jueves, 16 de marzo de 2017

El Evangelio es lo que da sabor a la comunidad humana.

Reflexión domingo 5 de febrero 2017
El Evangelio es lo que da sabor a la comunidad humana.
San Mateo 5,13-16
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
« ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria al Padre que está en los cielos».

“Ustedes son la sal de la tierra”, “ustedes son la luz del mundo”, dos símbolos que no necesitan demasiadas explicaciones. Como la sal da sabor a la comida, los cristianos estamos llamados a dar sabor a la vida. Basta un poco de sal, un kilo de legumbres, no necesita un kilo de sal, el exceso de sal es perjudicial. No sé, si durante muchos años, hemos querido llenar el cuerpo social, de la sal religiosa y eso ha producido una subida de tensión o una comida que era difícil de asimilar. El ama de casa sabe que hay que dar sabor, pero sin pasarse, el Evangelio es lo que da sabor a la comunidad humana.
Tenemos que aprender a vivir en minoridad, la sal se diluye en los alimentos y nos enseña la humildad. Nos lo repite Jesús en otros textos: El Reino es semilla, levadura, grano de mostaza…, no nos deja lugar al triunfalismo, parece decirnos: con poco-mucho. No necesitamos el aplauso, sino el testimonio, la autenticidad, el compromiso: “¿Por qué si la sal se vuelve sosa. No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente?”. El Reino crece, cuando nosotros los cristianos, desde el mensaje y dentro del mundo, aportamos los valores y la energía del Evangelio.
Somos también luz. Cuando no teníamos luz eléctrica, todos sabíamos que el candil, había que ponerlo bien alto, si queríamos iluminar cualquier estancia. En la oscuridad del mundo, en los momentos difíciles de la existencia, cuando parece que andamos ciegos, nosotros apuntamos la aurora. La luz, es un tema recurrente en los textos bíblicos y en nuestras celebraciones. Jesús es la luz y a nosotros se nos llama a vivir como hijos de la luz: “Alumbre así su luz a los hombres para que vean buenas obras y den gloria al Padre que está en el cielo”. No es fácil, dar luz a las diversas situaciones de la vida, aportar lo que vivimos y hacerlo, como les recuerda San Pablo a los Corintios en la segunda lectura: “Cuando viene a nosotros a anunciaros el testimonio de Dios.
Ser sal y luz es vivir en la pequeñez, ser testigos, acompañar a los que tenemos a nuestro lado, en la familia, el vecindario, el trabajo, recordándoles nuestra sencilla fe, que es lámpara frágil, comida cotidiana sabrosa. Nuestra fe, es el esfuerzo por ver y hacer ver, llama de amor viva, faro en el mar, foco en el sendero, luna llena en la noche, poco más y poco menos, lo que hace que nuestra vida, tenga dirección y sentido. Ofrecérselo a otros, sin mucha elocuencia sino haciendo que nuestras actitudes, nuestros gestos y acciones, hablen por sí mismos, es el mejor método evangelizador.
Nuestras parroquias y comunidades, en esta semana (el jueves) que hemos celebrado la fiesta popular de la Candelaria, de la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada, deben mantener encendida esa luz, que se nos otorgó en el bautismo. Se nos llamó y se nos llama para ser luz y sal, hoy más que nunca es tiempo de iluminar y salar.   
PAZ Y BIEN                                                          
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazòn
Fraternidad Eclesial Franciscana


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