viernes, 27 de mayo de 2016

Amor en ejercicio



Reflexión domingo 29 mayo 2016
Amor en ejercicio
Lucas 9.11b-17
Antes de situarnos en el tema de este domingo es bueno recordar que,este jueves después de Pentecostés y de la santísima Trinidad es dedicado a celebrar este aspecto de la figura de Jesucristo, que ha sido considerado muy importante en el pasado. Diríamos que para la sensibilidad moderna, ambas fiestas o celebraciones han perdido no sólo brillantez, sino también sentido, en buena parte.
Por ejemplo: resulta que celebramos a Jesús como Sumo Sacerdote, pero caemos en la cuenta de que realmente él no fue ni Sumo Sacerdote, ni siquiera sacerdote, sino un simple laico, un laico además mal visto por el Templo y con malas relaciones con el sacerdocio, y que finalmente fue condenado por los sumos sacerdotes. ¿No hay ahí una contradicción? ¿Basta decir que Jesús es sacerdote «de otra manera», «en otro sentido»?

El texto de Lucas nos dice dónde está la clave de la tradicional fiesta del Cuerpo del Señor.


La clave es la multiplicación de los panes, a partir de lo que tenemos. Ahí está presente Jesús y nosotros participamos de su vida al compartir lo que tenemos. Es el modo de anticipar el modelo de sociedad (reino de Dios), donde reinará la fraternidad y la solidaridad de todos con todos.

La Eucaristía es el sacramento, significación de esta vida fraterna y solidaria, que tenemos que construir con Jesús.

De vuelta de la misión, Jesús lleva a sus discípulos a un lugar solitario, para estar juntos y para orar. Pero la gente que le sigue, se lo impide. Jesús les acoge con bondad y les expone el modelo de sociedad alternativa (el reino de Dios).

Jesús no se limita a hablar. Se implica en la vida de la gente, dando todo lo que puede, para llevarles un poco más de felicidad.

Aquí está el verdadero secreto de la multiplicación de los panes: compartir lo que se tiene, ofrecer lo que uno tiene a los que carecen de todo.

El Padre lo multiplica, es decir, la justicia se extiende y la solidaridad acaba satisfaciendo a todos.

Estamos ante un relato muy simbólico. Los números así lo indican:                      
·         5 panes y 2 peces = 7, la totalidad del alimento de que dispone la comunidad.
·         5.000 hombres/grupos de 50: refleja la idea del pueblo de Dios Es una referencia a los grupos proféticos del AT, formado por 50 hombres adultos (1Re 18,4.13).
·         El número 12 (los cestos recogidos) significa el pueblo de Israel, los 12 apóstoles: compartiendo se saciará el hambre del pueblo entero.                                              

 En lugar de una descripción del milagro, hay una descripción de la función de Jesús, como padre de familia que preside una comida, el cual al comienzo solía hacer una oración de alabanza y acción de gracias

Con todo, parece probable que hay una alusión a la Eucaristía en la fórmula usada: “Jesús tomó los cinco panes, levantó los ojos al cielo,…”

Todavía en tiempos no muy remotos, había una gran insistencia en la presencia de Jesús Sacramentado en el pan y el vino consagrados. Se nos recomendaba visitar a menudo a Jesús Sacramentado.

Hoy, los cristianos haríamos bien en recuperar un poco del fervor de otros tiempos, recordando a menudo, que no estamos solos, porque el Señor nos acompaña y nos alienta.

Pero, como sabemos, hay otras presencias de Dios. Y así decimos que Dios se nos comunica en su Palabra, cuando la escuchamos con un corazón abierto. Dios está también presente en la Comunidad reunida en su nombre. Y está presente, sobre todo, en el hombre. Esta es la peculiaridad que distingue al cristianismo.

Hoy es el día del amor fraterno. Hoy podemos hacer nosotros el milagro de la multiplicación de los panes, compartiendo lo que somos y tenemos con aquellos que carecen de todo.

Hubo un tiempo en que el fervor de un creyente se medía por el número de misas que oía cada día. Hoy, se mide por la capacidad de compartir que tiene, es decir, por el amor en ejercicio. Esa es la gran señal de una Iglesia llamada a ser reino de Dios, sociedad alternativa.

Paz y Bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana




viernes, 20 de mayo de 2016

La Trinidad una verdad autentica y palpable...



