jueves, 15 de septiembre de 2016

No se puede servir a Dios y al dinero...



Reflexión domingo18de septiembre 2016
No se puede servir a Dios y al dinero
Lucas 16, 13

La parábola del administrador astuto, desconcierta, parece oscura: se podría pensar que Jesús alaba la conducta inmoral de un empleado que, al haber sido acusado de malgastar el dinero de su jefe, busca protegerse en una forma que no puede justificarse desde el punto de vista moral. Pero se entiende la parábola cuando se distingue cuál es su contenido central y el sentido que Jesús (y la comunidad de Lucas) pretendió dar a sus palabras. (No olvidemos que Jesús hablaba a la gente sencilla empleando parábolas que no desarrollan los temas sino sólo sugieren de forma breve y concisa una enseñanza para la vida cotidiana, a la luz de la buena noticia del Reino de Dios). Pues bien, la enseñanza central de esta parábola es que debemos administrar los bienes materiales como lo que son: dones recibidos, que se han de distribuir y no acumular únicamente para el propio provecho, porque eso es egoísmo e injusticia. El mundo no se rige con criterios así. Lucas, el evangelista de los pobres, lo sabe y observa, además, que quienes oyeron esta enseñanza la rechazaron: «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entendieron el mensaje de Jesús. Los que siguen al mundo tienen como único interés el propio lucro, y la propia satisfacción. Los que siguen a Cristo han de proceder con otros criterios.

Dentro de esta enseñanza, que encuadra todo el pasaje, hay que entender la advertencia que hace Jesús: Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. El administrador de la parábola es un hijo de este mundo, que recurre a medios deshonestos –estafa, robo– para no acabar en la calle cuando su jefe lo despida. Su plan consiste en conquistar amigos que lo asistan cuando pierda el empleo. ¿Y qué es lo que alaba Jesús? Obviamente no puede alabar el robo y las mentiras de que se vale este sujeto para beneficiarse. Lo único que Jesús alaba es la sagacidad para prever el futuro y prepararlo. En ese sentido advierte: los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz. Aquellos persiguen objetivos bajos y rastreros; éstos tienden a una meta mucho más elevada -la salvación- pero con frecuencia no emplean los medios más adecuados para ello. Por consiguiente, hay que cambiar y poner todo empeño en lograr la meta de nuestra vida.

Gánense amigos con los bienes de este mundo, prosigue Jesús. Con esto quiere recalcar la actitud que se debe tener con el dinero y los bienes. Nos dice: administren bien sus bienes para ganarse amigos. Los bienes y, más concretamente, el dinero, son medios que se han de utilizar para fines buenos. Cuando el dinero se convierte en un fin en sí, cuando se vuelve lo más importante en la vida, la persona vive para el dinero, su corazón se llena de ambición y acaba haciéndose esclavo de sus bienes. Por eso es tan categórico Jesús al decir: no se puede servir a Dios y al dinero. Pero no condena a nadie, pues también a los ricos les muestra el camino que pueden seguir para no echar a perder su vida: «Yo les digo: Gánense amigos con el dinero injusto para que cuando les falte, los reciban en las moradas eternas». En otras palabras, les dice que usen bien su riqueza para ayudar a los pobres; que se ganen su amistad por compartir con ellos sus bienes. Ellos serán sus amigos y, a la hora de la muerte, cuando el dinero ya no les sirva para nada, ellos los acogerán en la casa del Padre.

Obviamente, el dinero es un medio necesario para sostener la vida, y se puede hacer con él mucho bien o mucho mal. Por eso, el cristiano no puede hacer cualquier cosa con su dinero. El dinero es malo cuando se obtiene de manera injusta o corrupta, cuando se emplea para adquirir cosas malas o realizar acciones malas, y cuando se acumula únicamente para el disfrute egoísta, sin tener en cuenta a los que podrían beneficiarse también con él. Hay que administrar los propios bienes mirando siempre al bien común. Por eso, la acumulación improductiva y egoísta es contraria a la voluntad de Dios. Hay que administrar el dinero conforme a la voluntad de Dios. Así, mientras el rico egoísta se llena de enemigos, quien administra bien sus bienes para que sirvan al desarrollo de su pueblo, para que den trabajo a la gente y resolver así las necesidades de los pobres, esa persona es justa, se gana multitud de amigos y se le recordará por todo el bien que ha hecho.

La enseñanza de Jesús sobre el uso de dinero es clara; no la compliquemos: 1º) El valor supremo del cristiano es Dios, nunca el dinero. 2º) El que tiene riquezas está obligado a administrarlas bien, de modo que cuando se presente ante Dios, pueda ser reconocido por Él como justo y recibir la bienaventuranza eterna. 3º) Se administran bien las riquezas, cuando se ponen al servicio de los necesitados de modo eficaz y cuando, sin buscarse salidas, se evita el atesoramiento indebido o los gastos que atentan contra la moral, contra el bien del prójimo o contra el bien común.

Paz y bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana

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