Reflexión domingo 30 de octubre 2016
¿Dónde está nuestro sicómoro ?
Lucas 19, 1-10
No tratare todos los aspectos de esta palabra, como
cabría, dado que trata abundantemente de muchos matices como por ejemplo: De la
búsqueda del encuentro con el Señor. De los métodos para esta búsqueda.
De los efectos de la conversión. Del desprendimiento de bienes. De la
acogida en la casa de uno, etc. Hay para escribir largo y tendido sobre
esta riquísima palabra, que no tiene desperdicio. Me voy a centrar en el árbol, El sicómoro, que es casi lo más
accesorio, lo que pasa más desapercibido, de lo que casi nadie se refiere, y
que no es ciertamente insignificante en nuestra vida.
En toda la cristiandad, la figura de María como
portadora de Jesús al hombre tiene suma importancia, como lo son los
profetas, portadores que anuncian al hombre a Jesús, así de igual forma sucede
con todo acontecimiento del que se vale el Señor para anunciarse, o hacerse
visible, por ello, el sicómoro sin más es la figura del elemento propicio
para que tu y yo nos encontremos con Jesús, que es nuestro Moisés, que nos
conduce a la vida libre, en medio de toda la iniquidad propia y ajena.
Sobre la falsa interpretación de los acontecimientos:
El sufrimiento tiene muchas vertientes, y sabemos de
algunas de ellas, porque con el sufrimiento nos ha rescatado el Señor, cuyo
sufrir le ha llevado hasta la muerte. De todas las vertientes una de ellas es
que el sufrimiento nos saca de la
burguesía, de la fantasía, de la nube tapizada de cada día y nos sitúa en la realidad absoluta.
La pretensión del sufrimiento, no tiene respuesta, no
sabemos la mayor parte de las veces ¿por qué? Solo Dios lo sabe. Pero seguro
que no es humillar, ni disminuir al ser querido por Dios, pero puede servir
para vaciar del orgullo personal al ser, para poderse remitirse al creador,
para acercarse sobre la realidad al Señor de los Señores, y así solicitar su
ayuda.
Otra cosa es que, el orgulloso se ve agredido al
contemplar su debilidad, y su ofensa le conduce a separarse de Dios, a juzgarlo
como injusto, en lugar de ver la Misericordia, que Dios tiene para con
nosotros, que nos despoja de lo que nos sobra, de lo que nos habíamos creído
falsamente, y ha poder dirigirnos sobre nuestra verdad a Dios libres de lo que
no éramos, de lo que nuestra vanidad falsamente nos había hecho creer y que nos
impide ver a Dios que está solo en la verdad.
También a nivel existencial puede uno darse cuenta que
cualquier circunstancia de sufrimiento de limitación en nuestros proyectos
que se nos presenta como la oportunidad de vislumbrar al Señor, son aspectos
que se parecen al sicómoro. Por eso, cuando empezamos a sufrir, el Señor
nos convoca a solicitar su ayuda, a buscarlo, a tener interés por él. Por ello,
las circunstancias que nos llevan a la cruz que es nuestro árbol por excelencia son
paralelos del sicómoro.
Desde la altura de la Cruz las garantías del
encuentro con el Señor son totales, allí el Señor está, debemos subir
sin dudar, este madero nos permitirá comprender ¿Qué me pasa?, ¿por qué
nos llama el Señor? ¿Por qué desea encontrarse nosotros?, ¿por qué conoce
nuestro nombre y se hace el encontradizo?
No creas que el desee que suframos, o que nos veamos
limitado en las cosas temporales y terrenas, es justo todo lo contrario, El
Señor desea que seamos feliz por encima de las cosas que nos rodean, que
podamos trascender, que alarguemos la vista y veamos parte del cielo, por
encima de la cizaña que nos impide ver a Dios.
Zaqueo sube al sicómoro. ¿Qué es el Sicómoro? Es un medio, un árbol, una pieza no
decorativa y muy providencial que está en nuestro camino y en el camino
del Señor.
Y.... ¿dónde está nuestro sicómoro? El nuevo Sicómoro es la Iglesia para
nosotros, es un lugar preferente donde se tiene acceso al Señor, por donde
seguro el Señor pasa.
Es verdad que la Iglesia es algo más que un simple
sicómoro, por lo tanto si ponemos
las cosas en su sitio, el sicómoro sería un resalte, un escalón, ya
que la Iglesia es mucho más, es el cuerpo místico de Jesús, cuyos miembros
somos todos nosotros, piedras vivas del templo y como cabeza es Jesucristo. Por
lo tanto, no pretendo con esta comparación afirmar, ni desvirtuar la sabiduría
evangélica, que tan presente tengo y de la que no quisiera desviarme en
nada.
Nosotros, somos pequeños como Zaqueo y la carga de
nuestras faltas nos va dejando encorvado, con lo que nuestra medida es aún
menor. Encima, nos vamos mirando siempre a nosotros mismos por nuestro egoísmo,
por lo que no vemos casi nada cuando alzamos la vista, y Satanás nos va comiendo
la moral, o sea, que solo vemos el suelo. Vamos, que nuestro ser ya no alcanza
a mirar a nada, y así estamos en medio de la multitud que nos
sitúa en desventaja, de la turbulencia de la supervivencia de cada día.
