las ovejas, que nos representan a nosotros, seguidores de Jesús, dependen de su pastor y confían en él. El Padre nos regala su Reino, y eso nos ha de dar seguridad y serenidad; podemos confiar en él y dejar de tener miedo al futuro.

Lucas relaciona la confianza en Dios con la necesidad de desprendernos de los bienes materiales. Las riquezas son siempre una tentación que atrae el corazón y lo esclaviza. Lucas propone, con valentía, que las riquezas de cada uno han de servir para los demás y no para uno mismo. De esa manera el corazón queda liberado, «porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón».

Esta es una verdad que experimentamos cada día. Podemos hablar mucho sobre cuáles son nuestras prioridades, qué cosas consideramos realmente importantes en nuestra vida y cuáles decimos que son secundarias. Pero, a la hora de la verdad, son las opciones concretas de cada día las que muestran, en realidad, hacia dónde va nuestro corazón, a qué le dedicamos más horas, más esfuerzos, más deseos, más dinero…

La «cintura ceñida» era la forma de vestir para trabajar; el cinturón ajustaba la túnica, sobre todo si era larga, para que el trabajador pudiese moverse mejor en su trabajo. Por eso, la expresión opuesta, «aflojar el cinturón», significaba «descansar». La «lámpara encendida» nos lleva a la noche, en la que es necesario encender luz para poder ver. La imagen, por tanto, nos pide que estemos dispuestos y a punto, incluso por la noche, cuando normalmente se descansa y no se trabaja.

Y todo porque Jesús nos compara con los criados que están esperando a su amo. La espera tiene que estar cargada de gozo y de sana «tensión». Velar no significa estresarse, preocuparse, vivir amargado, sino todo lo contrario, experimentar el gozo profundo de la venida segura de Jesús a nuestra vida.

Esta venida tiene dos formas. Una será al final de la vida, cuando nos fundiremos en un abrazo con el amor del Padre. Y la otra sucede a cada instante de la vida, porque Jesús está viniendo constantemente a nuestra existencia si sabemos reconocerlo. Cada día que amanece es un regalo suyo. Cada persona con la que nos cruzamos es motivo de su presencia. Cada circunstancia que nos pide atención, cada necesidad de nuestros hermanos y hermanas más desfavorecidos, es una petición que nos hace Jesús en persona.

Jesús es presentado en este pasaje del evangelio como el «amo» y nosotros como «los criados», pero cuando el amo llega, comienza a hacer algo extrañísimo: ¡se ciñe, nos hace sentarnos y se pone a servirnos! En forma de imagen, Lucas está presentando una verdad profunda que nuestro mundo rechaza de plano: servir por amor es ser servidos por Dios, servir a los demás nos hace crecer y nos hace más humanos, es decir, más felices, sufrir por las personas que amamos es el camino del auténtico bienestar.

Entonces veamos como tenemos que ser, que es lo que tenemos que descubrir y que debemos decir desde el corazón:

Ligeros para caminar

• Jesús sabe muy bien que, para caminar cómodo y ligerito, es necesario desprenderse de los pesos inútiles. Si te aferras a cosas vanas y te haces esclavo de las cosas materiales, estás arrojando sobre ti todo un cúmulo de carga que acabará por atosigarte y esterilizarte interiormente.
• Es necesario buscar el tesoro que enriquecerá tu vida y llenará tus aspiraciones más profundas. Y ese tesoro lo hallarás dentro de tu corazón, que es donde Dios tiene reservados sus secretos y confidencias. “Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”. No lo busques fuera. Investiga en tu interioridad.
Algo que nadie podrá robarte

• Hay algo que ni los ladrones ni la polilla pueden echar a perder si tú te mantienes alerta y no te distraes con superficialidades. Jesús habla de un tesoro inagotable en el cielo. De algo que no caduca. Despójate de todas tus máscaras y descubrirás la belleza de la gracia de Dios en tu vida.

• Eso se consigue desprendiéndose de lo superfluo, de lo que entorpece tu visión interior. Quizás hay bastantes cortinas de humo que no te dejan ver y valorar lo auténtico, lo que vale la pena.

• “Dichoso aquel a quien su amo, al llegar, lo encuentra portándose así”. Es decir, con lucidez, responsabilidad y vigilancia, tres palabras que resumen todo un programa de vida. “Lo hará sentar a la mesa y lo irá sirviendo”.

DE CORAZÓN A CORAZÓN

Oye, Jesús, hay una frase en tus Noticias de hoy que me hace tilín en el alma: “Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”.

Esto estremece a cualquiera, pero sobre todo a quienes, como yo, hemos sido llamados por ti y bautizados en tu Iglesia. No es cualquier cosa ser miembro de tu familia, el pertenecer a un Pueblo elegido por ti, el formar parte de tus comensales en la mesa de tu Reino.

El Bautismo es el gran regalo con que tú me honras y compromete a ser miembro activo en el amplio campo de la evangelización. Me has dado mucho y me vas a exigir mucho. La pasividad y la indolencia son la mayor burla a tus gestos de confianza depositados en mí.

De vez en cuando me sitúo en el momento de darte cuentas de mi vida y me estremece presentarme con las manos vacías. Si no me hubieras dado nada, no me exigirías nada. Pero fíjate en lo generoso y espléndido que has sido conmigo, me miro a mí mismo y me impresiona lo mezquina que he sido contigo y con las responsabilidades encomendadas.

Para ser honesta, no puedo seguir prolongando  tus invitaciones. No puedo seguir tapando los oídos y hacer como que no oigo ni me entero. Haz un milagrito conmigo y sáname de mis sorderas. ¿Recuerdas a cuántos sordos curaste en los caminos de tu tierra?

De esta manera mi vida cobrará un nuevo sentido y no me importará que llegues “de noche o de madrugada”, porque estaré siempre dispuesto a rendirte cuentas de “mi administración”.
Amigos les deseo una hermosa semana.
Paz  y  bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana