viernes, 19 de mayo de 2017

No les dejaré hueérfano...

Reflexión domingo 21 de mayo 2017

No les dejaré huérfanos…
Juan 14.15-21

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: "Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. 
Y yo rogare al padre, y Él les dará otro paráclito para que esté siempre con ustedes.

el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. 

No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. 

Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. 

Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. 
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". 
Palabra del Señor.


Amigos hoy tenemos una reflexión donde dejaremos que sea el Espíritu de la verdad el que nos ilumine, porque somos hijos de un Dios que no nos deja huérfanos porque es un Padre que ama a sus hijos por eso, nunca los cristianos nos sentimos huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús ha sido llenado por la presencia viva del Espíritu del resucitado. Este Espíritu del Señor llena la vida del creyente. El Espíritu de la verdad que vive con nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en la verdad. Lo que configura la vida de un verdadero creyente no es el ansia de placer ni la lucha por el éxito ni siquiera la obediencia estricta a una ley, sino la búsqueda gozosa de la verdad de Dios bajo el impulso del Espíritu.
El verdadero creyente no cae ni en el legalismo ni en la anarquía, sino que busca con el corazón limpio la verdad. Su vida no está programada por prohibiciones sino que viene animada e impulsada positivamente por el Espíritu.
Cuando vive esta experiencia del Espíritu, el creyente descubre que ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta la conciencia, sino que es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con una espontaneidad que nace no de nuestro egoísmo sino del amor.
Una espontaneidad en la que uno renuncia a sus intereses egoístas y se confía al gozo del Espíritu. Una espontaneidad que exige regeneración, renacimiento y reorientación continua hacia la verdad de Dios.
Esta vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración. Es la verdad de Dios que genera en nosotros un estilo de vida nuevo enfrentado al estilo de vida que surge de la mentira y el egoísmo.
Vivimos en una sociedad donde a la mentira se la llama diplomacia, a la explotación negocio, a la irresponsabilidad tolerancia, a la injusticia orden establecido, a la sensualidad amor, a la arbitrariedad libertad, a la falta de respeto sinceridad.
Esta sociedad difícilmente puede entender o aceptar una vida acuñada por el Espíritu. Pero es este Espíritu el que defiende al creyente y le hace caminar hacia la verdad, liberándose de la mentira social, la farsa de nuestra convivencia y la intolerancia de nuestros egoísmos diarios.
Se ha dicho que el cristiano es un soldado sometido a la ley cristiana. Es más exacto decir que el cristiano es un «artista». Un hombre que bajo el impulso creador y gozoso del Espíritu aprende el arte de vivir con Dios y para Dios.
Según el evangelio de Juan, «Paráclito» significa defensor, protector o intercesor. En un contexto jurídico, significa abogado que defiende o ayuda a un acusado. El Espíritu es el abogado defensor de Jesús: da testimonio, reconoce su palabra y lo glorifica. También es el abogado de sus discípulos: les recuerda las palabras de Jesús, hace presente en ellos al Señor, les hace valientes en el mundo y los defiende en la persecución. Tiene, pues, una doble función de defensa: por Cristo ante el Padre y por Cristo ante los discípulos. Sin Defensor nos quedamos huérfanos o desamparados, a merced de los poderosos. Con la ayuda del Defensor se mantiene vivo el mensaje de Jesús y se edifica la comunidad en el mundo.
Jesús anuncia en la última cena la venida del Defensor. Cuando él haya partido, volverá en las apariciones pascuales (en las eucaristías) y en los últimos tiempos (en la Parusía). Estará presente en los discípulos, pero será opaco al sistema de «este mundo», incompatible con el Espíritu.
Las funciones del Defensor son varias: la primera es la de «enseñar» todo lo que ha dicho Jesús: es «Espíritu de la verdad». Por consiguiente, recordará la verdad. En segundo lugar, el Defensor será testigo de Jesús frente al mundo; este testimonio se manifestará en la predicación apostólica y en los signos cristianos. En tercer lugar, el Defensor será el «acusador del mundo» en materia de pecado, de justicia y de juicio. El mundo será convencido de pecado; se hará justicia a Cristo, y será condenado el Príncipe de este mundo.

Podemos preguntarnos durante esta semana:
¿Tenemos experiencia del Espíritu de Dios?
¿Cuándo nos dirigimos a Él?
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón

Fraternidad Eclesial Franciscana

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