sábado, 14 de mayo de 2016

No podemos perdernos el detalle...

Reflexión domingo8 de mayo 2016
              No podemos perdernos el detalle…
Lucas 24, 46-53

Algo había sucedido en los discípulos, que no parecían los mismos. Todos les recordamos cómo habían huido presos del miedo y del temor a causa de su fe en Jesucristo. Cada uno tendría sus razones, pero huyeron. La clave de interpretación de este cambio radical la dijo Jesús a los de Emaús, que no habían sido capaces de interpretar la Sagrada Escritura, porque lo que había sucedido ya estaba escrito, que la Palabra habla alto y claro. Después de los encuentros con el Resucitado se comprende que los discípulos miedosos han cambiado radicalmente, han entendido bien, porque se han fiado de Jesús, además han aceptado el don del Espíritu Santo que ha venido en su ayuda. En este momento histórico ya no hay temor, sino fe y confianza, por eso “volvieron a Jerusalén con gran alegría”, con una impactante experiencia, su condición de testigos de estos acontecimientos y la certeza de que se han cumplido las Escrituras. Los apóstoles conocían las maneras de actuar del Señor, las enseñanzas y la Palabra que predicó; les era notorio lo vivido cerca del Maestro, la exquisita obediencia al Padre, su auténtica y constante oración; también sabían de persecuciones, de su admirable humildad; habían sido testigos de los acontecimientos de dolor y muerte en la cruz y, sobre todo, podían certificar que lo han visto Resucitado. Sin embargo, comienzan tiempos nuevos, ahora serán ellos los que deban abrir nuevos surcos dándole a conocer.
El Señor ya les había advertido acerca de todo lo que les espera, les adelantó los acontecimientos para que no se atemorizaran: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos describe paso a paso la etapa nueva de la Historia de la Salvación, significando cómo los mismos testigos serán los primeros en sorprenderse de las maravillas que hará Dios a través de sus personas. Las primeras comunidades cristianas han nacido de la fe en Cristo Jesús por medio de la predicación, del testimonio de vida e incluso a través de las mismas persecuciones… “Os conviene que me vaya”, hemos escuchado, esto no significa que haya desaparecido o se haya desinteresado por nosotros, al contrario, Él permanece entre nosotros con muchas señales. A partir de este momento comienza el tiempo de la Iglesia, que se caracteriza por la fe, la confianza, la alegría, la oración, la alabanza y la misión.
No podemos perdernos el detalle que se resalta en el Evangelio, que la predicación para la conversión y el perdón de los pecados comienza en Jerusalén; era conveniente que se dieran a conocer las pruebas de la Resurrección en el lugar donde fue crucificado y sepultado, “porque si los que habían crucificado al Señor mostraban que creían, se tendría una gran prueba de la Resurrección”, decía San Juan Crisóstomo. Pero nos detenemos en otro detalle interesante del momento, la bendición. Nos imaginamos a los apóstoles pendientes del Señor en su Ascensión, no dejarían de mirar al cielo, es el gesto más humano que reconocemos en cualquiera de nosotros. Los discípulos miran al cielo, no le ven, se lo impiden las nubes, pero sin verlo saben que se ha quedado bendiciéndoles. Mirar al cielo es un gesto de esperanza.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana


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