jueves, 15 de octubre de 2015

Testigos del poder y del servicio…



       Reflexión  domingo  18 octubre 2105
Testigos del poder y del servicio…
Marcos 10, 35-45
           Marcos es el evangelista que se muestra más duro frente a lo que califica como “ceguera y sordera” de los discípulos para ver y entender el mensaje de Jesús.
         La contraposición con las actitudes del Maestro se pone de manifiesto, de un modo especial, en los llamados “anuncios de la pasión”. Mientras Jesús presenta su camino como “entrega” hasta el extremo, ellos son presa del miedo o discuten por cuestiones de poder o de “importancia” dentro del grupo. Y hoy también lo podemos constatar.
          El contraste es grande entre la actitud de donación de Jesús y el deseo de poder de los discípulos; Santiago y Juan se atreven a pedirle los primeros puestos en el gobierno que, piensan. Los otros diez apóstoles no son mejores, sino que se enfadan con los dos hermanos porque ellos también desean una parte del pastel del nuevo reino. Jesús los reúne a su alrededor y, con mucha paciencia, como un Maestro que explica cosas complicadas a niños pequeños, les pone delante una comparación. Por un lado están los poderosos de la tierra, y por otro «ustedes ». Los que figuran como gobernantes se basan en la opresión, en el dominio, pero «entre ustedes no debe ser así …»
         Jesús es claro: "No saben lo que piden" En el diálogo, se aprecia que, pese a usar la misma lengua, en realidad hablan idiomas distintos ¿Acaso nosotros entendemos mejor? Cuántas veces usamos palabras y expresiones ortodoxas y, precisamente por su corrección, no nos damos cuenta de que no entendemos. Y no me refiero a que no entendamos  racionalmente, sino a que podemos creer que creemos o que creemos más de lo que en realidad creemos.
         Pedir un lugar determinado no es lo propio del verdadero discípulo, desde la eternidad Dios tiene para cada uno una vocación, un destino. Lo que debemos hacer no es decirle al Señor el puesto que quisiéramos tener, sino responder a la llamada concreta que a cada uno personalmente hace y que, en todos los casos, por muy diversas que sean unas de otras, pasan siempre por el seguimiento de Cristo, por apurar la misma copa e en las mismas aguas "El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos". 
         La comunidad de Jesús tiene unas características tan especiales que la hacen diferente y llamativa en cualquier  época o cultura donde quiera encarnarse. Ahora Jesús añade el criterio del «servicio» una vez más, que será  y es la clave de las relaciones dentro de la comunidad cristiana. Nada se debe hacer o decidir dentro de la Iglesia que no sea para servir mejor a los hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados y débiles.
        Ningún cristiano puede pasar desapercibido; aunque no quiera, en medio de una sociedad que se mueve fundamentalmente por intereses, aquel que se dedique a servir gratuitamente tiene que brillar como un faro en la oscuridad. Cualquier grupo cristiano que viva realmente como Jesús, o que se esfuerce por intentarlo, llamará tanto la atención que los que lo vean se deberán preguntar, al menos, como puede ser que exista gente tan loca como para seguir un crucificado.
       La cruz  es la que nos da nuestra identidad. Jesús mismo lo dice al final de la lectura de hoy: dar la vida en rescate. No es una muerte por casualidad, es una donación total, absoluta, generosa, incondicional; Jesús no nos ha exigido nada antes de decidirse a dar la vida por nosotros; Jesús no nos  ha puesto condiciones, «cuando hagas esto y aquello entonces daré la vida por ti». Jesús se ha lanzado a amar, se ha echado adelante con la esperanza puesta en nosotros, deseando que lo siguiéramos… Debemos reconocer que Jesús tenía y tiene una confianza en nosotros muy superior a nuestra propia autoestima. Y nosotros, ¿qué hemos hecho?
         Pero es muy bueno que hoy Jesús nos de este evangelio para profundizar un poco sobre el poder: El poder, en cualquiera de sus formas e intensidades, constituye una de las tentaciones más fuertes para el ser humano. El motivo es simple: nace de la necesidad del yo de autoafirmarse. Y a él se vinculan además sensaciones (aunque ilusorias) de seguridad y de libertad. En efecto, se tiene la creencia de que, al tener más poder, uno se sentirá más seguro y podrá hacer lo que le apetezca. Si tenemos en cuenta que la persecución de tales “ideales” constituye la esencia misma del yo, nos será fácil advertir que el poder aparezca como una de las tentaciones más intensas. 
         ¿Dónde radica la trampa? Como en cualquier otro caso, en la mentira. Todo lo que nos aleja de la verdad que somos; produce necesariamente confusión y sufrimiento. Lo cual es válido también en esta otra formulación: siempre que experimentamos confusión y sufrimiento es señal de que estamos desconectados (alejados) de la verdad que somos.    De esta comprensión nace también el comportamiento que propone Jesús, a partir de su propia práctica de servicio y entrega: “El que quiera ser grande, sea el servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.  
            Debo confesar que cuando observo nuestra querida Iglesia se me cae el alma a los pies y se alza mi espíritu al cielo al mismo tiempo. Encuentro en ella muchos testigos del Poder, dominio y también muchos de servicio, muchos de opresión y muchos de generosidad entregada. Por una parte, descubro en muchos el gusto por una estética que marca las diferencias. Vestidos, casi como disfraces, gestos afectados y discursos grandilocuentes que quizás tuvieran su razón de ser en otros momentos y en otras épocas, pero que ahora son un obstáculo para lo que pretenden comunicar. Hay gente que hace sus cálculos para subir escalones de poder y de dominio, y que cree que se sitúa así fuera de la órbita de las personas «normales».
        Por otra parte, muchísimos otros son testigos del servicio, se dedican con sencillez y humildad a dar a conocer a Jesús, a actuar con su amor, a dar la vida a gente que no tiene nada para corresponder, y que quizás ni es capaz de sonreírles.  Las vidas entregadas por amor se cuentan por muchos miles en la misma Iglesia en que vivimos.

           Como he dicho al principio, el cambio que Jesús nos pide toca raíces que creíamos fundamentales de nuestra forma de vivir y esto lo logra con solo darnos su PALABRA. Aquel que se entrega al servicio se expone y se vuelve vulnerable. Aquel que renuncia al dominio y está dispuesto a ser el último, será, efectivamente, lanzado en los rincones donde no moleste, porque la mayoría seguirá corriendo, dándose codazos, para subir más que el de al lado. Jesús no está haciendo una clase para alumnos aplicados, está planteándonos una nueva forma de vida que hará que nos dejemos la piel a su lado.
El reto está lanzado. ¿Lo aceptaremos?
           Y una de las mayores gracias que nos puede hacer el Señor es que nos haga ver que no vemos, que nos diga que no sabemos, que nos ponga en el lugar del personaje del próximo domingo para pedir lo que éste pide.
Que el dios de la vida y de la historia nos bendiga siempre.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana




        

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