viernes, 30 de junio de 2017

Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico...

Reflexión domingo 2 de julio de 2017
Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico…
Mt 10,37-42
"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa". Palabra del Señor
Hace años empleaba yo, en el comentario a este evangelio, palabras como estas: exigencia, radicalidad, renuncia. Hoy considero que ese lenguaje es inadecuado. Jesús no nos pide que renunciemos a nada, sino que elijamos lo mejor. Si elegimos bien, alcanzaremos la plenitud de humanidad, dentro de nuestras posibilidades. El evangelio de hoy propone, en fórmulas concisas, varios temas esenciales para el seguimiento de Jesús. Todos tienen mucho más alcance del que podemos sospechar a primera vista. No podemos tratarlos todos. Vamos a detenernos en el primero y diremos algo sobre otros.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. Sería interminable recordar la cantidad de tonterías que se han dicho sobre al amor a la familia y el amor a Dios. El amor a Dios no puede entrar nunca en conflicto con el amor a las criaturas, mucho menos con el amor a una madre, a un padre o a un hijo. Como siempre, el error parte de la idea de un Dios separado, Señor y Dueño que plantea sus propias exigencias frente a otras instancias que requieren las suyas.
Ese Dios es un ídolo, y todos los ídolos llevan al hombre a la esclavitud, no a la libertad de ser él mismo. Hay que tener mucho cuidado al hablar del amor a Dios o a Cristo. En el evangelio de Juan está muy claro: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Creer que puedo amar directamente a Dios es una quimera. Solo puedo amar a Dios, amando a los demás, amándome a mí mismo como Dios manda. Jesús no pudo decir: tienes que amarme a mí más que a tu Hijo.
El evangelio nos habla siempre del amor al “próximo”. Lo cual quiere decir que el amor en abstracto es otra utopía. No existe más amor que el que llega a un ser concreto. Ahora bien, lo más próximo a cada ser humano son los miembros de su propia familia. La advertencia del evangelio está encaminada a hacernos ver que desplegar a tope esos impulsos instintivos, no garantiza el más mínimo grado de calidad humana. Pero sería un error aún mayor el creer que pueden estar en contra de mi humanidad. Aquí está la clave para descubrir por qué se ha tergiversado el evangelio, haciéndole decir lo que no dice.
El evangelio quiere decir, que el amor a los hijos o a los padres puede ser un egoísmo camuflado que busca la seguridad material o afectiva del ego, sin tener en cuenta a los demás. El “amor” familiar se convierte entonces en un obstáculo para un crecimiento verdaderamente humano. Ese “amor” no es verdadero amor, sino egoísmo amplificado. No es bueno para el que ama con ese amor, pero tampoco es bueno para el que es amado de esa manera. El amor surge cuando el instinto es elevado a categoría humana.
Lo instintivo no va contra la persona, más que cuando el hombre utiliza su mente para potenciar su ser biológico a costa de lo humano. El hombre puede poner como objetivo de su existencia el despliegue exclusivo de su animalidad, cercenando así sus posibilidades humanas. Esto es degradarse en su ser especifico humano. Cuando estamos en esa dinámica y, además, queremos meter a los demás en ella, estamos “amando” mal, y ese “amor” se convierte en veneno. Esto es lo que quiere evitar el evangelio. Nada que no sea humano puede ser evangélico. No amar a los hijos o a los padres no sería humano.
Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico. Cuando un marido se encuentra atrapado entre el amor a su madre y el amor a su esposa, algo no está funcionando bien. Habrá que analizar bien la situación, porque uno de esos amores (o los dos) está viciado. Si el “amor a Dios” está en contradicción con el amor al padre o a la madre, o no tiene idea de los que es amar a Dios o no tiene idea de lo que es amar al hombre. Sería la hora de ir al psiquiatra. ¡A cuántos hemos metido por el camino de la esquizofrenia, haciéndoles creer que, lo que Dios les pedía, era que odiara a sus padres!

