Reflexión
domingo8 de mayo 2016
No podemos
perdernos el detalle…
Lucas 24,
46-53
Algo había sucedido en los
discípulos, que no parecían los mismos. Todos les recordamos cómo habían huido
presos del miedo y del temor a causa de su fe en Jesucristo. Cada uno tendría
sus razones, pero huyeron. La clave de interpretación de este cambio radical la
dijo Jesús a los de Emaús, que no habían sido capaces de interpretar la Sagrada
Escritura, porque lo que había sucedido ya estaba escrito, que la Palabra habla
alto y claro. Después de los encuentros con el Resucitado se comprende que los
discípulos miedosos han cambiado radicalmente, han entendido bien, porque se
han fiado de Jesús, además han aceptado el don del Espíritu Santo que ha venido
en su ayuda. En este momento histórico ya no hay temor, sino fe y confianza,
por eso “volvieron a Jerusalén con gran alegría”, con una impactante
experiencia, su condición de testigos de estos acontecimientos y la certeza de
que se han cumplido las Escrituras. Los
apóstoles conocían las maneras de actuar del Señor, las enseñanzas y la Palabra
que predicó; les era notorio lo vivido cerca del Maestro, la exquisita
obediencia al Padre, su auténtica y constante oración; también sabían de
persecuciones, de su admirable humildad; habían sido testigos de los
acontecimientos de dolor y muerte en la cruz y, sobre todo, podían certificar
que lo han visto Resucitado. Sin embargo, comienzan tiempos nuevos, ahora serán
ellos los que deban abrir nuevos surcos dándole a conocer.
El Señor ya les había advertido acerca de todo lo que les
espera, les adelantó los acontecimientos para que no se atemorizaran: “Cuando
el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del
mundo”. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos describe paso a paso la
etapa nueva de la Historia de la Salvación, significando cómo los mismos
testigos serán los primeros en sorprenderse de las maravillas que hará Dios a través
de sus personas. Las primeras comunidades cristianas han nacido de la fe en
Cristo Jesús por medio de la predicación, del testimonio de vida e incluso a
través de las mismas persecuciones… “Os conviene que me vaya”, hemos escuchado,
esto no significa que haya desaparecido o se haya desinteresado por nosotros,
al contrario, Él permanece entre nosotros con muchas señales. A partir de este
momento comienza el tiempo de la Iglesia, que se caracteriza por la fe, la
confianza, la alegría, la oración, la alabanza y la misión.
No podemos
perdernos el detalle que se resalta en el Evangelio, que la predicación para la
conversión y el perdón de los pecados comienza en Jerusalén; era conveniente
que se dieran a conocer las pruebas de la Resurrección en el lugar donde fue
crucificado y sepultado, “porque si los que habían crucificado al Señor
mostraban que creían, se tendría una gran prueba de la Resurrección”, decía San
Juan Crisóstomo. Pero nos detenemos en otro detalle interesante del momento, la
bendición. Nos imaginamos a los apóstoles pendientes del Señor en su Ascensión,
no dejarían de mirar al cielo, es el gesto más humano que reconocemos en
cualquiera de nosotros. Los discípulos miran al cielo, no le ven, se lo impiden
las nubes, pero sin verlo saben que se ha quedado bendiciéndoles. Mirar al
cielo es un gesto de esperanza.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth
Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial
Franciscana
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