Reflexión 31 de mayo 2017
Ambas en estado de buena esperanza…
Lucas 1,39-56
A la sombra del encuentro entre María e Isabel, contemplando su modo de
visitarse, tomamos conciencia del tejido relacional que conforma nuestras
vidas. Es un tiempo para orar las relaciones, para ver las que necesitamos
todavía seguir colocando bien y aquellas que se han dañado y quisiéramos
reparar. También para agradecer las relaciones que nutren nuestras vidas. Traer
al corazón a las personas significativas que nos han hecho gustar del agua del
amor en nosotras y sus efectos buenos. Recoger su cosecha para poder ofrecerla,
recolectar pequeños gestos de cariño, de escucha, de confianza, de paciencia…
que han tenido con nosotras.
En la conocida
escena de la Visitación (Lc 1, 39-56)
nos encontramos con la reunión de dos mujeres y un canto de acción de gracias,
profecía y alabanza a Dios y a la vida.
Se encuentra enmarcado entre:
-
los iconos de las anunciaciones: María / Isabel.
-
y los iconos de los nacimientos: Juan / Jesús.
Convirtiéndose
en clave de lectura que nos ayudan a ver a Dios aconteciendo en la realidad
concreta.
Escenario:
-
dos parejas: Isabel y
Zacarías, que creen y esperan en las promesas hechas por Dios a su pueblo y a sus familias. Este
creer lo viven
desde la cotidianidad del trabajo
y del amor, de la espera,
la oración y la búsqueda.
-
Los 4 se convierten en modelos
de quien sabe confiar, esperar y actuar
(aún en medio del desconcierto).
María para visitar
a Isabel emprende un viaje. El VIAJE es la gran metáfora del camino de la fe.
¿Qué significa para nosotras el
camino?
∞ salir aprisa al encuentro de la vida,
∞ dejarse tocar por la realidad
del otra/o para buscar
juntas/os el Reino
∞ saber
estar.
Por
ello estamos invitadas a:
§ dar
el primer paso,
§ a entrar en diálogo con la cultura actual, para entender
su complejidad, sus sueños, sus preocupaciones, sus expectativas, sus esperanzas, y poderle ofrecer una Palabra de Vida
§
a cantar la acción de Dios reconocida a lo largo de las generaciones (a hacer eco de nuestros grandes y pequeños
MAGNIFICAT),
§
a poner en juego nuestra dimensión mística y profética,
§
a ser tejedores
de relaciones y artífices de transformaciones a
todo nivel: personal, social, eclesial y ecológico, invitando a soñar otra posible
humanidad… y que otro mundo es posible. Siempre con una mirada esperanzadora.
En la escena,
desarrollada en un ambiente doméstico (casa), las dos mujeres toman la palabra,
a la vez que encarnan y proclaman la misericordia de Dios. El Espíritu las
impulsa, ilumina y guía.
En su recorrido, el
texto nos lleva a valorar el encuentro entre la tradición (Isabel: la promesa
de Dios) y la propuesta joven, nueva, inédita de Dios (María).
∞ Las dos mujeres se encuentran en distintos
momentos vitales: Isabel en la tercera etapa de su vida y María, en la primera.
∞ La una estéril y anciana; la otra joven y
célibe.
∞ Ambas portadoras de una vida mayor que ellas
mismas, conocedoras del misterio que crecía en su interior.
∞ Ambas se encuentran fuera de la norma social:
Isabel es demasiado mayor para concebir, y María está embarazada sin mediar
matrimonio.
∞ María se pone en camino (viaje = metáfora de
la fe) para dejarse tocar por la realidad de Isabel y buscar juntas la voluntad
de Dios y hacer germinar la semilla del Reino.
∞ Ambas sintieron no sólo alegría en el abrazo,
sino también la conmoción y las dudas (¿qué? ¿cómo?).
∞ Se aceptan la una a la otra en el momento en
que están.
∞ Se reconocen y se confirman, se afirman
mutuamente.
∞ No juzgan ni valoran en función de lo que la
sociedad considera correcto o incorrecto.
∞ Comprenden lo que para cada una de ellas
significa que algo nuevo esté creciendo en su interior.
∞ Gracias a Isabel, María ve desde una nueva
perspectiva el bien que Dios le ha hecho. Sus dudas y miedos se han
transformado en alegría, en canto de alabanza (personal y colectivo).