No quiero terminar sin decir una palabra sobre la gratuidad. El ofrecer “un vaso de agua fresca” a un desconocido que tiene sed, puede ser la manifestación de una profunda humanidad. El dar “sin esperar nada a cambio” es el fundamento de una relación verdaderamente humana. En nuestra sociedad de consumo nos estamos alejando cada vez más de esta postura. No hay absolutamente nada que no tenga un precio, todo se compra y se vende. Nuestra sociedad está montada de tal manera sobre el “toma y da acá”, que dejaría de funcionar si de repente la sacáramos de esa dinámica.
La misma institución religiosa está montada como un gran negocio, en contra de lo que decía uno de estos domingos el evangelio: “Gratis han recibido, den gratis”. Hoy todos estamos de acuerdo con Lutero, en su protesta contra bulas e indulgencias, pero seguimos cobrando un precio por decir una misa de difuntos. Es verdad que debemos insistir en la colaboración de todos para la buena marcha de la comunidad, pero no podemos convertir las celebraciones litúrgicas en instrumentos de recaudación.
La manera de hablar semita, por contrastes mientras más excluyentes mejor, nos puede jugar una mala pasada si entendemos las frases literalmente. Lo que es bueno para el cuerpo, es bueno también para el espíritu. La lucha maniquea que nos han inculcado no tiene nada que ver con la experiencia de Jesús….buen domingo amigo…

Paz y bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eeclesial Franciscana


sábado, 24 de junio de 2017

Nuestra vida está inserta en el corazón del Padre...

Reflexión domingo 25 de junio 2017
Nuestra vida está inserta en el corazón del Padre…
Mateo 10, 26-33
26 »Así que no les tengan miedo; porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse. 27 Lo que les digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; lo que se les susurra al oído, proclámenlo desde las azoteas. 28 No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.[a] Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.[b] 29 ¿No se venden dos gorriones por una monedita?[c] Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; 30 y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. 31 Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones.
32 »A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. 33 Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Palabra del Señor…
No podemos negar que los tiempos que corren no son fáciles para la Iglesia. De hecho, un sector importante de ella, se lamenta con frecuencia del impacto que están teniendo el relativismo, la laicidad y el secularismo como tendencias que quieren sacar de la esfera de lo público el componente religioso reduciéndolo a la esfera de lo privado. Pero hay otra mirada sobre el mismo fenómeno. Cuando vivía en Bolivia, y este tema salía en los agradables encuentros que manteníamos con un sacerdote franciscano fenomenal, solíamos coincidir en la percepción de que aquellas tendencias, lejos de arrinconar a la Iglesia, son una iniciativa para sacar lo mejor de ella y volver a ser la Iglesia de Jesús; una Iglesia que, centrada en el Evangelio, no entra en la pugna por las cuotas de poder o por su impacto numérico en el mundo sino por la autenticidad de sus integrantes y su entrega, sin límite, a favor de la construcción de un mundo más humano, inclusivo y con rostro de misericordia…también esto se hace posible desde la responsabilidad compartida, la organización, el compromiso que nos instalan desde el evangelio…
Es innegable la dificultad de los tiempos modernos, pero más innegable es la vigencia de las palabras de Jesús hoy: “No tengan miedo”. Nuestra vida está inserta en el corazón del Padre y, nada ni nadie, nos podrá apartar de su amor. Cuando vienen los vientos contrarios el discípulo de Jesús no huye, permanece atento y en el tajo porque se sabe acompañado de su Maestro y reforzado por la presencia de la comunidad. Los tiempos difíciles, insisto en la idea del párrafo anterior, lejos de hacernos sentir víctimas de un sistema que nos quiere “arrinconar”, hace que surjan hombres y mujeres con talante de constructores del Reino, desde la sencillez, la humildad y la misericordia como señales de identidad.
Desde la certeza de la cercanía de Jesús, los invito a reflexionar sobre tres miedos que, humildemente creo, debemos empezar a vencer de tal manera que lo que se nos ha dicho en la oscuridad lo digamos a la luz del día y lo que se nos ha dicho en secreto lo proclamemos desde las azoteas de nuestras casas.
Miedo a la profundidad. No quiero quitar ningún mérito a los esfuerzos que, para mantenernos unidos en una sociedad cada vez más global, hacen las redes sociales. Sin embargo, es importante advertir que corremos el peligro de caer en el mercado de la banalidad y en la cultura de lo efímero cuando quedamos satisfechos y creemos que la tarea de anunciar el mensaje del Evangelio está cumplida cuando enviamos un Tuit,  whatsapp o subimos un post a Facebook o Instagram. Ante la sed de sentido de muchas personas creo que vale la pena vencer el miedo a dar mensajes de profundidad y a dedicar largas horas de conversación y acompañamiento que permitan afianzar los procesos de crecimiento personal y en la fe de las personas que acuden a nosotros. Las redes sociales son, sin duda, una puerta de entrada pero no nos podemos quedar en la puerta…también me avergüenza cuando algunos sacerdotes en sus homilías no profundizan el evangelio se van por las ramas, los invito a que le den un poco más de tiempo a la reflexión del evangelio y verán y sentirán que han sembrado la semilla…

Miedo a la denuncia profética. La imagen de una Iglesia que se oponía a todo, sobre todo cuando se tocaban sus intereses, resultaba un poco antipática para muchos. Con Francisco a la cabeza, la Iglesia está haciendo grandes esfuerzos por ser una comunidad en salida y por dejar de mirarse a sí misma como víctima de las tendencias que buscan arrinconarla. Con Francisco –no niego que antes se hiciera- se ha puesto en evidencia la denuncia profética como un valor de la Iglesia de Jesús. No nos ha de temblar la voz, aunque vengan vientos de persecución, al denunciar los atropellos que sufren cientos de miles de hombres y mujeres en el mundo. Los denunciamos con independencia de la raza, la orientación sexual, la condición política o la religión de las víctimas. Los gritos de auxilio de las personas que los mercenarios de la muerte y los líderes de una economía que mata están dejando a la vera del camino no nos pueden dejar impasibles. Tampoco nos ha de temblar la voz para denunciar aquellas estructuras y personas que desvirtúan el ejercicio de la política convirtiéndolo en un peldaño para la búsqueda de intereses ajenos al bien común del conjunto de los ciudadanos.

Miedo a optar por los últimos. Hablar de los pobres está bien pero no es suficiente. Optar y dejarse la piel por ellos sí que es importante. En esta categoría de los últimos no solo aparecen los pobres, están también aquellas personas que, como institución, no hemos atendido de la mejor manera. Aunque redoblen las críticas, algunas veces internas y fuertes, no debemos tener miedo a establecer puentes de diálogo con los que piensan distinto, sienten diferente o se acercan a la verdad desde otras creencias. El diálogo interreligioso, el diálogo con la realidad de la diversidad sexual, el diálogo con los que piensan la familia desde modelos diferentes, etc. no se puede anatematizar, es necesario y urgente.

No tengamos miedo a los que pueden dañar nuestro cuerpo sino a los que nos pueden robar el alma…
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana


testigo fiel de la presencia de la Divinidad...

Reflexión sábado 24 de junio 2017
Testigo fiel de la presencia de la Divinidad…
Lucas 1, 57-66.80
Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.
Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. Palabra del Señor…
Celebramos hoy la fiesta de San Juan Bautista. Precursor de la venida de Cristo. Vocero de la noticia que iba a transformar el mundo.  Testigo fiel de la presencia de la Divinidad en medio de los hombres. Amigo fiel de Jesús. Testigo de la causa del Evangelio. Mártir de la fidelidad a su vocación de profeta. Voz que clama en el desierto. Sembrador de esperanzas en un mundo nuevo.

Juan dice lo que siente y hace lo que debe hacer.
Juan está al servicio de Dios, desde la tierra de la libertad.
Juan, recto y veraz, no tiene miedo a los hombres.
Juan no se deja doblegar por los poderosos; los denuncia.
Juan no se rige por las opiniones de los hombres.
Juan viste de una manera selvática, sin lujos.
Juan no usa máscaras, tiene armonía por dentro.
Juan afronta los peligros con energía y fuerza.
Juan sabe desaparecer para que aparezca Cristo.
Juan rompe con las expectativas de los poderosos.
Juan fustiga la mentira sin ambages.
Juan rompe el silencio…

La mano de Dios aleteaba sobre aquel niño que alegra el corazón de una familia sorprendida por la llegada tardía de una vida en flor. “Se llamara Juan” había escrito su Padre ante la sorpresa de todos. Toda la vida de Juan es un permanente milagro de vida. Renuncia al poder, a la gloria, a los lujos  para convertirse en un humilde servidor, fiel testigo de la verdad del corazón.
Ya en el vientre de su madre baila la danza de la adoración ante la Madre de su Señor. La mano de Dios estaba con él. Mientras crecía, su carácter se afianzaba y aprendía los caminos austeros de la justicia y de la solidaridad.
Emerge como profeta desde el desierto, sin estructuras humanas, alejado de poderosas técnicas de comunicación, dando testimonio de su misión de paz para el pueblo sencillo.

Dios llama al ser humano, le señala una misión, le proporciona unos medios, le prende el corazón y le ilumina la inteligencia para que cumpla su cometido en la vida. También nosotros estamos llamados a cumplir una tarea en nuestro ambiente. ¿Cuál es nuestra respuesta en el día de hoy? 

Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana



domingo, 18 de junio de 2017

Corpus Chrísti...

Reflexión domingo 18 de junio 2017
Corpus Christi…
Juan 6, 51-58
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de esta pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida».  Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre». Palabra del señor



Esta fiesta se celebra en la Iglesia Latina el Jueves siguiente al Domingo de Trinidad para conmemorar solemnemente la institución de la Sagrada Eucaristía.
Hoy tenemos a Jesús que insiste en que, para tener vida, debemos comer su cuerpo y beber sus sangre, de lo cual los judíos se sorprenden. La literalidad de aquellas palabras, ciertamente asustan o espantan. Aunque aquí debemos hacer la salvedad siguiente: Jesús está hablando desde la concepción judía del hombre, en la cual el cuerpo, o el hombre-cuerpo, se refiere a la persona. Bien se podría entender que está diciendo que el que tome su persona, lo que él es, tendrá vida eterna. Lo mismo con la sangre. Esta significa la vida misma y no es un mero símbolo. Por consiguiente, el que tome la vida de Jesús, ese vivirá eternamente.
Para nosotros no es fácil tampoco asimilar todos estos conceptos, aunque aseguremos saber qué es lo que sucede en la Eucaristía y qué es esto del Cuerpo de Cristo. Y aquí, me atrevo a decir que, probablemente, lo que vemos y entendemos es el milagro, la magia, que sucede cuando el sacerdote consagra el pan y el vino. Vemos pan y vino, pero decimos, convencidos, de que son el cuerpo y sangre de Jesús. Y todo acaba ahí, en el rito. Nosotros, en el mejor de los casos, lo recibimos y por un momento nos sentimos tocados por Dios, pero luego seguimos con nuestra vidas. Tal vez un poco distintos, pero no tanto. Por supuesto que no pretendo generalizar, pero me parece que nos sucede más o menos así.
Éste es un día especial para poder pensar y asimilar, con mayor profundidad, lo que significa el Cuerpo de Cristo. Y, si me permiten, diría que es la vida del mismo Jesús la que se nos entrega, lo cual no es para sentirnos reconfortados por un momento, como cuando uno recibe una caricia y más tarde casi que se ha olvidado cómo fue, sino para descubrir que la comunión verdadera es la que hace que nuestras vidas cambien radicalmente.
Jesús nos da su vida para que revivamos, pero a una vida que no puede ser una simple continuación de lo que venía siendo, sino algo mejor, porque tener vida de Dios en nosotros, siempre tiene que superar, en bien, en amor, en entrega, a lo que era antes. Incluso tiene que llevar a aprender a dar la vida propia por los demás. Entonces nos podemos preguntar: ¿En qué se nota que recibo el Cuerpo de Cristo? ¿Sigo siendo exactamente el mismo que antes de la comunión? Muchas veces me he cuestionado como hacen algunos sacerdotes cuando no dan testimonio con su vida, cuando son groseros, no son prudentes, no son confiables en la confesión…como pueden consagrar la Eucaristía como si nada hubieran hecho…lo mismo digo de una religiosa/o.  
Comer a Cristo, en la Eucaristía, es asimilar todo lo que ese pan significa. Ese es el signo que lleva, que conecta con la realidad trascendente que es Dios mismo, es decir Jesús. Si ese signo, ese pan, no nos une a esa realidad divina, que va más allá de los sentidos, entonces no sirve para nada. Sólo hay sacramento, verdadera comunión. cuando a través del signo, del pan y del vino, nos hacemos uno con lo significado: Dios. Aquí es donde cobra mayor fuerza y sentido el asistir a misa. Para eso se reunían los primeros cristianos, para la fracción del pan, y comían juntos, haciendo memoria de lo que Jesús hizo. ¿Acaso no debemos hacer lo mismo los que nos decimos seguidores de Cristo?
Para celebrar el Corpus Christi de la mejor manera, más allá de cantos, de custodias de doradas, de casullas blancas, de incienso y de procesiones, lo debemos hacer del mismo modo que Jesús: Comer el pan que nos ofrece, que es él mismo y ser pan partido para los demás. Así fue Cristo durante toda su vida, para hacer la voluntad del Padre, y es lo que quiere que hagamos. Si no hacemos comunión con él y nos volvemos otro Cristo, los demás ornamentos y fiestas sobran.

