jueves, 31 de marzo de 2016

Presencia inesperada, gratuita y sorprendente




Reflexión domingo 3 abril2016
Presencia inesperada, gratuita y sorprendente…
Juan 20,19-31
El evangelio es un relato en dos tiempos.
1.- El relato arranca al atardecer del mismo día, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se hace presente en ese espacio y su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados.
 2.- El segundo tiempo del relato se sitúa a la semana siguiente. Esta vez el problema no es externo (miedo a los de fuera), sino interno: Tomás ha puesto condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al hombre que había puesto condiciones.

Entonces adentrémonos a reflexionar lo que paso al atardecer  del mismo día estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
El evangelista no explica como entra Jesús en la habitación, pero es el protagonista de la acción, lo pone en el centro y Él saluda a todos con el saludo: «Paz este con ustedes». 
El miedo llama a la puerta y, casi sin darnos cuenta, se nos mete en el corazón. Así vivimos muchas veces: con miedos dentro, sin que la resurrección de Jesús toque nuestra vida. Sin embargo, cuando sale la fe se levanta, el miedo desaparece, y entra dentro el Señor Jesús, que también está a la puerta llamando. Esto es la oración: dejar que la luz de Jesús entre en nuestra noche y ponga en fuga los miedos.
Jesús toma la iniciativa de acercarse, y el encuentro con Él nos cambia radicalmente la vida. Su presencia es inesperada, gratuita, sorprendente, inexplicable para nosotros. Se pone en medio y nos regala la paz. La oración es un encuentro con Jesús vivo, que deja, como señales, una paz y alegría profundas.
Jesús llena el corazón de alegría. Nuestro corazón, tan hondo, tan profundo, tan misterioso, comienza a danzar al ver al Señor. La paz y la alegría, amasadas en los trabajos de cada día, cambian los miedos en valentía, el vacío en plenitud, la mente estrecha en mente amplia de donde nace, en libertad, un cantar nuevo. “Solo imaginar cómo salió del sepulcro los alegrará…
Nuestra identidad está en ser testigos. En el envío misionero, que es siempre fruto de un encuentro con Jesús, los orantes debemos proclamar la paz, trabajar por la paz, contagiar la paz que vivimos. Con la paz y la alegría decimos que hemos visto al Señor. No solo hablamos de Él, sino que le dejamos ver en nuestras vidas. Al creer y vivir con Jesús, vencemos el mal del mundo.
 Jesús nos regala el don del Espíritu. ¡Qué riqueza la del Espíritu! Nos hace vivir en una interioridad habitada, en una soledad sonora. Mantiene en nosotros la capacidad de soñar a pesar de todo. Estrena cada mañana la confianza creativa en los demás.


A  la semana siguiente. La mirada de los discípulos es diferente, llenos de alegría anuncian a Tomás: “Hemos visto al Señor”. Sabemos que en el evangelio de Juan el verbo “ver” no se refiere a una visión sensible (VER CON LOS OJOS), sino es la percepción nueva con la que se mira el mundo, una mirada con el corazón. Lo que los discípulos han visto es el acontecimiento de la resurrección que es el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor misericordioso sobre el odio.
Estando solo y fuera de la Comunidad, Tomás mantuvo su visión embotada, triste y sin fe. Estando nuevamente “con ellos”, descubre el camino de la fe.
 Por esto debemos mirar hacia aquella primera comunidad cristiana. Seguramente, al igual que la nuestra, no era perfecta, pero supieron aceptar y compartir su fe con personas de distintas culturas, enriqueciéndose mutuamente. Jesús murió y ellos cayeron en la apatía y el abatimiento, también a nosotros nos sigue pasando hoy. El evangelio de hoy  tiene una fuerza impactante. El evangelista pone a Jesús  en el centro y Él saluda a todos con el saludo: «Paz este con ustedes».  Otra idea que nos deja el evangelista es que la fe hay que vivirla en comunidad, fijémonos en Tomás. Tiene fe, pero prescinde del grupo, quizás por ello le cueste creer que Cristo ha resucitado. La comunidad es pilar fundamental para compartir y vivir la fe. Cuando Jesús vuelve a aparecer Tomás está con la comunidad. Jesús le invita a tocarle,  no lo echa ni le regaña por no creer, Tomás lo toca y a partir de ese momento cree. Tomás ha descubierto que la resurrección es verdad y a partir de ese momento se compromete a celebrar la fe y practicar la Palabra de Dios. Todos tenemos dudas e interrogantes y eso es bueno, es un indicador de que no tenemos una fe rutinaria, sino que tenemos el deseo de crecer en la fe, de crecer en el amor y la confianza en el Maestro.  Tener dudas nos motiva para buscar la verdad.
Y gracias a la duda de Tomás Jesús dice: ¡Felices los que creen sin haber visto! Estas palabras de Jesús es la primera bienaventuranza de la resurrección.
Hoy el Señor  nos invita a poner la mirada en Él para vencer nuestros miedos y oscuridades.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana



