Reflexión domingo 4 de
junio
“Ruido” que conmociona, “voz” que interpela y “fuego” que calienta…
Juan 20,19-23
19. A la tarde de ese mismo día, el primero de la
semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se
encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo:
"¡Paz esté con ustedes!"
20. Diciendo esto, les mostró sus manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor.
21. De nuevo les dijo: "¡Paz esté con ustedes! Como mi Padre me envió, así Yo los envío a ustedes".
22. Y dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo:
23. a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan, quedan retenidos".
20. Diciendo esto, les mostró sus manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor.
21. De nuevo les dijo: "¡Paz esté con ustedes! Como mi Padre me envió, así Yo los envío a ustedes".
22. Y dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo:
23. a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan, quedan retenidos".
Palabra del
Señor
Amigos, en Pentecostés se pone
de relieve el Espíritu de Dios, comparado en la Biblia al viento y al aliento,
sin los cuales morimos. El Espíritu es respiración de Dios. El soplo respiratorio
del hombre viene de Dios, a quien vuelve cuando una persona muere. Es también
viento reconfortante, brisa, huracán que arrasa, y cuya procedencia se ignora
en ocasiones (es fuerza ordenadora frente al caos). Es aliento que se halla en
el fondo de la vida (es fuerza vivificante frente a la muerte). Se manifiesta
particularmente en los profetas, críticos de los mecanismos del poder y del
culto desviado y defensores de los desheredados, y en los jueces, promotores de
la justicia (es fuerza socializadora). El mismo Espíritu que hoy fecunda a la
Iglesia y a los cristianos creó el mundo y dio vida humana al «barro» en la
pareja formada por Adán y Eva. Desgraciadamente, se desconoce al Espíritu
cuando se le considera como algo etéreo, abstracto o inapreciable. Sin embargo,
lo confesamos en el credo: creo en el Espíritu Santo.
De un modo pleno reposó el Espíritu de Dios sobre el Mesías. Así
se advierte en la concepción de Jesús, en su bautismo y comienzo de su misión,
en el momento de su muerte y en las apariciones del Resucitado. Jesús murió
entregando su Espíritu y apareció resucitado dando Espíritu (soplo) a los
discípulos. El Espíritu es, pues, don de Dios, personalidad de Jesús, fuerza
del evangelio, alma de la comunidad. Su donación en Pentecostés tiene como
propósito crear comunidad (“ruido” que conmociona, “voz” que interpela y “fuego” que
calienta),
abrirse a los pueblos y culturas, impulsar el testimonio y defender la justicia
y la libertad.
La fuerza del evangelio es Espíritu que llama a conversión,
expulsa lo demoníaco, reconcilia a los pecadores, mueve a optar por los pobres
y marginados y crea Iglesia comunitaria. En resumen, el Espíritu promueve
conciencia moral lúcida, da sentido agudo al discernimiento, empuja al
compromiso social por el pueblo y ayuda a la puesta en práctica del mensaje de
Jesús. Pecados contra el Espíritu son la injusticia, con las secuelas del
subdesarrollo y la miseria; la división de los seres humanos y de los pueblos,
con todo el odio generado; las dictaduras y el imperialismo, con los dominios
del terror y de la guerra. etc.
¿Qué espíritu respiramos
nosotros y respira la sociedad?
¿Nos distinguimos los
cristianos por el Espíritu del Señor?
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana
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