Reflexión domingo 3 de mayo 2015
Permanecer en Él, para dar
el fruto del amor…
Juan 15,1-8
El evangelio de esta semana nos habla del bien de la unidad y la desgracia
del individualismo. «Así como una rama no puede dar frutos si se aparta del árbol,
tampoco los seres humanos podemos fecundar vida si nos apartamos egoístamente
del colectivo humano. (Juan 15, 1- 8)
La fe de muchas familias lleva a bautizar a los niños recién nacidos. A ponerlos en mano del Dios de la Vida y de la Historia e integrarlos a una Iglesia. Ese día de iniciación Cristiana generalmente lo celebramos con estadio lleno de familiares, amigos unidos a la comunidad.
Después hay veces que las preocupaciones materiales absorben el tiempo y nos lleva a buscar caminos solitarios para ciertas metas que nos ponemos. Dejamos de lado la fuerza de la vida en común e incluso a Dios mismo o nos inventamos un Dios a nuestra manera de pensar y deseos personales, jugando el partido de la vida sin la sabiduría y la energía del gran jugador que es el Espíritu Santo y sin jugar en equipo integrando una comisión de barrio, un gremio, una comunidad de reflexión y oración terminamos como rama separada del árbol volviéndonos materialistas y egoístas, esto transforma a los seres humanos en nuestro adversario y la vida en un lugar peligroso e inseguro, siendo el perro o la mascota el mejor amigo...
La semana pasada Jesús se identificaba como el «Buen pastor- tropero» que anda en búsqueda de quien se aparta del rebaño común. Un Dios que siente gran alegría cuando regresamos a lo social, a la vida con otros, para sumar fuerzas en bien de un buen vivir incluyendo a todos.
La fe de muchas familias lleva a bautizar a los niños recién nacidos. A ponerlos en mano del Dios de la Vida y de la Historia e integrarlos a una Iglesia. Ese día de iniciación Cristiana generalmente lo celebramos con estadio lleno de familiares, amigos unidos a la comunidad.
Después hay veces que las preocupaciones materiales absorben el tiempo y nos lleva a buscar caminos solitarios para ciertas metas que nos ponemos. Dejamos de lado la fuerza de la vida en común e incluso a Dios mismo o nos inventamos un Dios a nuestra manera de pensar y deseos personales, jugando el partido de la vida sin la sabiduría y la energía del gran jugador que es el Espíritu Santo y sin jugar en equipo integrando una comisión de barrio, un gremio, una comunidad de reflexión y oración terminamos como rama separada del árbol volviéndonos materialistas y egoístas, esto transforma a los seres humanos en nuestro adversario y la vida en un lugar peligroso e inseguro, siendo el perro o la mascota el mejor amigo...
La semana pasada Jesús se identificaba como el «Buen pastor- tropero» que anda en búsqueda de quien se aparta del rebaño común. Un Dios que siente gran alegría cuando regresamos a lo social, a la vida con otros, para sumar fuerzas en bien de un buen vivir incluyendo a todos.
Amigos la vida en común nos pule, nos poda, nos tendría que permitir sacar
lo mejor de nosotros mismos
La fe cristiana no se puede vivir individualmente, la fe cristiana crece y
da buenos frutos desde la vida comunitaria.
Lo que hace fuerte y fecunda a una institución es tener un claro horizonte común, con objetivos a realizar. Uno de los peores males es tener integrantes solo por interés de dinero, por obligación o con deseo de poder.
Lo que hace fuerte y fecunda a una institución es tener un claro horizonte común, con objetivos a realizar. Uno de los peores males es tener integrantes solo por interés de dinero, por obligación o con deseo de poder.
Una
comunidad inmadura deja que «los mesías» hagan o digan todo lo que
hay que hacer, pasando los más débiles a « ser peones» sin palabra de decisión.
Una comunidad que va madurando, acepta a los individualistas, planteándoles la posibilidad de su participación en un lugar concreto, que lo haga sentir parte, agradeciendo a los otros, sintiéndose valorizado por su aporte dejando participación a otros.
El evangelio también propone podar, por lo tanto la comunidad tiene que animarse a tomar decisiones con los que no quieren la vida en común.
Una comunidad que va madurando, acepta a los individualistas, planteándoles la posibilidad de su participación en un lugar concreto, que lo haga sentir parte, agradeciendo a los otros, sintiéndose valorizado por su aporte dejando participación a otros.
El evangelio también propone podar, por lo tanto la comunidad tiene que animarse a tomar decisiones con los que no quieren la vida en común.
Jesús revela la misión que nos ha entregado: producir
fruto. Todo sarmiento que esté vivo tiene que dar fruto, es decir, todo
miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. Si un
sarmiento no produce fruto, el Padre se encarga de podar su viña. ¿A qué se
refiere ese fruto? Al final del capítulo 15, Jesús habla explícitamente de la
misión que los discípulos tienen que cumplir, del mandamiento que les ha
dejado: "Ámense unos a otros como yo les he amado" (15,12). El
amor es el fruto y a la vez la misión y el mandamiento que Jesús dio a sus
discípulos.
El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad,
pero no responde al Espíritu, no responde al Amor que Jesús predica a través de
sus palabras y obras.
Paz y Bien
Hna. Esthela
Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad
Eclesial Franciscana.
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