sábado, 26 de marzo de 2016

Ellas ven, escucha, recuerdan y creen...



Reflexión sábado santo 26 marzo 2016
Ellas ven, escuchan, recuerdan y creen…
Lucas 24:1-12
María Magdalena, Juana, María madre de Santiago y muchas otras mujeres, que estaban con Jesús en su misión en Galilea, ayudándole con sus propios recursos, se encuentran en Jerusalén acompañándole a él en su pasión, muerte y enterramiento.
Este calvario y violenta muerte de su maestro y amigo tuvo que causar en ellas una profunda experiencia de tristeza, dolor y aflicción. Seguían a él muy de cerca, viendo, contemplando y viviendo todo hasta que Jesús fuera enterrado. Después, se “fueron y vieron el sepulcro y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo”
En medio de todo su desconsuelo, estas mujeres, detalladamente, preparan los perfumes y ungüentos utilizados para embalsamar el cuerpo; toman el descanso del sábado según la ley y madrugan el primer día de la semana para ir al lugar, ya conocido, para cumplir el rito de la sepultura de Jesús. 

¡Qué sorpresa al descubrir que la piedra está removida de la entrada y la tumba está vacía! Los dos mensajeros adentro las preguntan: “¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?” y las dicen: “No está aquí, ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea”. “Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a todos los demás”.
Ellas ven, escuchan, recuerdan y creen. Toda la experiencia del camino con Jesús desde Galilea, sus palabras, acciones, predicciones de lo que ocurrirá,  llegará a un momento de integración y comprensión que genera un acto de fe en el Cristo resucitado.
No pueden contener la experiencia sino anunciarla con alegría a los demás que caminaban con él. Sabemos la respuesta de los demás a la noticia: “pareció una locura lo que ellas decían, y no querían creerles”.
Hay muchas locuras noticias escuchadas en la vida, creíbles y no creíbles. Pero ésta, que parecía locura, no era así.  Al contrario, estas fieles y privilegiadas mujeres, al ser las primeras en recibir la noticia del misterio pascual y anunciarla, dan sentido a nuestras vidas. Jesús, el Cristo, está vivo.

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana


La obra de la salvacion...