∞ Ambas embarazadas (in utero), en la común experiencia de la maternidad. El vientre
fecundo es signo revelador de la potencia de Dios, que puede transformar el
cuerpo y la vida de una mujer estéril o virgen y hacerla fértil.
∞ Ambas en estado de buena esperanza.
∞ Desde sus distintos momentos vitales, se van
ayudando a esperar y a pasar el proceso del alumbramiento, diferente para cada
una porque son diversas las etapas que viven.
∞ Cada una se convierte en matrona, en partera
de la otra. Las dos saben de espera y de dolores de parto.
∞ Ambas reflejan la capacidad femenina, de ser
gestadora de vida y reconocer su sacralidad, de hacer espacio a la otra, de
reconocer el kairós de Dios como un
tiempo para tejer afectos y “hacer posible” (¡hagamos que acontezca! ¡hagamos
que suceda!) las relaciones humanas.
∞ Dos mujeres, dos profetisas embarazadas plenas del
Espíritu gritando, con alegría, advertencias y esperanzas para el futuro.
∞ Ambas se ofrecen lo que tienen en sus vientres.
∞ María e Isabel intercambian lo que son y lo
que Dios ha ido haciendo en ellas: en sus cuerpos se oculta el poder de Dios,
que se manifiesta en las personas ancianas
-como Isabel-, en los no nacidos,
en las madres solteras y en los pobres.
∞ Para Isabel no es nada difícil reconocer la gracia
en María, pues ella ha identificado bien la gracia en su propia vida y le
transmite a su prima (compañera – hermana) su propia confianza en Dios.
∞ Entre ellas todo acontece de prisa, sin
demora, con prontitud.
∞ La visitación nos hace percibir lo valioso del
encuentro entre dos mujeres y la presencia de Dios en medio de ellas. “Toda mujer necesita hablar con otra que
conoce lo que significa vincularse a las intenciones de Dios. Los ánimos que se
dan mutuamente les permiten seguir adelante con más confianza y alegría, a
pesar de la lucha que tienen todavía por delante” (Elizabeth Johnson).
∞ La visita (encuentro) pone en movimiento los “resortes” del plan de
Dios.
∞ María se pone pues en camino y seguramente
que va en compañía de José. Las mujeres de Oriente no hacían nunca solas
desplazamientos de importancia: eran unos cuatro días de marcha. Consideremos
este camino que harán juntos como el icono del camino que tenemos que hacer en
comunidad. Porque es cierto que existe una distancia entre nosotras y con otros/as.
Desde los más alejados por la raza, el ambiente, las ideas o la fe, hasta los
más próximos. Distancia que crean la timidez, el respeto humano, el orgullo, la
negativa a dar el primer paso, la dificultad de comunicarse. O muro de
silencios acumulados, de desconfianzas irrazonadas, de golpes bajos de unas
contra otras. Estamos llamadas a franquear esta distancia.
∞ Ambas mujeres expresan dos movimientos… vida que
sale, vida que queda.
∞ Un camino de encuentro que genera nuevos puntos de
partida.
∞ El encuentro con la otra/o nos permite
revelar nuestra identidad, reconocernos e interpretarnos en la riqueza de la
diferencia (HI CLAR 2015-2018).
∞ En la visitación, las mujeres encuentran en el
“diálogo fecundo” la fuerza para profetizar, y en la amistad que reconforta y
da sosiego, son sostenidas por el amor de Dios y a Dios.
∞ Ambas mujeres cultivan esa
capacidad de hospedar, de hospedarnos unas a otras. Nuestras comunidades han de
ser hogares de vida… Esos hogares en los que nos dan ganas de “permanecer 3 meses” (Lc 1, 56)… de
permanecer toda la vida!
¿Qué visita recibí de mis hermanas/os? ¿Qué aprendí de ellas/os? ¿Qué ofrecí yo?
¿Qué “viajes” (visitas)
me siento invitada a hacer?
Desde el corazón de la
MISIÓN
La
Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los
demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin
rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la
ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para
acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del
hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese,
pueda entrar sin dificultad (EG 6)
Hoy
que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de
predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el
Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a
los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de
una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un
hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el
amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle,
en la plaza, en el trabajo, en un camino (EG 27).
Que la Virgen María nos bendiga siempre...
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana