jueves, 16 de julio de 2015

Amor con convicción




Reflexión domingo 19 de julio 2015
Amor con convicción
Marcos 6,30-34
Amigos hoy quiero centrarme en la compasión y en el amor…
El evangelio es muy claro necesitamos una fuente de compasión más profunda y duradera que nuestros propios esfuerzos. Porque tener compasión verdadera significa hacer lo que el otro necesita, más allá de lo que nos cueste. Tener compasión verdadera es decir en amor la verdad de la Palabra de Dios, para que sea  bendición. Tener compasión verdadera es quedarse junto al necesitado aún después que todos los demás se fueron, es escuchar al hermano. El problema es que, con el egoísmo que tenemos dentro de nosotros siempre ponemos un límite para nuestro servicio.
Por eso el evangelio, hace una descripción acertada, no sólo de las personas de esa época, sino también de nosotros, cuando dice: "parecían ovejas sin pastor". Es que cuando no estamos conectados con el Dios que nos creó y nos redimió, el mundo aparece quebrantado y sin sentido, y la compasión verdadera hacia el prójimo no es más que un sueño imposible.
Lamentablemente, esta es una realidad que vemos por todos lados, ¿no es cierto? Sólo necesitamos mirar a las familias a nuestro alrededor o nuestras propias familias. En el pasado, la familia era el primer lugar en donde las personas trataban de hacer siempre lo que era mejor para la suya y  los demás. Pero las cosas han cambiado mucho. Si los cónyuges de hoy día no se cuidan mutuamente ni cuidan de sus hijos como deberían, ¿cómo vamos a esperar que cuiden de otras personas?
Sufrimiento, quebrantamiento, parejas viviendo juntas por conveniencia propia y no porque es lo mejor para el otro o para sus hijos. Sí, el mundo necesita mucho amor y compasión.
Pero hoy este evangelio me recuerda que la compasión verdadera es algo que tuvo que venir al mundo para que este mundo pudiera, una vez más, conocer el amor, la alegría, y la paz. La compasión verdadera vino del mismísimo cielo en busca de tì y de mí.. La palabra utilizada en griego es splanjano, que significa 'salido del vientre para que todos lo vean'. Éste es un amor que tiene alma y corazón. Es un amor con convicción y sentimiento, un amor sin egoísmo; un amor que se entrega, se preocupa y cuida a las personas que, en definitiva, no pueden cuidarse a sí mismas. Es la compasión basada en la verdad, en la justicia, y en la santidad de Dios.
Es interesante ver que lo primero que Jesucristo hace al derramar su corazón compasivo en servicio a quienes le habían seguido ese día, según nos dice el texto para hoy, es enseñarles. No se fija sólo en sus necesidades físicas, sino también en su falta de conocimiento. Así es que les enseña quién es Dios y quiénes son ellos; les habla de la responsabilidad que tienen ante Dios, y la posibilidad real de recibir perdón, un nuevo comienzo, y vida eterna. ¡Eso es compasión! Y cuando uno  recibe esa clase de compasión de parte de Jesús, el Salvador que nos ama profundamente y hace lo que es necesario para que nosotros podamos  tener vida y salvación, nuestra  vida cambia. La buena noticia no es sólo que en Cristo encontramos compasión verdadera para nuestra vida, sino también que, en Cristo, Dios nos capacita para que tengamos compasión con los demás.
Cuando dije antes que a este mundo le falta compasión verdadera, lo dije en serio. Pero eso no quiere decir que tal compasión, amor y gracia no estén obrando ya en este mundo, porque lo están a través de todas las personas que han sido tocadas y redimidas por Jesucristo. De la misma manera, tú también puedes vivir y actuar con compasión, porque el amor compasivo de Cristo que vive en ti y en mí a través de la fe nos da todo lo que necesitamos para compartirlo con los demás. Como dice la Biblia: 'a quien mucho se le perdona, mucho ama.'
El sólo hecho de conocer a Cristo y de experimentar en carne propia su compasión, nos capacita para ello. El tremendo amor que recibimos de él a través de su Palabra y sus sacramentos desafía toda explicación y expectativa, y hace posible que muchas vidas, incluyendo la tuya y la mía, sean transformadas. Por eso el servicio necesita su reposo cuando se cuantifica en cualquier clase de esfuerzo humano: intelectual, psíquico o físico. Por otro lado, no se puede concebir nuestra existencia solo por el esfuerzo productivo. Como hemos afirmado, necesitamos otras actividades que nos hagan también personas: orar, leer, compartir la vida en el diálogo personal, en el ocio, en la fiesta. Y ello hay que insertarlo como una parte esencial de nuestra vida, pues, de lo contrario, nos convertimos en máquinas de producir, donde el descanso veraniego, como el del fin de semana, es un tiempo para reponer fuerzas para seguir produciendo. Y esto es pobreza humana, porque la persona se convierte en una máquina. Hay que aprender a perder el tiempo, a ver pasar el tiempo, y hacer cosas distintas a nuestras responsabilidades sociales y, en el amor, entregarnos para constituir sociedades más justas y libres. Y para eso hay que dar y compartir los mejor de nosotros mismos.
PAZ Y BIEN
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial franciscana

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