Reflexión viernes santo 25 marzo 2016
La obra de la salvación…
Juan 18,1–19,42
Hoy
es el día clave. El día que nos hace comprender la misión de Jesús, que nos
acerca a la comprensión de su encarnación y de su nacimiento entre nosotros.
Hoy Jesús nos muestra en sí mismo todo lo que había predicado, la realización
de toda su enseñanza. Para San Juan es “la hora”, el momento culmen del
evangelio, de la vida de Jesús. Jesús acaba de consumar su total ofrenda a
Dios. Ha vivido para Dios y ha entregado su vida para el Padre. Ha sido fiel en
lo pequeño y en la hora de la verdad. El sufrimiento no le ha hecho mirar
atrás. El miedo no le ha hecho abandonar. Tal ha sido su abajamiento; tal su
anonadamiento. No sólo se ha sometido a la muerte como nosotros, sino a una
muerte de cruz; a una pasión cruel; a una humillación total.
Verdaderamente, la enseñanza de Jesús tiene una fuerza transformadora tal que
es capaz de establecer unas nuevas relaciones entre los hombres, de crear una
humanidad nueva fundamentada en el amor. Pero la condición para eso es
renunciar a uno mismo. Sólo renunciando puede uno darse: darse a los demás,
darse a Dios. Sólo confiando en Dios puede la humanidad superar pecados como la
injusticia, la violencia, la enemistad y rivalidad, la envidia, el orgullo, el
egoísmo, la avaricia, la falsedad y la mentira. Sólo volviendo a Dios su mirada
podrá el hombre confiar en el hombre. Sólo así podrá recuperar la esperanza a
la que un día renunció. Sólo así podrá obtener el amor que un día adulteró.
Sólo así podrá sentir con gozo que es criatura de Dios, hecho hijo por su fe en
el Hijo.San Juan nos presenta la crucifixión de Jesús como el trono real del Hijo de Dios-Rey. Rodeado por dos ladrones, que habían sido crucificados con él, se encuentra elevado sobre la tierra, pero bajo la bóveda del cielo. Como Dios, alzado; como hombre, abajado; como rey, entronizado; como siervo obediente, haciendo de su vida una ofrenda reparadora en la cruz. Así, pese al dolor que nos deja ver, nos muestra cosas más profundas y vitales para la humanidad: la obra de la salvación; la victoria sobre el pecado y la muerte; el compromiso de Dios con la humanidad; el sentido positivo y salvífico que pueden tener el dolor y el sufrimiento humano. La cruz contiene las claves del amor de Dios, de la reconciliación de los hombres, de la obediencia y del perdón. La cruz tiene la clave de la vida para la resurrección, para la eternidad. La imagen de Cristo crucificado es una imagen de amor entregado, de renuncia de uno mismo y de obediencia a Dios.
Por eso
Jesús está lejos del odio, del resentimiento, de la venganza, esa es su
verdadera voz, débil, pero segura de su amor. El que hacía los mejores milagros
ha sido crucificado. El que podía liberarse haciendo polvo a sus perseguidores,
no quiere violencia. No quiere que nadie se pierda, sino que todos se salven.
Por eso, todos estamos llamados a la liberación. Una liberación a partir del
perdón, del amor. De ahí que podamos entender el dialogo de Jesús desde la
cruz: ACUÉRDATE DE MI CUANDO ESTES EN TU
REINO para que el maestro de dolores se vuelva hacia él y le responda: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.
Esto despierta un diálogo amoroso con su mamá y con su discípulo: AHÍ TIENES A TU MADRE, AHÍ TIENES A TU
HIJO. Jesús es ternura, es amor. En María está la acción de gracias y el
remanso para adquirir la fe que se esconde en esa cruz tan cruel. De repente
otro grito: TENGO SED. Es un hombre
necesitado que representa el dolor de los demás hombres. Es una sed auténtica.
Necesita agua y punto. No hiel ni vinagre. No droga que adormece. Luego, con
sensación de buscar al Padre vuelve a gritar: DIOS MIO. ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO? Vive la soledad del dolor.
Cuando llega la hora de la prueba, cuando llega la hora en que hasta la fe
parece oscurecerse, cuando se eclipsa la esperanza, cuando el pueblo parece que
queda sin horizontes, no olvidemos que esta tarde del Viernes Santo, también El
sintió la angustia, el misterio del abandono hasta de Dios, se sintió casi sin
el amor del Padre, sin esperanza su vida. Y llegó el momento, no se podía
evitar, TODO SE HA CUMPLIDO. Qué
hermosa es la vida del hombre cuando retorna a la hora de la muerte a la casa
del Padre y le puede decir: ¡todos los detalles de mi vida han sido reflejo de tu
voluntad divina! Qué hermosa la vida, hermanos, cuando a pesar de
las pruebas, sabemos que toda va siendo calcada en la voluntad del
Señor. Por eso Jesús puede decir: PADRE,
EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU. Y así fue como la última palabra que
brota del Señor es la entrega confiada de la vida y de la muerte en los brazos
del Señor.
Pero,
por desgracia, la cruz de Cristo no acabó el Viernes Santo en el Gólgota.
Demasiadas personas son también hoy condenadas a la cruz. En cada una de ellas
sigue sufriendo y sigue muriendo Cristo, el Señor. No hemos aprendido porque
seguimos condenando al inocente, exaltando al que es injusto y burlándonos del
que nos habla de Dios. En el Vía Crucis que contemplaremos hoy hay catorce estaciones y pensemos en catorce víctimas en
las que hoy sigue muriendo Jesús. Podríamos poner otros catorce y otros
catorce... Sólo nos cabe pedir, humildemente a Dios, que nos haga dóciles al
mensaje de Jesús, para que no haya más cruces injustas, para que no haya más
viernes santos.
Lo
importante de la semana santa no es la muerte de Cristo, aunque si el día de
mayor conmoción. Dentro de tres días cantaremos la victoria sobre esa muerte.
Ahora la Iglesia siente que en su corazón es como el de María, ancho como el
mundo; va a orar por todos, a pedir por los pecadores, por todos en general.
Paz y bien
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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