domingo, 5 de abril de 2020

En una burrita y sin ejército...



Reflexión domingo 5 de abril 2020
En una burrita y sin ejército…
(Domingo de ramos)
Íbamos como sociedad por un camino, por un estilo de vida, por un “progreso” y de repente, nos han cortado ese camino. ¿Qué vamos a hacer ahora? Yo de momento, pararme y tratar de escuchar creativamente.
Necesito silencio. Escuchar, acoger, orar, contemplar. Que nos hable Dios, o mejor -Él ya nos habla, nos viene hablando - acoger sus palabras, mensajes.
En los actos religiosos y litúrgicos corro el peligro de la rutina, de la prisa: seguir los ritos y oraciones ¿Cuánto tiempo dedicamos al silencio activo? No para pensar sino como el terreno para acoger el agua, dejarnos mojar y empapar.
El coronavirus ha conseguido lo que no lograron guerras civiles o mundiales en algunos países católicos desde hace tiempo: que no se celebre la procesión de los Ramos. Es el primer acto de la liturgia de este domingo, que recuerda la entrada solemne (y suicida) de Jesús en Jerusalén.
La segunda parte de la liturgia no tiene ese carácter alegre y festivo. Se centra en la lectura de la Pasión según Mateo, que pretende desvelar su sentido. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento y muerte de Jesús? ¿Termina todo en el fracaso?
Entremos a lo nuestro amigos, hoy después de orar y compartir con mis hermanas, estas imágenes se quedan en mi corazón…
En tiempos de Jesús, Jerusalén era la capital de la región donde se concentraban los grandes poderes: económico, militar, político y religioso.

Jesús era un desconocido y no podía venir de Dios, había nacido en Belén y elegido vivir en Nazaret, lugares pequeños y periféricos «donde nada bueno podía salir de ahí». El domingo de ramos recordamos esa entrada de Jesús a Jerusalén «ahora si será un rey poderoso como David.

Seguido por un buen grupo y aclamado por muchos, es llamativo que entre en una burrita y sin ejército. Estaba siendo buscado por los poderes reinantes y Él se presenta ante ellos en su «propia cancha» a plena luz del día «con estadio lleno» por la fiesta de Pascua. Eso desconcierta a todos.
Algunos Fariseos del templo se enojaron. Y el imperio se inquietó...

Se despierta una esperanza para los pobres, y los considerados pecadores. Los cuales estaban excluidos de los bienes sociales, económicos e incluso de la cercanía de Dios. Un nuevo orden social más justo e inclusivo impondrá este nuevo rey.
Hay mucha devoción a la bendición de Ramos, en las misas, en las crucecitas que llevamos en el pecho, en el saludo Pascual ¿Son encuentro con el verdadero Jesús de Nazaret?  ¿Son humanizantes para los empobrecidos y considerados más pecadores? ¿O seguimos muriendo en la capital, en sus templos y ritos al servicio de los grandes poderes económicos que tienen el interés de que todo siga desigual, sin reconocer la presencia de Jesús en los excluidos y crucificados de hoy?
Lo novedoso que aporta Jesús es la presencia de Dios y la fuerza de Dios que se mueve con los medios “del pueblo” por eso es reconocido y proclamado a gritos "bendito el que viene en el nombre del Señor...". No buscando reconocimiento por lo material, por lo exterior sino por la vivencia y la proclamación de la verdad y la justicia. Su pertenencia y cercanía a los más empobrecidos y pecadores le da el poder de los muchos sin poder, que cuando se unen son capaces de liberarse de la opresión de cualquier imperio.
En la segunda parte de la celebración de hoy nos adentramos a escuchar su pasión y quiero rescatar esto: Jesús vuelve a invitar a hacer memoria en la cena con sus discípulos y discípulas la víspera de su muerte. Toma el pan y el vino para expresar a través de ellos su entrega y su renuncia, su fidelidad y la gratuidad que brota de su existencia. En el pan y el vino seguimos actualizando nuestra fe y nuestro seguimiento, conscientes de que el camino no es fácil porque la cruz es locura, injusticia y, con frecuencia, la esperanza se quiebra y parece abrirse una ventana al absurdo. Por eso es necesario recordar, hacer presente la Buena Noticia, ungir la vida con el perfume de la profecía.
Al final, la invitación es hacer memoria de la esperanza que sostiene nuestra fe. En los momentos difíciles que nos toca vivir, quizá, el miedo y la desconfianza puedan oprimir nuestro corazón, pero como las mujeres que ungieron y acompañaron a Jesús en sus últimos días en Jerusalén hoy seguimos llamadas y llamados a acompañar la cruz, a sostener la esperanza, a ungir la vida para que la Buena Noticia del Reino siga tendiendo un lugar en el mundo.
En estos días seguiremos profundizando cada gesto de Jesús…el jueves el lavatorio de los pies pero más que nada la ultima cena…el viernes nos entramos de lleno a contemplar la pasión…el sábado entramos al silencio, silencio que asombra y es digno de admirar y sentir porque desde el silencio nace la revolución del Dios vivo…el domingo será el dia donde la muerte llega hacer el paso a la vida eterna…unida a ustedes con la oración…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

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