Reflexión domingo 3 de
septiembre 2017
«No lo permita Dios, Señor. Eso no
puede pasarte».
Mateo 16,21-27
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.» Palabra del Señor
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.» Palabra del Señor
Jesús pasó algún tiempo recorriendo las aldeas
de Galilea. Allí vivió los mejores momentos de su vida. La gente sencilla se
conmovía ante su mensaje de un Dios bueno y perdonador. Los pobres se sentían
defendidos. Los enfermos y desvalidos agradecían a Dios su poder de curar y
aliviar su sufrimiento. Sin embargo no se quedó para siempre entre aquellas
gentes que lo querían tanto.
Explicó a sus
discípulos su decisión: «tenía que ir a Jerusalén», era necesario anunciar la
Buena Noticia de Dios y su proyecto de un mundo más justo, en el centro mismo
de la religión judía. Era peligroso. Sabía que «allí iba a padecer mucho». Los
dirigentes religiosos y las autoridades del templo lo iban a ejecutar. Confiaba
en el Padre: «resucitaría al tercer día».
Pedro se rebela
ante lo que está oyendo. Le horroriza imaginar a Jesús clavado en una cruz.
Sólo piensa en un Mesías triunfante. A Jesús todo le tiene que salir bien. Por
eso, lo toma aparte y se pone a reprenderle: «No lo permita Dios, Señor. Eso no puede
pasarte».
Jesús
reacciona con una dureza inesperada. Este Pedro le resulta desconocido y
extraño. No es el que poco antes lo ha reconocido como "Hijo del Dios
vivo". Es muy peligroso lo que está insinuando. Por eso lo rechaza con
toda su energía: «Apártate de mí Satanás». El texto dice literalmente: «Ponte detrás
de mí». Ocupa tu lugar de discípulo y aprende a seguirme. No te pongas delante
de mí desviándonos a todos de la voluntad del Padre.
Jesús quiere dejar
las cosas muy claras. Ya no llama a Pedro «piedra» sobre la que edificará su
Iglesia; ahora lo llama «piedra» que me hace tropezar y me obstaculiza el
camino. Ya no le dice que habla así porque el Padre se lo ha revelado; le hace
ver que su planteamiento viene de Satanás.
La gran tentación
de los cristianos es siempre imitar a Pedro: confesar solemnemente a Jesús como
"Hijo del Dios vivo" y luego pretender seguirle sin cargar con la
cruz. Vivir el Evangelio sin renuncia ni coste alguno. Colaborar en el proyecto
del reino de Dios y su justicia sin sentir el rechazo o la persecución.
Queremos seguir a Jesús sin que nos pase lo que a él le pasó.
No es posible.
Seguir los pasos de Jesús siempre es peligroso. Quien se decide a ir detrás de
él, termina casi siempre envuelto en tensiones y conflictos. Será difícil que
conozca la tranquilidad. Sin haberlo buscado, se encontrará cargando con su
cruz. Pero se encontrará también con su paz y su amor inconfundible. Los
cristianos no podemos ir delante de Jesús sino detrás de él.
Paz y Bien
Hna.
Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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