Reflexión domingo 2 agosto 2015
Estilo de vida
Juan 6,24-35
Hoy tenemos una nueva cita con Jesús veamos lo que pasa después de la multiplicación de los panes la gente se quedó
aquella noche, allí mismo, a orilla del mar de Tiberíades. Al darse cuenta de
que Jesús no estaba con ellos comienzan a buscarlo.
Cuando lo encuentran, Jesús les
echa en cara que no le buscan por haber entendido el signo de los panes, sino
porque han quedado saciados. Les está pidiendo que profundicen en su búsqueda,
que comprendan que su mensaje va mucho más allá del estómago.
La motivación del discípulo para
buscar a Jesús debe ser la fe, la plena comunión con Él y no el interés por los
milagros que nos puede hacer, o los problemas cotidianos que nos pueda
solucionar. Jesús deja claro que Él no es un repartidor de panes. ¿Qué es
entonces lo que Él vino a hacer al mundo? ¿Para qué fue enviado?
Jesús habla de esforzarse por
conseguir lo que en última instancia es un don. La gente no entiende a la
primera. Jesús procede despacio, poco a poco. Es necesario un camino de madurez
de la mente, del corazón y de las acciones.
Hoy, como entonces, para muchas
personas lo más importante en la vida es sobrevivir. La vida se desgasta por
conseguir lo inmediato y se pierde de vista la trascendencia de la vida, el por
qué se hacen las cosas. No es lo mismo trabajar para vivir que vivir para
trabajar. Más allá de lo inmediato de la vida, que ciertamente es importante,
hay necesidades profundas que se tienen que satisfacer.
La gente busca a Jesús para que
repita el milagro de la multiplicación del pan por la imagen que se han hecho
de Él. Por ello Jesús habla del pan que les dará el Hijo del Hombre, a quien el
Padre ha marcado con su sello. Jesús tiene autoridad y ésta es autentica, le
viene porque Dios lo ha ungido con su Espíritu, por ello Él es el único que
puede satisfacer el hambre de eternidad de que hay en el corazón de todas las
personas.
Ante el imperativo «no trabajen
por el alimento que perece…» la gente parece preguntarse ¿cuáles son las
obras buenas que tenemos que hacer para ganarnos el favor de Dios? Al responder
Jesús corrige a sus interlocutores presentando una perspectiva más profunda: «La
obra de Dios es que crean en quien Él ha enviado». Con ello da a entender
que lo que Dios espera del hombre es la fe.
Lo que Jesús propone es que
construyamos con Dios una nueva relación, menos interesada, que supere la
relación de «hago para que me de»; una relación más cercana y profunda, determinada
por su Palabra, avivada por la oración, recreada en la comunidad, manifiesta en
el estilo de vida y que sea la fuente que de consistencia a nuestras acciones.
La nueva relación con Dios
desemboca en un estilo
de vida, en una manera de ser de la que se desprenden todas las
obras buenas de amor y de servicio, porque lo que hacemos lleva la huella de lo
que somos.
En su diálogo Jesús hace nacer el
anhelo de ese pan. La reacción de la gente no se hace esperar «Señor, danos
siempre de ese pan». Se dirigen a Jesús con un título que reconoce la
divinidad, y reconocen también que lo que Jesús ofrece no se consigue con el
propio esfuerzo sino que es un «don» que requiere apertura, receptividad; se
reconoce la necesidad de ese pan no para un día o dos, sino para siempre. Ya no
se trata del pan multiplicado sino de «ese pan».
Llegados a este punto Jesús se
auto-revela. «Yo soy el pan que da la vida» El Señor partiendo de una
necesidad vital explica la importancia, el valor que Él tiene para nosotros. La
expresión «Yo soy» nos remite a la revelación divina. Con la
definición que da de sí mismo, Jesús dice que Dios está presente en Él, en
función de la humanidad y que se interesa por nosotros, por nuestra vida.
Jesús es el «pan que da la vida»
indicando con ello que así como el alimento es vital para sobrevivir Él es
necesario para nosotros. Hay que buscar a Jesús con la misma motivación que
buscamos la comida todos los días. La vida verdadera es la nueva relación con
Dios, que nos lleva a una nueva auto-comprensión de nosotros mismos definida
por el amor. Esta comunión de amor es la verdadera vida, la existencia plena.
En Jesús la vida deja de ser un
mero «sobrevivir» y alcanza su plenitud colocándose por encima del poder
destructor de la muerte. Cada instante de nuestra existencia es verdaderamente
vida si está lleno de Dios.
El don de Dios supone de nuestra
parte el creer. Hay que venir a Jesús, acudir a ÉL, acercarse, hacerlo amigo,
estrechar las relaciones con Él. Venir a Él es aceptar su invitación. La
dinámica de la fe es similar a la búsqueda de alimento. Hay que acercarse a
Jesús, como alguien accesible, como amigo que nos acoge en la calidez de su
morada. Entonces nuestra vida se fundamenta y se fortalece en la misma vida de
Él.
Por parte nuestra se requiere la
acción de nuestra voluntad, comer del pan, es decir, entrar en relación con él,
entregarle l propia confianza, apoyarse en él, identificándose con su
propuesta. La fe no es certeza intelectual, ni la repetición de fórmulas
teológicas. La fe es relación y nexo de persona a persona. Creo en Jesús cuando
me uno totalmente a Él y me dejo determinar completamente por Él.
La vida eterna que Jesús nos ofrece
es vida de calidad, distinta y superior. Vida que es totalmente y sólo vida.
Vida que no tiende constantemente a su fin, es vida que no pasa, ilimitada,
indestructible, llena de significado, de alegría y armonía.
A Jesús lo
seguía mucha gente por los signos que había realizado de curar algunos enfermos
y por la multiplicación de panes que había calmado el hambre de muchedumbres.
Si bien Jesús sabe que las necesidades básicas deben ser cubiertas para todos
los seres humanos. El quiere llevarnos mucho más allá de eso. Su predicación
nos trae la buena noticia del amor pleno, de la resurrección, de la
misericordia infinita de Dios, del deseo de liberación, de justicia y verdad.
(Juan 6, 24-35) En su tiempo muy pocos pudieron creer y acompañarlo en este
caminar. La mayoría tenía «vuelo bajo» y lo quería rey para que calmara las
necesidades básicas y nada más. Jesús respondía a las necesidades pero sabía
que si las personas no se elevan más allá de esto iban a tener nuevamente
hambre.
En nuestros
días Jesús sigue ocupado por medio de muchas personas e instituciones de buena
voluntad en mejorar las necesidades básicas humanas, pero también su Espíritu
nos quiere encaminar a una búsqueda más profunda de lo material y afectivo. Una
experiencia de liberación del miedo a la muerte, asumiendo la realidad tal cual
es, y queriéndonos como somos, disfrutando de lo bueno, procurando mejorar lo
posible y sabiendo llevar la cruz que nos corresponde. Como toda amistad para
que crezca necesita su tiempo ¿Qué tiempo le dedicamos a encontrarnos con
Jesús? en su espíritu, su palabra bíblica, en su presencia comunitaria, en su
presencia real en los más empobrecidos y excluidos. Es muy distinto andar por
la vida sin saber dónde vamos a creer que al final nos espera el encuentro
definitivo con el origen y sentido pleno de nuestra existencia."Yo soy el
pan de Vida. El que viene a mí y cree en mi, jamás tendrá hambre ni sed"
Es muy distinto andar en solitario que andar experimentando la compañía del
Espíritu de Dios.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy
cazón
Fraternidad Eclesial
franciscana