Reflexión domingo 28 agosto 2016
INVITADOS Y ANFITRIONES
Lucas 14,1.7-14
"Mirando cómo los
convidados escogían los primeros lugares”
Nuestro señor Jesucristo era un observador de la vida de las gentes. También
los fariseos lo estaban espiando. Sin embargo, ambas miradas no eran iguales.
Los fariseos veían el exterior, se quedaban en sus legalismos, Jesús, en
cambio, miraba el interior de las personas, sus afanes, sus pretensiones, por
eso podía evangelizarlos profundamente. Nuestro Maestro no era un pintor de
exteriores, más bien buscaba moldear a las gentes por dentro, sus corazones. Si
estudiáramos detenidamente los evangelios, la mirada de Jesús nos transformaría
también a nosotros.
"Cuando te inviten
a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal… Por el contrario,
cuando te inviten, ocupa el último lugar”
Podríamos pensar que Jesús inteligentemente nos propone una norma de estrategia
social: es mejor sentarse en el último lugar que en el primero, porque así el
dueño de la casa nos invitará delante de todos a pasar más arriba y no al
revés. Es mejor subir a que lo bajen a uno. Sin embargo, no se trata de una
mera cuestión social, sino de un espíritu profundamente cristiano: el camino
que Dios nos propone en Jesucristo para llegar a ser sus discípulos. No es éste
el único lugar del evangelio en el que Jesús nos invita a ocupar los lugares de
abajo. En Lucas 9,46 nos invita a hacernos pequeños para ser así los mayores.
Pero,
¿qué observamos en nuestra sociedad? En el ambiente laboral, escolar, sindical,
político, económico, y lamentablemente también en el eclesial, vemos cómo las
personas nos afanamos por estar arriba, por subir escalones, por hacer carrera.
A todos nos da por sobresalir, por recibir honores, por adquirir prestigio.
¿Hay alguien al que le guste ser menos? Pues el camino del cristiano
humanamente no es hacia arriba, hay que decirlo categóricamente, con esa
autoridad con que nos lo enseña el Maestro, sino hacia abajo, como lo vemos en
él mismo, en esa bellísima imagen de crucificado. ¿Hay algún lugar más ínfimo
para un ser humano que la cruz?.
"Cuando des una
comida o una cena… invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los
ciegos; y así serás dichoso”
Estamos por celebrar la canonización que será este 11 de septiembre de la madre Teresa de Calcuta. Ella entendió
bien las palabras de Jesús y así lo puso en práctica, sus invitados fueron
siempre los más pobres de los pobres, los lisiados, los abandonados, los desahuciados…
por eso, sea para ella la declaratoria de "Feliz" que hace
nuestro Señor en este pasaje. La Iglesia también lo ha hecho, al declararla
hasta ahora beata, que en latín significa “Feliz”.
Así debe ser nuestra vida cristiana en lo personal, en lo social, y nuestra
vida de Iglesia. Nuestra Iglesia dista mucho de esta imagen que nos ofrece el
Evangelio. ¡Ya decidámonos a acortar distancias!
“Hazte pequeño en las
grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios, porque es grande la misericordia
de Dios y revela sus secretos a los humildes”
En el mundo actual no se
valora la humildad. Por todas partes se respira el tufo de la arrogancia. Son
muchos los que parecen dispuestos a vender hasta su alma con tal de aparecer en
la primera plana del triunfo social.
En ese contexto, será
difícil reconocer que “Dios prepara casa a los huérfanos, libera a los cautivos
y los enriquece” (Salmo 67). La experiencia de todos los días parece desmentir
esa confesión del salmista. Pero Dios es el juez de todos, como nos recuerda la
carta a los Hebreos (Heb 12, 22-24).
Señor Jesús, tú nos enseñas
que la humildad no es una postura fingida e interesada. Y nos pides que
imitemos al Padre, que ama especialmente a los pobres y desvalidos. Ayúdanos a
vivir la verdad de nuestra fragilidad. Bendito seas, Señor.
Hna.
Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad
Eclesial Franciscana
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