Reflexión domingo 22mayo 2016

La Trinidad una verdad autentica
y palpable…
Juan 16, 12-15
Tengo mucho más que decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes. Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder. Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo lo que el Padre tiene, es mío también; por eso dije que el Espíritu recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes. (Jn 16,12-15)

El evangelista Juan recuerda con ternura esas largas conversaciones con Jesús al despedirse de los discípulos en Jerusalén.  Estaban cerca los días de la semana de su Muerte y Resurrección, nuestra Semana Santa.  Algunos ubican este diálogo en la Ultima Cena.  Sugiero leer todo el relato desde el capítulo 12 adelante.  Él va a dejar a Alguien “que les ayude y consuele.  Alguien que les va a enseñar toda la Verdad, Recibirá de lo Mío y se los dará a conocer”.

Se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la Palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos. Por Ej.

Farid  puede llamar a su padre “protector”, porque éste lo abrazó cuando aquél tenía miedo. También lo puede considerar un “amigo”, porque se pone a jugar con él y no le importa perder con tal de que Farid esté contento. O puede pensar que su padre es “consejero”, porque le advierte lo que es mejor para un niño que crece. Y estamos de acuerdo en que, a pesar de los tres nombres o categorías que el padre puede tener, no implica que sean tres personas distintas. Es un mismo y único padre. Y hoy, salvando las distancias, podríamos decir que nuestra relación con Dios Uno y Trino, es como la de este niño Farid con su papá.

Jesús, una vez más situado en el contexto de la última cena, les dice a sus discípulos que les va a enviar el Espíritu Santo para que terminen de entender y lleguen al conocimiento de la verdad absoluta, que es la que ha oído de parte del Padre y del Hijo. El Espíritu no habla de sí mismo, sino de lo que recibe de Dios.

Ahora toca definir la Trinidad: Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. En resumen, sabemos lo que decimos e identificamos las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es el Creador, el Hijo es el Salvador (redentor) y el Espíritu Santo es Maestro (Santificador) es quien revela e infunde vida de parte de Dios.
Nadie debería decir que son tres dioses, como nadie diría que son tres padres los de Farid, el niño del ejemplo primero. Incluso explicamos que del amor entre el Padre y el Hijo surge el Espíritu Santo. Y esto, me parece, lo entendemos aunque nos cueste hacernos   una idea acabada y perfecta de esta realidad divina. Es parte del misterio de nuestra fe. Aquello en lo que creemos aun sin haber visto.

En nuestro caso, para dar un paso más en la comprensión del Dios Uno y Trino, tal vez lo mejor sea comportarnos de tal modo que se haga verdad, en y entre nosotros, eso que Dios es y desea. Entonces nos toca hacer el papel de Farid, el niño con su padre que es protector, amigo y consejero. Es de esperar que aquél chico termine actuando igual que quien lo educa y, tal vez, ser amigo, consejero y protector de sus propios hijos. De este modo, si decimos que nuestro Dios es un Dios Creador, Salvador y Maestro, entonces será eso lo que tenemos que poner en práctica. Así la Trinidad es una verdad autentica y palpable, y  deja de ser sólo una explicación teológica de la realidad de Dios.

Nos toca volvernos “Creadores”. En este caso, debemos aprender del Padre del cielo y también sumar a la creación. No vamos a hacer un animal de la nada, o a poner una estrella nueva en el firmamento, pero seguro que cuando sostenemos la mano, le damos de comer o infundimos esperanza a alguien, nos volvemos co-creadores con Dios. Si en cambio nos ocupamos sólo de nosotros mismos, más bien nos volvemos estériles.

Y si tenemos que ser “Salvadores”, veremos que el desafío es grande. Pero creo que podemos salvar vidas cuando perdonamos a alguien de corazón, cuando damos de comer a un hambriento o vestimos al desnudo...(Mt 25) Somos salvadores cuando en ocasiones llegamos a olvidarnos de nosotros y damos todo lo que somos, con tal de que otros vivan. De esto, los padres, que lo dan todo por sus hijos, saben mucho. O cuando somos capaces de llevar adelante buenos ideales, por un bien común, aunque eso implique hipotecar la existencia, somos salvadores. Así lo hizo Jesús.

Por último, tendremos que ser “Maestros”. Hay que transmitir lo bueno que hemos aprendido de parte de Dios. Y si él nos enseña que hay que amar, lo cual se aprende al experimentar su amor, es lo que tenemos que hacer y enseñar a los demás.

