No sólo lo anuncia sino
que lo vive…
Lucas 1,1-4;4,14-21
En el Evangelio de hoy
podríamos decir que Jesús presenta su programa, es muy corto, ni siquiera es de
él, está tomado de Isaías y tiene sólo cinco puntos: “1-Me ha enviado para
anunciar el Evangelio a los pobres, 2-para anunciar a los cautivos la libertad,
3-y a los ciegos, la vista, 4- para dar libertad a los oprimidos, 5-para
anunciar el año de gracia del Señor”.
Interesante si además tenemos en cuenta sus únicas palabras
originales, (debe ser el sermón más breve de la historia): “Hoy se cumple esta
Escritura que acaban de oír”. Y se cumple en él, lo veremos a los largo de sus
años de predicación, con los leprosos, los enfermos, los ciegos, los
marginados…, no sólo lo anuncia sino que lo vive. Su vida será anunciar la Buena Noticia a los pobres. Si ser
cristiano, como decía el catecismo: es ser discípulo de Cristo, debemos seguir
su programa y saber bien en lo que tenemos que comprometernos, para que se vea
en nosotros que somos testigos de Jesús.
El Reino de Dios y el
Año de Gracia, estamos en el Año de la Misericordia, llega para los enfermos
impotentes ante su enfermedad; para los leprosos aislados de la comunidad y del
culto; para los extranjeros y refugiados; los cismáticos-samaritanos, (ahora
que celebramos la semana de oración por la Unidad de los Cristianos); para los
hombres y mujeres de mal vivir; etc. No en vano fue acusado de comer con los
pecadores, de tomar contacto con los más bajos, de simpatizar con los niños y
las prostitutas o adulteras; en fin, de propiciar una autentica subversión del
orden existente.
Si bien es cierto que la
liberación y el Año de la Misericordia tiene un matiz de interioridad, que
afecta al corazón mismo de las personas, también es cierto que jamás puede
excluir el acento social que implica la caridad política. La sociedad e incluso
algunos en la Iglesia, soportan muy bien que hagamos obras de misericordia y
caridad, más difícil les resulta entender que pidamos el cambio de las
estructuras opresoras. El Año de Gracia era esto: se perdonaban todas las
deudas, las posesiones de casas y tierra volvían a los primitivos dueños cada
50 años. Parece que no se cumplía, pero la proclamación por parte de Jesús, nos
da las pistas para construir el Reino. El programa de Jesús nos espera.
La proclamación de la
Ley y del programa de Jesús, entendido como norma de vida, no sólo no es motivo
de tristeza, sino todo lo contrario, provoca la fiesta y la alegría entre los
creyentes. Que en esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el
Señor, como rezamos en la plegaria eucarística, nos lleve a la unidad por la
caridad. “Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido
bautizados por un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo” nos recuerda la
segunda lectura. Que cada uno asuma su responsabilidad en comunión con todos
los hermanos, para que el bautismo común de todas las Iglesias cristianas, sea
expresión viviente del programa de Jesús: el Reino de Dios.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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