Reflexión domingo 16 de agosto 2015
Prolongación en la historia
Juan 6, 51-58.
Hoy Jesús nos sigue diciendo
de la forma en que se quedó con nosotros, claro el siempre estará y está con
nosotros, pero quiere que sepamos que en el Pan y en Vino será una forma real
para nosotros.
Qué gesto entrañable
también el de Jesús, que antes de partir, previendo cercana su muerte, toma el
pan y el vino, en estos alimentos deja todo su amor, se queda Él enteramente,
para que sus discípulos pudieran no sólo gozar de su presencia como hasta
entonces, sino para que pudieran comulgarlo, alimentase de Él, comerlo, ser uno
con él. Ese pan y ese vino son el mismo Cristo que se eterniza entre nosotros
en forma de alimento y que sacia no un hambre fugaz y pasajera, sino el hambre
más honda. Desde entonces, Jesús no es
un simple recuerdo del pasado, sino el Pan que el Padre envió y sigue enviando
para saciar el hambre más profunda y decisiva del hombre
Como nos cuesta
aceptar ese desafío que Jesús hoy nos tiende, porque comer este Pan que sacia
todas las hambres significa adherirse a Jesús, entrar en comunión de vida con
Él, hacerse uno con él, hacerse prolongación en la historia.
Qué compromiso grande el que se
deriva de aquí: el sacramento de la unidad nos hace fraternos y solidarios; no
podemos tener verdadera comunión con Cristo si estamos divididos entre
nosotros, cuando hay enfrentamientos, cuando en definitiva falta el amor a los
hermanos.
Por eso hoy también es el día de la
Caridad, un amor que no se queda sólo en palabras o en dulces sentimientos
melifluos, sino que es un amor operativo
y práctico: gestos de afecto de entrega, de servicio, de compromiso que nacen
del corazón: “las cosas importantes se
hacen con corazón”. Ese Cristo que hoy sale al encuentro es el que nos
compromete con él a ponernos de rodillas pero para curar las heridas de los
enfermos, a partir el pan con los hambrientos, a romper las cadenas de los cautivos,
a luchar contra toda injusticia y a trabajar infatigablemente por hacer de
nuestro mundo una casa habitable para todos.
Entrar en comunión con el Cristo
Eucaristía es hacer nuestros sus ideales, y proyectos, es comulgar con su
compromiso de justicia y fraternidad; es luchar con él por hacer brotar el
mundo nuevo soñado por Dios, es empeñar y gastar nuestra vida en amar a los
hermanos, y especialmente a los pequeños, a los pobres; en definitiva es
“entrar en comunión con todos su padecimientos”,
Comer a
Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito
sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de
fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir sobre todo en el
momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de
contacto vital con Jesús.
Lo
decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos
con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo
mejor que hay en nosotros. Dejar que ilumine y transforme las zonas de nuestra
vida que están todavía sin evangelizar.
Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo
más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus
actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir
como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de
él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la
Iglesia languidece sin remedio.
“Esto es mi Cuerpo”: significa esta
es mi forma de actuar; esto es mi forma de ser humano; esto es mi forma de
pensar y de amar; esta es mi vida.
“Esta es la sangre de mi alianza nueva”: significa que con ella firmo mi compromiso con los hombres. Y así queda firmada la nueva forma de ser Hijo del Padre y hermano de los hombres.
No es que cuando comulgamos nos convertimos en un sagrario o un cáliz. Es que cuando comulgamos, y comprendemos lo que hacemos, al salir del templo salimos más renovados para mirar a los demás de otra forma, el dinero tendrá otro valor, la muerte tendrá un sentido. Incluso puede que nos atraiga el enfermo, puede que no nos importen tanto los que mandan o digan de uno, puede que no temblemos ante el mañana, puede que miremos al mundo y su historia con esperanza, todo estos cambios es que si abrimos nuestro corazón a Jesús Eucaristía.
Y hoy domingo, a pesar de que no me llegue la misa, a pesar de lo largo y aburrido que fuera la homilía, a pesar de que me duermo en misa o estoy distraído, a pesar del sin fin de ritos realizados con monotonía, a pesar de los ropajes pretensiosos que visten los que presiden la misa llamados sacerdotes, a pesar que escucho bien las lecturas pero no se me queda nada., muchas veces nos suele suceder esto pero tratemos de colocarnos en la fila y comulguemos una Hostia, redondita y demasiado bien hecha, en recuerdo del Pan que distribuyó el Maestro. Comulguemos su querer, su amar, su mirar, su adhesión al Padre.
“Esta es la sangre de mi alianza nueva”: significa que con ella firmo mi compromiso con los hombres. Y así queda firmada la nueva forma de ser Hijo del Padre y hermano de los hombres.
No es que cuando comulgamos nos convertimos en un sagrario o un cáliz. Es que cuando comulgamos, y comprendemos lo que hacemos, al salir del templo salimos más renovados para mirar a los demás de otra forma, el dinero tendrá otro valor, la muerte tendrá un sentido. Incluso puede que nos atraiga el enfermo, puede que no nos importen tanto los que mandan o digan de uno, puede que no temblemos ante el mañana, puede que miremos al mundo y su historia con esperanza, todo estos cambios es que si abrimos nuestro corazón a Jesús Eucaristía.
Y hoy domingo, a pesar de que no me llegue la misa, a pesar de lo largo y aburrido que fuera la homilía, a pesar de que me duermo en misa o estoy distraído, a pesar del sin fin de ritos realizados con monotonía, a pesar de los ropajes pretensiosos que visten los que presiden la misa llamados sacerdotes, a pesar que escucho bien las lecturas pero no se me queda nada., muchas veces nos suele suceder esto pero tratemos de colocarnos en la fila y comulguemos una Hostia, redondita y demasiado bien hecha, en recuerdo del Pan que distribuyó el Maestro. Comulguemos su querer, su amar, su mirar, su adhesión al Padre.
La historia lo ha enredado todo, pero que nuestra fe sea sencilla como la de aquellos personajes del evangelio. Esta es la invitación.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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