Reflexión domingo 5/01/2020
El misterio de la “encarnación”
Juan 1,1-18
Paz y
bien Amigos:
Este
domingo leemos de nuevo el prólogo del evangelio según san Juan. Allí tenemos
la afirmación más clara y fuerte de la divinidad y, a la vez, de la humanidad
de Jesús. Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios. “La Palabra era Dios”. Esa Palabra es el Hijo de Dios, que
existe desde la eternidad, junto al Padre Dios y al Espíritu Santo. Es, pues,
una persona divina, una persona espiritual. Ahí no se habla todavía de ningún
rasgo humano. Unos versículos más abajo, Juan dice: La Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros. Esa Palabra eterna del Padre, ese Hijo de Dios que
existía desde la eternidad, “se hizo carne”. Se “encarnó”, decimos nosotros. Es
el misterio de la “encarnación” del Hijo de Dios.
Ahora bien… ¿por qué “carne”? ¿Por qué no decir más simplemente “se hizo hombre”? En el lenguaje bíblico, “carne” es una palabra que designa al ser humano, todo el ser humano (no solo su cuerpo) marcando sobre todo su debilidad, su fragilidad, como dice el salmo: …carne, un soplo que se va y no vuelve más. (Salmo 78,39) Al decir que “la Palabra se hizo carne”, el evangelista nos está señalando que Jesús asumió nuestra humanidad, lo que incluye el hecho de ser mortal. Haciéndose hombre, el Dios inmortal, el Dios eterno, se hace mortal. Es tal vez por eso que somos especialmente sensibles a las representaciones de Jesús crucificado.
Aunque creemos en el Resucitado, la cruz nos recuerda hasta dónde llegó el amor de Cristo al hacerse uno de nosotros. No puedo terminar sin llamar la atención sobre el versículo siguiente: Habitó entre nosotros. Algunos lo traducen como “acampó entre nosotros”, “puso su tienda entre nosotros”. En aquel pueblo de pastores, que vivió durante siglos armando y desarmando sus carpas, la presencia de un Dios que “acampa” en medio de su Pueblo, que se hace vecino, que comparte la precariedad de la existencia, anticipa la plenitud del amor que se dará en su entrega en la cruz.
Ahora bien… ¿por qué “carne”? ¿Por qué no decir más simplemente “se hizo hombre”? En el lenguaje bíblico, “carne” es una palabra que designa al ser humano, todo el ser humano (no solo su cuerpo) marcando sobre todo su debilidad, su fragilidad, como dice el salmo: …carne, un soplo que se va y no vuelve más. (Salmo 78,39) Al decir que “la Palabra se hizo carne”, el evangelista nos está señalando que Jesús asumió nuestra humanidad, lo que incluye el hecho de ser mortal. Haciéndose hombre, el Dios inmortal, el Dios eterno, se hace mortal. Es tal vez por eso que somos especialmente sensibles a las representaciones de Jesús crucificado.
Aunque creemos en el Resucitado, la cruz nos recuerda hasta dónde llegó el amor de Cristo al hacerse uno de nosotros. No puedo terminar sin llamar la atención sobre el versículo siguiente: Habitó entre nosotros. Algunos lo traducen como “acampó entre nosotros”, “puso su tienda entre nosotros”. En aquel pueblo de pastores, que vivió durante siglos armando y desarmando sus carpas, la presencia de un Dios que “acampa” en medio de su Pueblo, que se hace vecino, que comparte la precariedad de la existencia, anticipa la plenitud del amor que se dará en su entrega en la cruz.
Por
medio de Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está
ya en la estratosfera ni en los templos ni en los ritos sino en el hombre...
Las consecuencias de esta verdad en nuestra vida religiosa serían tan
demoledoras que nos asustan; por eso preferimos seguir pensando en un Jesús que
es Dios que habita entre nosotros...
Gracias, amigos por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima
semana si Dios quiere.
Paz
y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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