miércoles, 27 de enero de 2016

Proclamación del Padre

Reflexión domingo10 enero 2016
Proclamación del Padre…
Lucas 3,15-16.21-22
Dicen los entendidos que las fiestas de Navidad, Epifanía y el Bautismo se complementan, pues nos hablan de la manifestación de Dios por medio del Hijo y hoy además en el Espíritu. En el texto aparece toda la comunidad trinitaria: la voz del cielo (el Padre), la paloma (el Espíritu) y el Hijo. No es por lo tanto un relato cualquiera, sino un momento inicial y central en la vida de Jesús. Al ser bautizado, Jesús tomo conciencia de la misión a la que era llamado por el Espíritu, (misión que podemos entender leyendo toda la primera lectura  de Isaías). El bautismo es el nacimiento a los tres años de vida pública de Jesús y la proclamación por parte del Padre: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
“Yo los bautizo con agua; Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”, ¿hay dos tipos de bautismo?, parece que sí. Siendo el bautismo la puerta de entrada a la Iglesia, el verdadero nacimiento del cristiano, no es por tanto un rito más, sino un compromiso, una llamada para seguir las insinuaciones del Espíritu. En muchas ocasiones olvidamos el Espíritu y lo más importante creemos, que son  nuestras normas, (no están casados, los padrinos no están confirmados…), no falta razón y es verdad que en nuestros países hay muchos que podríamos decir que están bautizados con agua, incluso este es un tema que en las comunidades y en los sacerdotes produce una cierta esquizofrenia.
El mismos Papa nos recuerda: “La Iglesia en salida es una Iglesia con las puertas abiertas. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es la puerta, el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (Evangelii Gaudium, nº 47)
Lo esencial es que todos hemos recibido el Espíritu que nos invita a un compromiso con la justicia: primera lectura y segunda: “paso haciendo el bien”; a trabajar por la unidad y reconciliación de todos los hombres; a la vivencia de la igualdad y la fraternidad. Él es una paloma que nos trae la libertad interior y que Pablo opondrá en muchas ocasiones a la letra, la carne, la institucionalización, la ley, la rigidez, el formalismo. Por eso no podemos recibir un bautismo nuevo, si no nos desprendemos de nuestro egoísmo, de nuestros esquemas, de la comodidad e instalamiento. Necesitamos dejarnos invadir por ese viento que nos lleva más allá de nuestros cálculos, tradiciones, teologías, códigos, pastorales. Nada puede atar al Espíritu.
El bautismo es un serio compromiso como lo fue para Jesús, bautizar por tradición o costumbre no deja de ser un contrasentido. Pero negar la fuerza del Espíritu, es en ocasiones estar centrados demasiado en nosotros mismos, destacar constantemente los errores ajenos, no estar abiertos al perdón, a la ternura, en definitiva al Evangelio. No es fácil el dilema; como dice el texto: “Mientras oraba, se abrió el cielo”, oremos. Quizás la Iglesia necesite retirarse un tiempo para purificarse de tanto polvo acumulado, dejándonos todos invadir por el Espíritu que sopla fuertemente sobre tantos hombres que aman la justicia.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón

Fraternidad Eclesial Franciscana

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