Reflexión viernes santo 25 marzo 2016
La obra de la salvación…
Juan 18,1–19,42
Hoy es el día clave. El día que nos hace comprender la misión de Jesús, que nos acerca a la comprensión de su encarnación y de su nacimiento entre nosotros. Hoy Jesús nos muestra en sí mismo todo lo que había predicado, la realización de toda su enseñanza. Para San Juan es “la hora”, el momento culmen del evangelio, de la vida de Jesús. Jesús acaba de consumar su total ofrenda a Dios. Ha vivido para Dios y ha entregado su vida para el Padre. Ha sido fiel en lo pequeño y en la hora de la verdad. El sufrimiento no le ha hecho mirar atrás. El miedo no le ha hecho abandonar. Tal ha sido su abajamiento; tal su anonadamiento. No sólo se ha sometido a la muerte como nosotros, sino a una muerte de cruz; a una pasión cruel; a una humillación total.
Verdaderamente, la enseñanza de Jesús tiene una fuerza transformadora tal que es capaz de establecer unas nuevas relaciones entre los hombres, de crear una humanidad nueva fundamentada en el amor. Pero la condición para eso es renunciar a uno mismo. Sólo renunciando puede uno darse: darse a los demás, darse a Dios. Sólo confiando en Dios puede la humanidad superar pecados como la injusticia, la violencia, la enemistad y rivalidad, la envidia, el orgullo, el egoísmo, la avaricia, la falsedad y la mentira. Sólo volviendo a Dios su mirada podrá el hombre confiar en el hombre. Sólo así podrá recuperar la esperanza a la que un día renunció. Sólo así podrá obtener el amor que un día adulteró. Sólo así podrá sentir con gozo que es criatura de Dios, hecho hijo por su fe en el Hijo.
San Juan nos presenta la crucifixión de Jesús como el trono real del Hijo de Dios-Rey. Rodeado por dos ladrones, que habían sido crucificados con él, se encuentra elevado sobre la tierra, pero bajo la bóveda del cielo. Como Dios, alzado; como hombre, abajado; como rey, entronizado; como siervo obediente, haciendo de su vida una ofrenda reparadora en la cruz. Así, pese al dolor que nos deja ver, nos muestra cosas más profundas y vitales para la humanidad: la obra de la salvación; la victoria sobre el pecado y la muerte; el compromiso de Dios con la humanidad; el sentido positivo y salvífico que pueden tener el dolor y el sufrimiento humano. La cruz contiene las claves del amor de Dios, de la reconciliación de los hombres, de la obediencia y del perdón. La cruz tiene la clave de la vida para la resurrección, para la eternidad. La imagen de Cristo crucificado es una imagen de amor entregado, de renuncia de uno mismo y de obediencia a Dios.
Por eso Jesús está lejos del odio, del resentimiento, de la venganza, esa es su verdadera voz, débil, pero segura de su amor. El que hacía los mejores milagros ha sido crucificado. El que podía liberarse haciendo polvo a sus perseguidores, no quiere violencia. No quiere que nadie se pierda, sino que todos se salven. Por eso, todos estamos llamados a la liberación. Una liberación a partir del perdón, del amor. De ahí que podamos entender el dialogo de Jesús desde la cruz: ACUÉRDATE DE MI CUANDO ESTES EN TU REINO para que el maestro de dolores se vuelva hacia él y le responda: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. Esto despierta un diálogo amoroso con su mamá y con su discípulo: AHÍ TIENES A TU MADRE, AHÍ TIENES A TU HIJO. Jesús es ternura, es amor. En María está la acción de gracias y el remanso para adquirir la fe que se esconde en esa cruz tan cruel. De repente otro grito: TENGO SED. Es un hombre necesitado que representa el dolor de los demás hombres. Es una sed auténtica. Necesita agua y punto. No hiel ni vinagre. No droga que adormece. Luego, con sensación de buscar al Padre vuelve a gritar: DIOS MIO. ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO? Vive la soledad del dolor. Cuando llega la hora de la prueba, cuando llega la hora en que hasta la fe parece oscurecerse, cuando se eclipsa la esperanza, cuando el pueblo parece que queda sin horizontes, no olvidemos que esta tarde del Viernes Santo, también El sintió la angustia, el misterio del abandono hasta de Dios, se sintió casi sin el amor del Padre, sin esperanza su vida. Y llegó el momento, no se podía evitar, TODO SE HA CUMPLIDO. Qué hermosa es la vida del hombre cuando retorna a la hora de la muerte a la casa del Padre y le puede decir: ¡todos los detalles de mi vida han sido reflejo de tu voluntad divina! Qué hermosa la vida, hermanos, cuando a pesar de las pruebas, sabemos que toda va siendo calcada en la voluntad del Señor. Por eso Jesús puede decir: PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU. Y así fue como la última palabra que brota del Señor es la entrega confiada de la vida y de la muerte en los brazos del Señor.

