Reflexión
domingo 31 de julio 2016
Descuidamos el
compartir…
Lucas 12,13-21
Hay dos
claras situaciones sobre las que nos invita a reflexionar Jesús el día de hoy.
Lo primero es respecto a aquella tentación de
ponerlo a Él de juez entre nosotros y su rechazo a jugar este papel, porque Él
no ha venido para eso. ¡Ojo! Este es un grave error en el que caemos con alguna
frecuencia. Nosotros hemos sido dotados de todas las cualidades y capacidades
que debieran servir para entendernos. Precisamente estamos obligados a
construir relaciones armoniosas basadas en estos recursos, siendo el amor su
producto más caro.
Nosotros
hemos sido creados para el amor y en es esto debemos esforzarnos en lograr. El
amor es eso: una construcción que vamos desarrollando en base a esfuerzo. Quien
no lo entiende así, está totalmente equivocado. ¡Qué fácil resulta pedir que
nos de esto o aquello! Acostumbrarnos a exigir y esperar consideraciones, sin
estar dispuestos a dar nada a cambio. Este es el “engreimiento” en el que caen
muchos niños y jóvenes de hoy como resultado de relaciones que distorsionan el
amor, convirtiéndolo en un interruptor, en un botón, en el clic que debemos
oprimir para conseguir nuestra propia satisfacción. Y les dijo: «Miren y
guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está
asegurada por sus bienes.
¡Qué fácil y
qué cómo resulta pedirle a Dios que resuelva nuestros problemas, como si no
tuviéramos en nuestras manos la capacidad para hacerlo! Dios nos ha dotado de
todo lo necesario para el amor, pero nosotros hemos querido edificar un mundo
de espaldas a Dios y al amor, como si esto fuera posible. Basados en nuestras
capacidades y cualidades, hemos decidido “independizarnos” y hacer lo que nos
apetece, como el adolescente aquel que se larga de su casa, en busca de fortuna
o de placeres, drogas y alcohol, desoyendo a su “aburrido y anticuado” padre,
sintiéndose dueño del mundo, infalible y capaz de cualquier cosa, porque dos o
tres le salieron a pedir de boca.
Pasar por
encima de las pretensiones de otros resulta muchas veces más fácil de lo que
parece para el arrogante, cínico y prepotente. Son “trucos o astucias” que se
van aprendiendo para alcanzar el “éxito” que “todos” buscamos a cualquier
precio. Allí es donde nacen el popular “es normal” y “si todos lo hacen, por
qué no yo”, que se han llegado a convertir en la norma del proceder popular.
Hacer lo que todos hacen parece garantía suficiente de corrección. Es entonces,
cuando las cosas no salen como habíamos previsto, que volvemos los ojos a Dios
para que nos arregle la ofensa y Él no está para eso. Si quieres hacer las
cosas bien, si quieres justicia, si quieres perdón, empieza por amar. Y
les dijo: «Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la
vida de uno no está asegurada por sus bienes.
Lo segundo, que se
deriva de esto mismo, es que no hay nada en este mundo que valga más que la
vida, que nada ni nadie la puede asegurar para la
eternidad, excepto Dios y el Amor, que finalmente son dos palabras para
expresar lo mismo. Se engaña quien hace el propósito de su vida asegurarse
bienes para pasar todos los inviernos que se avecinan, porque no sabe si quiera
si llegará al próximo. No podemos vivir depositando nuestra confianza en la
cantidad de bienes o dinero que atesoramos, porque por hacerlo descuidamos el compartir con nuestros hermanos, amigos,
vecinos y la sociedad en su conjunto.
Todo lo que atesoramos, que al momento muchas veces inesperado de nuestras muerte dejamos teóricamente como herencia a nuestros descendientes, constituye la prueba irrefutable de nuestro poco o ningún compromiso con el bienestar de nuestros hermanos, que habrá de señalarnos como responsables de su pobreza, enfermedades, persecución, injusticia e incluso muerte, porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, tuve frio y no me diste abrigo, no tenía donde refugiarme de las inclemencias del clima, ni donde dormir y no me diste techo…No podemos vivir de espaldas a Dios y aquel que se dedica a acumular y atesorar, por más loable que parezcan sus motivos, como dejar algo para sus hijos, está diciendo que no cree en Dios, que no confía en su Providencia; que solo él es capaz de cuidar y velar por su descendencia, como no lo haría ni Dios. Otro cargo más sobre el que tendremos que responder. ¿Qué diremos? ¡Ordenemos nuestras vidas, no seamos necios! ¡Demos prioridad a lo que realmente merece en orden a Dios! Y les dijo: «Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.
Todo lo que atesoramos, que al momento muchas veces inesperado de nuestras muerte dejamos teóricamente como herencia a nuestros descendientes, constituye la prueba irrefutable de nuestro poco o ningún compromiso con el bienestar de nuestros hermanos, que habrá de señalarnos como responsables de su pobreza, enfermedades, persecución, injusticia e incluso muerte, porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, tuve frio y no me diste abrigo, no tenía donde refugiarme de las inclemencias del clima, ni donde dormir y no me diste techo…No podemos vivir de espaldas a Dios y aquel que se dedica a acumular y atesorar, por más loable que parezcan sus motivos, como dejar algo para sus hijos, está diciendo que no cree en Dios, que no confía en su Providencia; que solo él es capaz de cuidar y velar por su descendencia, como no lo haría ni Dios. Otro cargo más sobre el que tendremos que responder. ¿Qué diremos? ¡Ordenemos nuestras vidas, no seamos necios! ¡Demos prioridad a lo que realmente merece en orden a Dios! Y les dijo: «Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.
La
invitación que nos hace Jesús es que descubramos que Él es nuestra riqueza…no
perdamos el timón.
Buen inicio
de semana, que Dios nos ilumine siempre.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy
Cazón
Fraternidad Eclesial
Franciscana