Pero, en el camino por donde pasa Jesús hay
sicómoros, para que nuestra pequeñez no nos impida vislumbrar al Señor. Y eso es la
Iglesia, un lugar donde por su altura se facilita la visión del Señor, que a
buen seguro pasa por allí.
Y fruto de esa elevación artificial, de esta
escalera espiritual que es el sicómoro, tus ojos y los míos
pueden ver el rostro de Jesús, que permiten que el directamente desde allí nos
diga, en una palabra, o Eucaristía, por medio de un hermano en la Fe, o en la
homilía de un Sacerdote: Zaqueo, o,
Juan...o, Luisa... quiero ir a tu casa, conviene que yo vaya a tu casa.
¿Para qué crees que estaba allí el
sicómoro?, ¿para estar de bonito?
pues no, esta para ti y para mi, ese es el sentido del sicómoro, y por eso
el Señor lo ha creado y lo ha dejado crecer. Porque toda la creación ha
sido creada para el servicio, y tu y yo también, a pesar de que no queremos
servir a nadie.
Te das cuenta de lo importante que es que nos subamos
al sicómoro. Te das cuenta que el Señor con su llamada transforma a Zaqueo de
un sucio y asqueroso ladrón al servicio del poder de la ocupación y de sí
mismo, a un ser que al convertirse transforma su egoísmo en generosidad, que
pasa a ser una persona querida donde fue odiada.
Te das cuenta de lo importante que es llamar al
Señor ahí subido en la rama del sicómoro, cuando tienes la angustia pegada al
paladar, o tienes que parir, o los análisis han salido mal, y ya supones lo
peor, que hay que gritar ¡Señor estoy aquí! mándame llamar, -como Pedro en
el agua-, “que sucumbió, dime algo, que no resisto mas.”
Te imaginas....que el rey en su paso
públicamente y mirándote a ti, te diga: "Raquel", ”Tomas”… como
si te conociera, como que te conoce... que vuelco te da el corazón de
repente..... y que desea ir a tu casa, que es de una familiaridad, de un
privilegio que no todo el mundo tiene, y lo manifiesta públicamente.
Hay catequistas, que no han pisado tu casa o
hermanos de alto estudios, que no te vienen a ver, y tú estatus social o
inteligencia no da para que hablen contigo, o para que les guste pasar la tarde
contigo. Pues bien, no es el Rey el que te llama y pone tu nombre en su
boca, es nada menos que el Rey de reyes. Dios mismo en la Tierra el que te
dice,.....lo que anhelo, lo que deseo como Rey, lo que me gustaría es que tú me
recibas en tu propia casa....!no te parece demasiado¡
Así de fuerte, de inmensa es la llamada del Señor, que
hace que uno se dispare, corra a preparar el lugar, a ponerlo limpio, aseado,
en condiciones de recibirle y ¿cómo se hace esto? Pues, quitando las basuras,
todos los pecados, confesándose, poniendo orden en la casa espiritual, para
darle una dignidad que no tenía, y eso es lo que hace Zaqueo, convirtiéndose,
quitándose de encima lo que lo manchaba, lo que hacía que todos lo miraran mal,
porque era un ladronzuelo que se quedaba con parte de los impuestos, engordando
la cifra que tenían que pagar. Por eso dice: "devolveré el cuádruplo de lo
que robé" eso es la conversión y el cambio de dirección. Antes decía
Zaqueo, todo para mí, y pasa a decir: No quiero nada, lo dejo todo,
para que tú vengas conmigo. Vamos que Zaqueo pasa de ser pagano, a ser
cristiano así en un momento. De
robar a devolver. De apropiarse de lo ajeno a ser caritativo. De ver su
necesidad insaciable y por encima de todo, a darse cuenta de que el otro lo
necesita más que él. Impresionante. Y él, que era peor que los
publicanos, que solo le importaba él, pasa a ser cristiano, donde ese espacio
del yo lo ocupan los demás.
Otra cosa que hacemos al arreglar la casa, es
poner luz, lavar, fregar bien la zona, poner la mejor vajilla, etc., etc. pues
es todo esto lo que significa convertirse, cambiar mover y ordenar nuestra vida
para que el Rey de reyes esté a gusto, cómodo, y no se manche con, nuestras
avaricias, nuestros malos pensamientos, nuestra podredumbre, por eso,
necesitamos lavarnos con una buena ducha, un buen baño que es la confesión y el
bautismo y todo esto se alimenta siempre con la oración diaria.
Por eso: …. ¡Bendito sicómoro! ¡Bendita
pequeñez que nos llevó al encuentro con el Señor! ¡Bendita angustia que nos
lleva al Padre, a reconocerlo como Dios e pedir su ayuda, cuando no podemos
más! ¡Bendita podredumbre y miseria egoísta que lleva a Jesús a decir:
"conviene quedarme en tu casa"! ¡Bendito pecado que mereció tan
grande redención!...
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana