Reflexión domingo 3 abril2016
Presencia inesperada,
gratuita y sorprendente…
Juan 20,19-31
El evangelio es un relato en dos tiempos.
1.- El relato
arranca al atardecer del mismo día, estaban los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se hace presente en ese
espacio y su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados.
2.-
El segundo tiempo del relato se sitúa a
la semana siguiente. Esta vez el problema no es externo (miedo a los de
fuera), sino interno: Tomás ha puesto condiciones para poder creer que Jesús
está vivo. De nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se
dirige al hombre que había puesto condiciones.
Entonces adentrémonos a reflexionar lo que paso al atardecer del mismo día estaban los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos.
El evangelista no explica como entra Jesús en la habitación, pero es el
protagonista de la acción, lo pone en el centro y Él saluda a todos con el
saludo: «Paz este con ustedes».
El miedo llama a la puerta y, casi sin darnos cuenta,
se nos mete en el corazón. Así vivimos muchas veces: con miedos dentro, sin que
la resurrección de Jesús toque nuestra vida. Sin embargo, cuando sale la fe se
levanta, el miedo desaparece, y entra dentro el Señor Jesús, que también está a
la puerta llamando. Esto es la oración: dejar que la luz de Jesús entre en
nuestra noche y ponga en fuga los miedos.
Jesús toma la iniciativa de acercarse, y el encuentro
con Él nos cambia radicalmente la vida. Su presencia es inesperada, gratuita, sorprendente,
inexplicable para nosotros. Se pone en medio y nos regala la paz. La oración es
un encuentro con Jesús vivo, que deja, como señales, una paz y alegría
profundas.
Jesús llena el corazón de alegría. Nuestro corazón,
tan hondo, tan profundo, tan misterioso, comienza a danzar al ver al Señor. La
paz y la alegría, amasadas en los trabajos de cada día, cambian los miedos en
valentía, el vacío en plenitud, la mente estrecha en mente amplia de donde
nace, en libertad, un cantar nuevo. “Solo imaginar cómo salió del sepulcro
los alegrará…
Nuestra identidad está en ser testigos. En el envío
misionero, que es siempre fruto de un encuentro con Jesús, los orantes debemos
proclamar la paz, trabajar por la paz, contagiar la paz que vivimos. Con la paz
y la alegría decimos que hemos visto al Señor. No solo hablamos de Él, sino que
le dejamos ver en nuestras vidas. Al creer y vivir con Jesús, vencemos el mal
del mundo.
Jesús nos regala el don del
Espíritu. ¡Qué riqueza la del Espíritu! Nos hace vivir en una interioridad
habitada, en una soledad sonora. Mantiene en nosotros la capacidad de soñar a
pesar de todo. Estrena cada mañana la confianza creativa en los demás.
A la semana siguiente. La mirada
de los discípulos es diferente, llenos de alegría anuncian a Tomás: “Hemos
visto al Señor”. Sabemos que en el evangelio de Juan el verbo “ver” no se
refiere a una visión sensible (VER CON LOS OJOS), sino es la percepción nueva
con la que se mira el mundo, una mirada con el corazón. Lo que los discípulos
han visto es el acontecimiento de la resurrección que es el triunfo de la vida
sobre la muerte, del amor misericordioso sobre el odio.
Estando solo y fuera de la Comunidad, Tomás mantuvo su visión embotada,
triste y sin fe. Estando nuevamente “con ellos”, descubre el camino de la fe.
Por esto debemos mirar hacia aquella
primera comunidad cristiana. Seguramente, al igual que la nuestra, no era
perfecta, pero supieron aceptar y compartir su fe con personas de distintas
culturas, enriqueciéndose mutuamente. Jesús murió y ellos cayeron en la apatía
y el abatimiento, también a nosotros nos sigue pasando hoy. El evangelio de
hoy tiene una fuerza impactante. El evangelista pone a Jesús en el centro y Él saluda a todos con el
saludo: «Paz este con ustedes».
Otra idea que nos deja el evangelista es que la fe hay que vivirla en
comunidad, fijémonos en Tomás. Tiene fe, pero prescinde del grupo, quizás por
ello le cueste creer que Cristo ha resucitado. La comunidad es pilar
fundamental para compartir y vivir la fe. Cuando Jesús vuelve a aparecer Tomás
está con la comunidad. Jesús le invita a tocarle, no lo echa ni le regaña
por no creer, Tomás lo toca y a partir de ese momento cree. Tomás ha
descubierto que la resurrección es verdad y a partir de ese momento se
compromete a celebrar la fe y practicar la Palabra de Dios. Todos tenemos dudas
e interrogantes y eso es bueno, es un indicador de que no tenemos una fe
rutinaria, sino que tenemos el deseo de crecer en la fe, de crecer en el amor y
la confianza en el Maestro. Tener dudas nos motiva para buscar la verdad.
Y gracias a la duda de Tomás Jesús dice: ¡Felices los que creen sin haber visto! Estas
palabras de Jesús es la primera bienaventuranza de la resurrección.
Hoy el Señor
nos invita a poner la mirada en Él para vencer nuestros miedos y
oscuridades.
¡FELIZ PASCUA DE
RESURRECCIÓN!
Paz y bien
Hna. Esthela
Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad
Eclesial Franciscana
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