Seguramente será un buen indicio de que estamos asimilando el pan de vida cuando, de alguna forma, a dar para que  otros tengan vida, como lo hizo Jesús con nosotros. Esto es el Corpus Christi: Hoy, y en cada Eucaristía, Jesús vuelve a partirse para darnos darnos vida…somos una Iglesia que custodiamos el sagrario viviente cuando nuestras relaciones entre nosotros se humanizan en la comunidad…
Paz y Bien
Hna. Esthela Ninet Bonardy Cazón

Fraternidad Eclesial Franciscana

La manífestación más sublíme del amor...

Reflexión domingo 11 de junio 2017
La manifestación más sublime del amor…
Juan 3,16-18:


En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
-Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Palabra del Señor
 
La fiesta de la Santísima Trinidad. No es solamente una fiesta de admiración, de contemplación, de celebración. Es, sobre todo, una fiesta de compromiso. La Trinidad es el misterio de un Dios Poderoso. Es el prodigio de un Dios que es familia. Es el portento de un Dios solidario, que se compromete con el hombre. Es la manifestación más sublime del amor.

Algunos apóstoles todavía estaban confundidos, vacilaban. No sabían a que atenerse. ¿En que iban a quedar las enseñanzas de Jesús a lo largo de tres densos años de convivencia con sus apóstoles?

Antes habían recibido las enseñanzas, ahora reciben el poder. A partir de ahora pueden hacer discípulos, bautizar, enseñar, evangelizar. No, por supuesto, en nombre propio, sino en el del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La Santísima Trinidad es Vida en comunión.
La Santísima Trinidad es Santidad compartida.
La Santísima Trinidad es Dios por nosotros.
La Santísima Trinidad es Dios en nosotros.
La Santísima Trinidad es Manifestación de Amor eterno.
La Santísima Trinidad es Misterio de Solidaridad.
La Santísima Trinidad es Modelo de Unidad.
La Santísima Trinidad es Familia divina.
La Santísima Trinidad es Comunión de Personas.
La Santísima Trinidad es Creación portentosa.
La santísima Trinidad es Redención perpetua.
La Santísima Trinidad es Santificación sin medida.
La Santísima Trinidad es Don, es Fruto, es Sello.

