viernes, 20 de mayo de 2016

La Trinidad una verdad autentica y palpable...



Reflexión domingo 22mayo 2016

La Trinidad una verdad autentica
y palpable…
Juan 16, 12-15
Tengo mucho más que decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes. Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder. Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo lo que el Padre tiene, es mío también; por eso dije que el Espíritu recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes. (Jn 16,12-15)

El evangelista Juan recuerda con ternura esas largas conversaciones con Jesús al despedirse de los discípulos en Jerusalén.  Estaban cerca los días de la semana de su Muerte y Resurrección, nuestra Semana Santa.  Algunos ubican este diálogo en la Ultima Cena.  Sugiero leer todo el relato desde el capítulo 12 adelante.  Él va a dejar a Alguien “que les ayude y consuele.  Alguien que les va a enseñar toda la Verdad, Recibirá de lo Mío y se los dará a conocer”.

Se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la Palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos. Por Ej.

Farid  puede llamar a su padre “protector”, porque éste lo abrazó cuando aquél tenía miedo. También lo puede considerar un “amigo”, porque se pone a jugar con él y no le importa perder con tal de que Farid esté contento. O puede pensar que su padre es “consejero”, porque le advierte lo que es mejor para un niño que crece. Y estamos de acuerdo en que, a pesar de los tres nombres o categorías que el padre puede tener, no implica que sean tres personas distintas. Es un mismo y único padre. Y hoy, salvando las distancias, podríamos decir que nuestra relación con Dios Uno y Trino, es como la de este niño Farid con su papá.

Jesús, una vez más situado en el contexto de la última cena, les dice a sus discípulos que les va a enviar el Espíritu Santo para que terminen de entender y lleguen al conocimiento de la verdad absoluta, que es la que ha oído de parte del Padre y del Hijo. El Espíritu no habla de sí mismo, sino de lo que recibe de Dios.

Ahora toca definir la Trinidad: Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. En resumen, sabemos lo que decimos e identificamos las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es el Creador, el Hijo es el Salvador (redentor) y el Espíritu Santo es Maestro (Santificador) es quien revela e infunde vida de parte de Dios.
Nadie debería decir que son tres dioses, como nadie diría que son tres padres los de Farid, el niño del ejemplo primero. Incluso explicamos que del amor entre el Padre y el Hijo surge el Espíritu Santo. Y esto, me parece, lo entendemos aunque nos cueste hacernos   una idea acabada y perfecta de esta realidad divina. Es parte del misterio de nuestra fe. Aquello en lo que creemos aun sin haber visto.

En nuestro caso, para dar un paso más en la comprensión del Dios Uno y Trino, tal vez lo mejor sea comportarnos de tal modo que se haga verdad, en y entre nosotros, eso que Dios es y desea. Entonces nos toca hacer el papel de Farid, el niño con su padre que es protector, amigo y consejero. Es de esperar que aquél chico termine actuando igual que quien lo educa y, tal vez, ser amigo, consejero y protector de sus propios hijos. De este modo, si decimos que nuestro Dios es un Dios Creador, Salvador y Maestro, entonces será eso lo que tenemos que poner en práctica. Así la Trinidad es una verdad autentica y palpable, y  deja de ser sólo una explicación teológica de la realidad de Dios.

Nos toca volvernos “Creadores”. En este caso, debemos aprender del Padre del cielo y también sumar a la creación. No vamos a hacer un animal de la nada, o a poner una estrella nueva en el firmamento, pero seguro que cuando sostenemos la mano, le damos de comer o infundimos esperanza a alguien, nos volvemos co-creadores con Dios. Si en cambio nos ocupamos sólo de nosotros mismos, más bien nos volvemos estériles.

Y si tenemos que ser “Salvadores”, veremos que el desafío es grande. Pero creo que podemos salvar vidas cuando perdonamos a alguien de corazón, cuando damos de comer a un hambriento o vestimos al desnudo...(Mt 25) Somos salvadores cuando en ocasiones llegamos a olvidarnos de nosotros y damos todo lo que somos, con tal de que otros vivan. De esto, los padres, que lo dan todo por sus hijos, saben mucho. O cuando somos capaces de llevar adelante buenos ideales, por un bien común, aunque eso implique hipotecar la existencia, somos salvadores. Así lo hizo Jesús.

Por último, tendremos que ser “Maestros”. Hay que transmitir lo bueno que hemos aprendido de parte de Dios. Y si él nos enseña que hay que amar, lo cual se aprende al experimentar su amor, es lo que tenemos que hacer y enseñar a los demás.

Todo esto requiere de algo imprescindible: Dejarse conducir por el Espíritu de la Verdad. Ese que Jesús promete hoy en el evangelio. Y para eso tendremos que tener una actitud de humildad, disponibilidad y comunión profunda con Dios. Hay que estar abiertos a lo que el Espíritu nos vaya soplando. De este modo veremos cómo el Espíritu, Dios mismo, nos arranca y nos saca de una religiosidad convencional y acomodada, para vivir la espiritualidad del Dios Uno y Trino que tiene una característica inconfundible: La unidad. Porque cuando me vuelvo Creador, Salvador o Maestro, me hago uno con lo creado, lo salvado y el aprendiz. Así lo hace Dios con nosotros. Y es el modo de volvernos Trinitarios.

Podemos preguntarnos lo siguiente:

¿Qué tanto me parezco al Dios Uno y Trino?
 ¿Cuánto tengo de creador, salvador y maestro?
 ¿Soy capaz de escuchar la Verdad de Dios dicha por el Espíritu?

“No teman, Yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo “Mateo 28”

Paz y bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

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