Reflexión domingo 25 de junio 2017
Nuestra vida está inserta en el
corazón del Padre…
Mateo 10,
26-33
26 »Así que no les
tengan miedo; porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada
escondido que no llegue a conocerse. 27 Lo que les digo en
la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; lo que se les susurra al oído,
proclámenlo desde las azoteas. 28 No teman a los que
matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.[a] Teman más bien al
que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.[b] 29 ¿No se venden dos
gorriones por una monedita?[c] Sin embargo, ni
uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; 30 y él les tiene
contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. 31 Así que no tengan
miedo; ustedes valen más que muchos gorriones.
32 »A cualquiera que
me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre
que está en el cielo. 33 Pero a cualquiera
que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi
Padre que está en el cielo. Palabra del Señor…
No podemos negar que los tiempos que
corren no son fáciles para la Iglesia. De hecho, un sector importante de ella,
se lamenta con frecuencia del impacto que están teniendo el relativismo, la
laicidad y el secularismo como tendencias que quieren sacar de la esfera de lo
público el componente religioso reduciéndolo a la esfera de lo privado. Pero
hay otra mirada sobre el mismo fenómeno. Cuando vivía en Bolivia, y este tema
salía en los agradables encuentros que manteníamos con un sacerdote franciscano
fenomenal, solíamos coincidir en la percepción de que aquellas tendencias,
lejos de arrinconar a la Iglesia, son una iniciativa para sacar lo mejor de
ella y volver a ser la Iglesia de Jesús; una Iglesia que, centrada en el
Evangelio, no entra en la pugna por las cuotas de poder o por su impacto
numérico en el mundo sino por la autenticidad de sus integrantes y su entrega,
sin límite, a favor de la construcción de un mundo más humano, inclusivo y con
rostro de misericordia…también esto se hace posible desde la responsabilidad compartida,
la organización, el compromiso que nos instalan desde el evangelio…
Es innegable la dificultad de los tiempos modernos,
pero más innegable es la vigencia de las palabras de Jesús hoy: “No
tengan miedo”. Nuestra vida está inserta en el corazón del Padre y, nada ni nadie, nos podrá apartar de su amor.
Cuando vienen los vientos contrarios el discípulo de Jesús no huye, permanece
atento y en el tajo porque se sabe acompañado de su Maestro y reforzado por la
presencia de la comunidad. Los tiempos difíciles, insisto en la idea del
párrafo anterior, lejos de hacernos sentir víctimas de un sistema que nos
quiere “arrinconar”, hace que surjan hombres y mujeres con talante de
constructores del Reino, desde la sencillez, la humildad y la misericordia como
señales de identidad.
Desde la certeza de la cercanía de Jesús, los invito a
reflexionar sobre tres miedos que, humildemente creo, debemos empezar a vencer
de tal manera que lo que se nos ha dicho en la oscuridad lo digamos a la luz
del día y lo que se nos ha dicho en secreto lo proclamemos desde las azoteas de
nuestras casas.
Miedo a la profundidad. No quiero quitar ningún mérito
a los esfuerzos que, para mantenernos unidos en una sociedad cada vez más
global, hacen las redes sociales. Sin embargo, es importante advertir que
corremos el peligro de caer en el mercado de la banalidad y en la cultura de lo
efímero cuando quedamos satisfechos y creemos que la tarea de
anunciar el mensaje del Evangelio está cumplida cuando enviamos un Tuit, whatsapp o subimos un post a Facebook o
Instagram. Ante la sed de sentido de muchas personas creo que vale la pena
vencer el miedo a dar mensajes de profundidad y a dedicar largas horas de
conversación y acompañamiento que permitan afianzar los procesos de crecimiento
personal y en la fe de las personas que acuden a nosotros. Las redes sociales
son, sin duda, una puerta de entrada pero no nos podemos quedar en la puerta…también
me avergüenza cuando algunos sacerdotes en sus homilías no profundizan el
evangelio se van por las ramas, los invito a que le den un poco más de tiempo a
la reflexión del evangelio y verán y sentirán que han sembrado la semilla…
Miedo a la denuncia profética. La imagen de una Iglesia que
se oponía a todo, sobre todo cuando se tocaban sus intereses, resultaba un poco
antipática para muchos. Con Francisco a la cabeza, la Iglesia está haciendo
grandes esfuerzos por ser una comunidad en salida y por dejar de mirarse a sí
misma como víctima de las tendencias que buscan arrinconarla. Con Francisco –no
niego que antes se hiciera- se ha puesto en evidencia la denuncia profética
como un valor de la Iglesia de Jesús. No nos ha de temblar la voz, aunque
vengan vientos de persecución, al denunciar los atropellos que sufren cientos
de miles de hombres y mujeres en el mundo. Los denunciamos con independencia de
la raza, la orientación sexual, la condición política o la religión de las
víctimas. Los gritos de auxilio de las personas que los mercenarios de la
muerte y los líderes de una economía que mata están dejando a la vera del
camino no nos pueden dejar impasibles. Tampoco nos ha de temblar la voz para
denunciar aquellas estructuras y personas que desvirtúan el ejercicio de la
política convirtiéndolo en un peldaño para la búsqueda de intereses ajenos al
bien común del conjunto de los ciudadanos.
Miedo a optar por los últimos. Hablar de los pobres está bien
pero no es suficiente. Optar y dejarse la piel por ellos sí que es importante.
En esta categoría de los últimos no solo aparecen los pobres, están también
aquellas personas que, como institución, no hemos atendido de la mejor manera.
Aunque redoblen las críticas, algunas veces internas y fuertes, no debemos
tener miedo a establecer puentes de diálogo con los que piensan distinto,
sienten diferente o se acercan a la verdad desde otras creencias. El diálogo
interreligioso, el diálogo con la realidad de la diversidad sexual, el diálogo
con los que piensan la familia desde modelos diferentes, etc. no se puede
anatematizar, es necesario y urgente.
No tengamos miedo a los que pueden dañar nuestro
cuerpo sino a los que nos pueden robar el alma…
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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