El mandato de Cristo sigue vigente: “vayan y hagan que todos sean mis discípulos en el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La tarea es ingente. Mientras el Espíritu del mal actúa sin descanso, muchos creyentes viven adocenados, postrados en su comodidad, olvidando el que el Reino de Dios sufre violencia.

El compromiso  del cristiano no se termina salvando la propia vida, sino proyectando toda nuestra generosidad a favor de los demás. Todos tenemos que ser apóstoles, testigos, misioneros si queremos seguir a Cristo con fidelidad.

Cristo sigue vivo, presente en nuestras vidas. Está siempre con nosotros. Con una sola condición: que le abramos de par en par las puestas de nuestra vida y que no tengamos miedo.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon

Fraternidad Eclesial Franciscana

viernes, 2 de junio de 2017

"Ruído" que conmociona, "voz" que interpela y "fuego" que calienta...

Reflexión domingo 4 de junio
“Ruido” que conmociona, “voz” que interpela y “fuego” que calienta…
Juan 20,19-23

19. A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo: "¡Paz esté con ustedes!" 
20. Diciendo esto, les mostró sus manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor. 
21. De nuevo les dijo: "¡Paz esté con ustedes! Como mi Padre me envió, así Yo los envío a ustedes". 
22. Y dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo: 
23. a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan, quedan retenidos". 
Palabra del Señor

Amigos, en Pentecostés se pone de relieve el Espíritu de Dios, comparado en la Biblia al viento y al aliento, sin los cuales morimos. El Espíritu es respiración de Dios. El soplo respiratorio del hombre viene de Dios, a quien vuelve cuando una persona muere. Es también viento reconfortante, brisa, huracán que arrasa, y cuya procedencia se ignora en ocasiones (es fuerza ordenadora frente al caos). Es aliento que se halla en el fondo de la vida (es fuerza vivificante frente a la muerte). Se manifiesta particularmente en los profetas, críticos de los mecanismos del poder y del culto desviado y defensores de los desheredados, y en los jueces, promotores de la justicia (es fuerza socializadora). El mismo Espíritu que hoy fecunda a la Iglesia y a los cristianos creó el mundo y dio vida humana al «barro» en la pareja formada por Adán y Eva. Desgraciadamente, se desconoce al Espíritu cuando se le considera como algo etéreo, abstracto o inapreciable. Sin embargo, lo confesamos en el credo: creo en el Espíritu Santo.

De un modo pleno reposó el Espíritu de Dios sobre el Mesías. Así se advierte en la concepción de Jesús, en su bautismo y comienzo de su misión, en el momento de su muerte y en las apariciones del Resucitado. Jesús murió entregando su Espíritu y apareció resucitado dando Espíritu (soplo) a los discípulos. El Espíritu es, pues, don de Dios, personalidad de Jesús, fuerza del evangelio, alma de la comunidad. Su donación en Pentecostés tiene como propósito crear comunidad (“ruido” que conmociona, “voz” que interpela y “fuego” que calienta), abrirse a los pueblos y culturas, impulsar el testimonio y defender la justicia y la libertad.

La fuerza del evangelio es Espíritu que llama a conversión, expulsa lo demoníaco, reconcilia a los pecadores, mueve a optar por los pobres y marginados y crea Iglesia comunitaria. En resumen, el Espíritu promueve conciencia moral lúcida, da sentido agudo al discernimiento, empuja al compromiso social por el pueblo y ayuda a la puesta en práctica del mensaje de Jesús. Pecados contra el Espíritu son la injusticia, con las secuelas del subdesarrollo y la miseria; la división de los seres humanos y de los pueblos, con todo el odio generado; las dictaduras y el imperialismo, con los dominios del terror y de la guerra. etc.

¿Qué espíritu respiramos nosotros y respira la sociedad?
¿Nos distinguimos los cristianos por el Espíritu del Señor?

Paz y Bien

Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana