Reflexión domingo 10 de diciembre 2017
Iglesia,
profeta de esperanza…
Marcos 1,1-8
El Evangelio de este domingo nos presenta la figura de un
profeta, el último de los profetas del Antiguo Testamento: Juan el Bautista.
Fue el precursor de Jesús. Puso toda su vida al servicio de una misión
concreta: anunciar a los hombres de su tiempo que el Mesías, el Salvador,
estaba a punto de llegar, que había que preparar los caminos y los corazones
para su llegada. Lo que Juan esperaba y anunciaba era algo tan nuevo que todo lo
demás se le había quedado viejo. Ya nada valía la pena. Por eso se retiró al
desierto y vivió en la pobreza. Su mirada y su vida estaban puestas en el
futuro. En el que iba a venir. Juan no se situó nunca en el centro. No decía a
los que le escuchaban que le siguiesen o que hiciesen lo que él hacía. Sólo les
avisaba para que estuviesen atentos, para que se preparasen. Juan fue un
profeta: vocero de Dios para los hombres.
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La figura de Juan el Bautista nos da
algunas de las claves que deben caracterizar la vida de la iglesia en todo
tiempo y lugar. También en nuestro tiempo y en nuestro país. La iglesia, cada
comunidad cristiana, cada parroquia, debe ser profeta de Dios en nuestro mundo.
Como Juan, la iglesia no está en el mundo para anunciarse a sí misma, sino para
anunciar la presencia salvadora de Dios entre los hombres. La Iglesia no existe
para sí misma, para perpetuarse. Su centro es el Evangelio. Su misión es llevar
el Evangelio al corazón de todos los hombres y mujeres e ir haciendo realidad en
nuestro mundo el Reino de Dios. Nuestra vida y obras deben dar testimonio de
que Dios llega y quiere llegar a los corazones de todos los hombres y mujeres.
Como Juan, la iglesia tiene que saber utilizar la palabra y las obras para dar
esperanza y vida a los hombres y mujeres de nuestro mundo.
En Adviento, Juan el Bautista es modelo para la comunidad
cristiana. Como él, tenemos que saber que detrás de nosotros viene el que puede
más que nosotros. Que nosotros sólo somos sus voceros y anunciadores. La única
misión de la Iglesia es evangelizar. La única razón de su existencia es
anunciar a los hombres que la salvación está llegando, que está ya presente en
nuestro mundo.
¿Cómo anunciamos que el Mesías, el
Salvador, ya está presente en nuestro mundo? ¿Quizá estamos tan bien en nuestra
comunidad, nos queremos tanto, que nos olvidamos de la gente que está esperando
nuestro mensaje? ¿Qué gestos o signos hacemos para dar esperanza a los que no
la tienen o la han perdido? ¿Qué palabras usamos?
Paz
y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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