Reflexión domingo 9 de septiembre
2018
““Effetá - Ábrete…”
Marcos 7, 31-37
En el breve evangelio de hoy se condensan
varios aspectos que se nos ofrecen como luz para nosotros aquí y ahora:
Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por
Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron
un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la
saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
"Effetá", esto es: "Ábrete". Y al momento se le abrieron
los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les
mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más
insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: "Todo
lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos."
Cuando
llegamos al final del capítulo 7 del evangelio de Marcos, Jesús ha curado ya a
muchos enfermos: un leproso, un paralítico, uno con la mano atrofiada, una
mujer con flujo de sangre; ha resucitado a la hija de Jairo, y, en el episodio
inmediatamente anterior (suprimido por la liturgia), ha curado a la hija de una
mujer cananea. Ninguno de esos milagros le ha supuesto el menor esfuerzo. Bastó
una palabra o el simple contacto con su persona o con su manto para que se
produjese la curación.
Ahora, al final del capítulo 7, la curación
de un sordo le va a suponer un notable esfuerzo. El sordo, que además habla con
dificultad (algunos dicen que los sordos no pueden hablar nada, pero prescindo
de este problema), no viene por propia iniciativa, como el leproso o la
hemorroisa. Lo traen algunos amigos o familiares, como al paralítico, y le
piden a Jesús que le aplique la mano. Así ha curado a otros muchos enfermos.
Jesús, en cambio, realiza un ritual tan complicado, observemos lo que nos dice
el evangelio:
“Dejando Jesús el territorio de Tiro,
pasó por Sidón atravesando la Decápolis”:
Encontramos a Jesús fuera de su país, atravesando tierra extranjera, un espacio
habitado por paganos, por
quienes no profesan la fe en el Dios de Israel. Jesús se hace cercano al
diferente, a quien es rechazado por ser distinto, por no tener las mismas
ideas, la misma religión, la misma cultura… Hoy, para encontrarnos con
extranjeros, con extraños,
no necesitamos salir del país. Acercarnos al diferente se nos hace posible en cada
espacio público: autobús, trabajo, calle, bar… Jesús nos ofrece un modo claro
de relación: encuentro, acogida, diálogo y curación. Rompe las fronteras y los
prejuicios, se acerca y permite que se acerquen, ofreciendo en la relación lo
mejor de sí mismo y lo mejor para la otra persona.
-
“Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar”: Nos
dice el texto que la persona es sorda y con dificultades para hablar, pero no
que esté incapacitada para ponerse por sí misma en movimiento. Por eso esta
expresión es significativa. En ella se muestra el valor de la amistad, el poder
y la fuerza del grupo o de la comunidad. ¡Cuánto nos necesitamos unos a los
otros! ¡Cuánto bien nos podemos hacer los unos a los otros! Quienes presentan
ante Jesús a este hombre con sordera aparecen de modo anónimo. No sabemos
quiénes son, si son familiares o amigos, ni siquiera cuántos forman el grupo.
Lo que podemos intuir es que estas personas buscan el mejor modo de ayudar a
quien tiene dificultad y son capaces de organizarse para ello. No solicitan
algo para sí mismos, sino el bien para quien está más herido por alguna causa.
Cada uno de
nosotros sabe cuál es su sordera, la que le incapacita para escuchar las
palabras y la Palabra, la que le cierra a la realidad que le rodea. Aquello que
le incapacita o bloquea. También cada uno de nosotros somos conscientes del
bien que podemos hacer a quienes nos rodean a través de ese gesto o palabra
oportuna, del acompañamiento personal o del abrazo en el momento preciso.
Unas relaciones
positivas requieren la capacidad para percibir y acoger cómo está el otro, pero
también para dejarse ayudar y acompañar por los demás. Porque, a veces, uno
mismo está tan bloqueado que no puede, por sí mismo, salir de la situación en
la que se halla. Si el sordo fue presentado ante Jesús es porque también
él se dejó presentar.
“Effetá (esto es “ábrete”)”: Es
la única palabra que Jesús pronuncia en este episodio. Pero lo hace junto a
numerosos gestos significativos: saca a la persona del entorno en el que se ha
mantenido sorda y con dificultades para hablar apartándola un poco del grupo;
le toca los oídos, la lengua… esas partes de su cuerpo donde se manifiesta el
bloqueo; eleva sus ojos al cielo como expresión de oración, de conexión
permanente con su Abba. El texto, con ello, nos hace fijarnos en la corporeidad
de Jesús. Nos habla de sus manos, de sus dedos, saliva, ojos, respiración… todo
su ser al servicio del bien.
Sólo pronuncia una palabra y,
sorprendentemente, no es “oye”, “escucha” o “habla”… Es “ábrete”. ¿A qué nos
invita hoy Jesús a abrirnos? ¿Qué apertura necesitamos para salir de nuestras
sorderas y enmudecimientos?
“Todo
lo ha hecho bien”: Esta es la
experiencia que Jesús nos ofrece. Al encontrarnos con Él su fuerza sanadora
rompe nuestras ataduras y bloqueos. Así, como el hombre del evangelio, también
nosotros experimentamos que se nos desata la lengua y podemos pronunciar
nuestra propia palabra. Una palabra que se multiplica en el grupo. Todos, a
pesar del deseo manifiesto de Jesús de que guarden silencio, no pueden dejar de
proclamar que Jesús sana y libera, que todo
lo hace bien.
El Reino consiste en que
los que excluimos dejemos de hacerlo, y los excluidos dejen de sentirse
excluidos a pesar de sus limitaciones. El objetivo de Jesús no es erradicar la
pobreza o la enfermedad, sino hacer ver que hay algo más importante que la salud
y que la satisfacción de las necesidades más perentorias. Sacar al pobre de su
pobreza no garantiza que lo hemos introducido en el Reino. Pero salir de
nuestro egoísmo y preocuparnos por los pobres sí garantiza la presencia del
Reino y puede hacer que el pobre descubra el Reino…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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