miércoles, 28 de febrero de 2018

Miremos nuestras manos y nuestras vidas...

Reflexión domingo 8 de octubre 2017
Miremos nuestras manos y nuestras vidas…
Mateo 21,33-43
 Cualquier campesino nos podría hablar largo y tendido de lo que significa de verdad cuidar los campos. Son muchos los trabajos, las preocupaciones, los sudores que se lleva consigo una buena cosecha. Es como hacer una inversión a largo plazo y con mucho riesgo. Porque hay una serie de elementos que el dueño de la tierra no es capaz de controlar. Por su parte puede poner todo el trabajo y cuidado posible. Pero no puede controlar el clima, las heladas o las sequías. Tampoco puede controlar cómo van a trabajar los empleados. Al final, todo se tiene que confiar un poco a la providencia, a la mano de Dios. No puede ser de otra manera. Cualquier campesino nos lo dirá.
      El Evangelio de hoy cuenta la historia de un terrateniente que quiso cuidar sus campos. Los cuidó lo mejor que pudo. Pero se tuvo que ir y los trabajadores que dejo al cargo de la viña se creyeron que eran los dueños. Quisieron quedarse con los frutos. Hasta el punto de que, cuando el amo envió a sus criados a buscar la cosecha, los mataron. Se atrevieron a matar incluso a su hijo. El señor se enfadó y con razón. 

      Miremos nuestras manos y nuestras vidas. La humanidad, nuestra familia, nuestra vida es la viña del Señor. La ha creado y cuidado con amor. Y la ha puesto en nuestras manos. Somos responsables de recoger la cosecha, de vivir nuestra vida en fraternidad, en amor, en comprensión y en justicia. El fruto que Dios quiere es la vida del hombre, es nuestra vida. No somos dueños de ella. Es un regalo que Dios nos ha dado y que nos pide que cuidemos de él con amor, que lo hagamos crecer en libertad y fraternidad. 
      Hoy le vamos a pedir al Señor que no nos abandone, que no sea como el amo de aquella tierra, que se tuvo que ir y dejó a los trabajadores solos. Para que no caigamos en la tentación de creernos que la vida es nuestra. Para que todas las mañanas sepamos mirarle a los ojos al empezar el día y reconocer a nuestro Dios y Creador y le digamos que vamos a seguir trabajando en su viña, para hacer un mundo más justo, más humano, más fraterno. Porque ese es el fruto que el quiere que demos. Le vamos a pedir que nos acompañe a lo largo de esta semana que empieza, para que nunca nos sintamos lejos de su presencia misericordiosa, para que nunca caigamos en la tentación. 
       ¿De qué modo cuidamos la viña en que nos ha puesto el Señor? ¿Tratamos de cuidar y promover la vida que el Señor ha puesto en nuestras manos? ¿Y la vida de nuestros hermanos y hermanas? ¿Le damos las gracias todos los días por ese inmenso regalo?
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana


No hay comentarios:

Publicar un comentario