Todo esto requiere de algo imprescindible: Dejarse conducir por el Espíritu de la Verdad. Ese que Jesús promete hoy en el evangelio. Y para eso tendremos que tener una actitud de humildad, disponibilidad y comunión profunda con Dios. Hay que estar abiertos a lo que el Espíritu nos vaya soplando. De este modo veremos cómo el Espíritu, Dios mismo, nos arranca y nos saca de una religiosidad convencional y acomodada, para vivir la espiritualidad del Dios Uno y Trino que tiene una característica inconfundible: La unidad. Porque cuando me vuelvo Creador, Salvador o Maestro, me hago uno con lo creado, lo salvado y el aprendiz. Así lo hace Dios con nosotros. Y es el modo de volvernos Trinitarios.

Podemos preguntarnos lo siguiente:

¿Qué tanto me parezco al Dios Uno y Trino?
 ¿Cuánto tengo de creador, salvador y maestro?
 ¿Soy capaz de escuchar la Verdad de Dios dicha por el Espíritu?

“No teman, Yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo “Mateo 28”

Paz y bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

sábado, 14 de mayo de 2016

El Espíritu no produce personas uniformes...

Reflexión domingo 15 mayo 2016
El Espíritu no produce personas uniformes…
Jn 20, 19-23
Pentecostés, es una fiesta eminentemente pascual. Sin la presencia del Espíritu, la experiencia pascual no hubiera sido posible. La totalidad de nuestro ser está empapada de Dios ESPÍRITU. Es curioso que se presente la fiesta de Pentecostés en los Hechos, como la otra cara del episodio de la torre de Babel. Allí el pecado dividió a los hombres, aquí el Espíritu los congrega y une. Siempre es el Espíritu el que nos lleva a la unidad y por lo tanto el que nos invita a superar la diversidad que es fruto de nuestro falso yo.
El relato de los Hechos, que hemos leído es demasiado conocido, pero no es tan fácil de interpretar adecuadamente. Pensar en un espectáculo de luz y sonido nos aleja del mensaje que quiere trasmitir. Lc nos está hablando de la experiencia de la primera comunidad, no está haciendo una crónica periodística. En el relato utiliza los símbolos más llamativos que se habían utilizado ya en el AT. Fuego, ruido, viento. Los efectos de esa presencia no quedan reducidos al círculo de los reunidos, sino que sale a las calles, donde estaban hombres de todos los países.

Por lo tanto, no se trata de celebrar un acontecimiento. El Espíritu está viniendo siempre. Mejor dicho, no tiene que venir de ninguna parte. (Lc narra en los Hch, cinco venidas del Espíritu). Las lecturas que hemos leído nos dan suficientes pistas para no despistarnos. En la primera se habla de una venida espectacular (viento, ruido, fuego), haciendo referencia a la teofanía del Sinaí. Coloca el evento en la fiesta judía de Pentecostés, que se había convertido en la fiesta de la renovación de la alianza. La Ley ha sido sustituida por el Espíritu. En Jn, Jesús les comunica el Espíritu el mismo día de Pascua. Aparte de de ser :ruido, viento, fuego, es agua, es paloma. de esta forma se manifiesta siempre.