Pero, por desgracia, la cruz de Cristo no acabó el Viernes Santo en el Gólgota. Demasiadas personas son también hoy condenadas a la cruz. En cada una de ellas sigue sufriendo y sigue muriendo Cristo, el Señor. No hemos aprendido porque seguimos condenando al inocente, exaltando al que es injusto y burlándonos del que nos habla de Dios. En el Vía Crucis que contemplaremos  hoy hay catorce  estaciones y pensemos en catorce víctimas en las que hoy sigue muriendo Jesús. Podríamos poner otros catorce y otros catorce... Sólo nos cabe pedir, humildemente a Dios, que nos haga dóciles al mensaje de Jesús, para que no haya más cruces injustas, para que no haya más viernes santos.
Lo importante de la semana santa no es la muerte de Cristo, aunque si el día de mayor conmoción. Dentro de tres días cantaremos la victoria sobre esa muerte. Ahora la Iglesia siente que en su corazón es como el de María, ancho como el mundo; va a orar por todos, a pedir por los pecadores, por todos en general.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
                                                                                                              Fraternidad Eclesial Franciscana

miércoles, 23 de marzo de 2016

Jesús no hizo un gesto cualquiera...



Reflexión  jueves 24 marzo 2016      
Jesús no hizo un gesto cualquiera…
Juan13, 1-15

Como sabemos, san Juan no refiere en su evangelio la institución de la Eucaristía, que es esa anticipación sacramental de la Pasión del Señor. Ese momento ya había sido relatado por los otros evangelistas. 

      Menciona san Juan, en cambio, otros muchos interesantes detalles de la última cena que precedió a la Pasión, entre ellos, el que nos ofrece hoy la liturgia de la Santa Misa de la Cena del Señor. Jesús, entregado a sus apóstoles en la tarea servicial de lavarles los pies, parece que quiere aproximarse, con gestos cada vez más evidentes de amor, al momento sublime en que entrega como alimento para el hombre su propio cuerpo y su sangre.


      Por esto este jueves, es más que un día de amor fraterno. No es un simple gesto de amor que Jesús hace con sus discípulos. Y, por lo tanto, no podemos quedarnos con lo lindo que es ver a Jesús hacer lo que hace. Es el ejemplo a seguir. Un mandato, diría yo. Es el camino para poder llegar a Dios. De esta forma claro que tenemos que ver con él. Si esto no es parte de lo que somos, servidores, me parece que estamos lejos de cualquier reino divino, al menos del que predicó Cristo.
      Los que nos decimos seguidores de Jesús, tenemos que empezar a comprender que a Dios se llega por el servicio y el amor al prójimo, y esto no puede quedar en una simple teoría. Tiene que ser efectivo, real. Han pasado más de dos mil años y todavía seguimos dando muchas vueltas en el rito y el incienso, pensando que así es como agradamos al Señor. Pero el camino más directo y sin fisuras es recordar las palabras de Jesús y hacerlas vida. Dice él: « ¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes».
      ¿Estamos dispuestos a descender, a tener a nuestros hermanos como más importantes, y a servirles en todo lo que necesiten? Pensemos, ¿quién está necesitando de nuestra ayuda y no le hacemos caso? Una vez que aprendamos a lavar los pies del hermano: porque tuve hambre…tuve sed…pase como forastero…estuve desnudo…estuve enfermo…estuve en la cárcel…cuando lo hicieron con algunos de estos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo… (Mt25, 31-40) y lo hagamos en serio, podremos dar el siguiente paso, el de la cruz. Llegaremos a ser capaces de dar la vida por los demás.
       El de Jesús no es un gesto cualquiera, es el modo de hacernos entender que, aunque sin cruz ni sangre, podemos dar la vida por los demás. Sabiendo morir al egoísmo, al orgullo y la omnipotencia que a veces creemos tener.
      ¿Qué gesto de amor vamos a hacer por nuestro hermano?
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana