viernes, 20 de marzo de 2015

Quien quiere ver a Jesús



Reflexión domingo 22 de marzo 2015
 
Quien quiere ver a Jesús
Juan 12, 20-33
El texto del Evangelio de hoy nos sitúa en las puertas de la Semana Santa y nos presenta primeramente una actitud que tenemos que tener antes las fiestas que se nos avecinan; esa actitud es la búsqueda. “Quisiéramos ver a Jesús”, el ser humano es un ser que busca: belleza, felicidad, amor, sentido, esperanza, respuestas, plenitud, verdad. Y en esa búsqueda queremos una referencia que nos sirva de orientación, que aclare nuestra oscuridad, que motive nuestro esfuerzo, que nos haga crecer. Hay muchas ofertas de respuesta. La de Jesús es la cruz: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”, lo suyo es ser grano de trigo, no amarse a sí mismo, ser servidor. No se asemeja mucho a lo que quieren oír las gentes, por eso hablamos del misterio Pascual. Quien sólo piensa en sí mismo está equivocado, quien piensa la vida como una realidad que afecta a todos y en la que estamos embarcados de modo comunitario, está en lo cierto. Quien se encierra en sí mismo y se sirve de los demás se frustrará, quien piensa en los demás y busca el modo de ayudarles, ese encontrará lo que buscaba. Es una respuesta paradójica no basada en la fuerza del poder, sino en la fuerza del amor y en la debilidad de la muerte: “si muere, da mucho fruto”. Aquí la muerte no es la negación de la vida.
Todo el amor que Jesús recibe del Padre, nos lo entrega, esto hace posible la salvación; se ha roto la separación entre Dios y el hombre, se crea una nueva alianza. En Jesús se realiza el proyecto de Dios que significa la plenitud humana. La gloria de Dios ya tiene un nuevo templo donde estar: el amor y la vida; el nuevo templo es el Hombre. El Hombre-nuevo, el perfecto hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, es la respuesta a los que buscamos, el camino de todos los que buscan la vida. No es fácil: “Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre glorifica tu nombre” (recuerda Getsemaní). Jesús vence la tentación y reafirma su fidelidad a la misión recibida, su entrega al Padre manifiesta que su gloria y su destino es que el hombre viva, que llegará a su mayor expresión en la cruz y la resurrección. Como diría Monseñor Romero, ahora que se le va a beatificar  y que el próximo martes 24 celebramos el 35 aniversario de su asesinato: “La gloria de Dios es que el pobre viva”.
Celebrar la Semana Santa, hacer la alianza con Dios, estar en búsqueda, renacer a la vida nueva, es el fruto de nuestra propia muerte, de una renuncia total a un modo de existencia basado en el egoísmo (amar la propia vida) para comenzar a andar por el camino de la entrega total (perder la vida). Como Jesús, también nosotros a menudo tendremos la tentación de decirle a Dios: “¡Líbrame de esta hora!”. Pero también como él tendremos que afirmar de inmediato: si para esto he caminado toda mi vida, he buscado, para esto he nacido: para que el amor resplandezca en mi vida. Esto es lo que celebramos comunitariamente todos los días en la Eucaristía.  
Quiero hacer memoria de un hombre santo que supo ser profeta para nosotros, es bueno recordar sus palabras llenos de desafíos. Monseñor Romero. En él, la palabra de Dios se cumple:
       «la semilla que muere en el surco, 
por el bien de los de abajo,
 dará muchos frutos,
 transformándose en señal de luz
 en el camino hacia la vida eterna».
«... He estado amenazado de muerte frecuentemente. 
He de decirles que como cristiano 
no creo en la muerte sin resurrección: 
si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño... 
El martirio es una gracia de Dios, que no creo merecer.
 Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida,
 que mi sangre sea semilla de libertad 
y la señal de que la esperanza pronto será una realidad. 
Mi muerte, si es aceptada por Dios,
 sea para la liberación de mi pueblo 
y como un testimonio de esperanza en el futuro. 
Puede decir usted, si llegan a matarme, 
que perdono y bendigo a aquellos que lo hagan.
 De esta manera se convencerán que pierden su tiempo.
 Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, 
que es el Pueblo, nunca perecerá.
 HOMILÍA MONSEÑOR ROMERO - 24 DE MARZO DE 1980 

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

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