Sobre el Espíritu Santo, no es fácil superar una serie de errores que todos llevamos muy dentro. No se trata de ningún personaje distinto del Padre y del Hijo, que, por su cuenta anda por ahí haciendo de las suyas. Se trata del Dios UNO desmaterializado y más allá de toda imagen antropomórfica. No debemos pensar en él como un don que nos regala el Padre o el Hijo, sino en Dios como DON absoluto que fundamenta todo lo que nosotros podemos llegar a ser. No es una realidad que tenemos que conseguir a fuerza de oraciones y ruegos, sino el primer fundamento de mi ser, del que surge todo lo que soy.
También debemos tener mucho cuidado al interpretar la palabra “Espíritu” cuando la encontramos en la Biblia. Tanto el “ruah” hebreo como el “pneuma” griego, tienen una gama tan amplia de significados que es casi imposible precisar a qué se refieren en cada caso. El significado predominante se refiere a una fuerza invisible pero muy eficaz que se identifica con Dios y que capacita al ser humano para realizar tareas que sobrepasan sus posibilidades normales. Recordemos que el significado primero de la palabra es “viento”, o mejor, el espacio entre el cielo y la tierra de donde los animales sorben la vida. Este primigenio significado nos abre una perspectiva muy interesante para nuestra reflexión.
En los evangelios se deja muy claro que todo lo que es Jesús, se debe a la acción del Espíritu: "concebido por el Espíritu Santo”. "Nacido del Espíritu”. "Desciende sobre él el Espíritu”. "Ungido con la fuerza del Espíritu”. “Como era hombre lo mataron, como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida”. Está claro que la figura de Jesús no podría entenderse si no fuera por la acción del Espíritu. Pero no es menos cierto que no podríamos descubrir lo que es realmente el Espíritu si no fuera por lo que Jesús, desde su experiencia, nos ha revelado.
En esta fiesta se quiere resaltar que gracias al Espíritu, algo nuevo comienza. De la misma manera que al comienzo de la vida pública, Jesús fue ungido por el Espíritu en el bautismo y con ello queda capacitado para llevar a cabo su misión, ahora la tarea encomendada a los discípulos será posible gracias a la presencia del mismo Espíritu que les va a dar también energía para llevarla a cabo. De esa fuerza, nace la nueva comunidad, constituida por personas que se dejan guiar por el Espíritu para llevar a cabo la misma tarea. No se puede hablar del Espíritu sin hablar de unidad e integración y amor.
La experiencia inmediata, que nos llega a través de los sentidos, es que somos materia, por lo tanto, limitación, contingencia, inconsistencia, etc. Con esta perspectiva nos sentiremos siempre inseguros, temerosos, tristes. La Experiencia mística nos lleva a una manera distinta de ver la realidad. Descubrimos en nosotros algo absoluto, sólido, definitivo que es más que nosotros, pero es también parte de nosotros mismos. Esa vivencia nos traería la verdadera seguridad, libertad, alegría, paz, ausencia de miedo.
No se trata de entrar en un mundo diferente, acotado para un reducido número de personas privilegiadas, a los que se premia con el don del Espíritu. Es una realidad que se ofrece a todos como la más alta posibilidad de ser, de alcanzar una plenitud humana que todos teníamos que proponernos como meta. Cercenamos nuestras posibilidades de ser seres humanos cuando reducimos nuestras expectativas a los logros puramente biológicos, psicológicos e incluso intelectuales. Si nuestro verdadero ser es espiritual, y nos quedamos en la exclusiva valoración de la materia, devaluamos nuestra trayectoria humana y reducimos al mínimo el campo de nuestras posibilidades.
La experiencia del Espíritu es de la persona concreta, pero empuja siempre a la construcción de la comunidad, porque, una vez descubierta en uno mismo, en todos se descubre esa presencia. El Espíritu se otorga siempre “para el bien común”. Establecer que, en contra de lo que se cuenta, no se da el Espíritu a los apóstoles, sino a los discípulos, es decir a todos los seguidores de Jesús. La trampa de asignar la exclusividad del Espíritu a la jerarquía se ha utilizado con demasiada frecuencia para justificar privilegios y poderes especiales. El más poseído del Espíritu es el que más dispuesto está a servir a los demás.
El Espíritu no produce personas uniformes como si fuesen fruto de una clonación. Es esta otra trampa para justificar toda clase de controles y sometimientos. El Espíritu es una fuerza vital y enriquecedora que potencia en cada uno las diferentes cualidades y aptitudes. La pretendida uniformidad no es más que la consecuencia de nuestro miedo, o del afán de confiar en el control de las personas y no en la fuerza del mismo Espíritu.
En la celebración de la eucaristía debíamos poner más atención a esa presencia del Espíritu. Un dato puede hacer comprender esta devaluación del Espíritu. Durante muchos siglos el momento más importante de la celebración fue la epíclesis, es decir, la invocación del Espíritu que el sacerdote hacer sobre el pan y el vino. Solo mucho más tarde se confirió un poder mágico a las palabras que hoy llamamos “consagración”.

La primera lectura de hoy nos obliga a una reflexión muy simple: ¿hablamos los cristianos, un lenguaje que puedan entender todos los hombres de hoy? Mucho me temo que seguimos hablando un lenguaje que nadie entiende, porque no nos dejamos llevar por el Espíritu, sino por nuestras programaciones y caprichos. Solo hay un lenguaje que pueden entender todos los seres humanos, el lenguaje del amor.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón

Fraternidad Eclesial Franciscana