jueves, 2 de julio de 2015

Descubrir a Jesús…



Reflexión  domingo 5 de Julio 2015
Descubrir a Jesús…
Marcos  6,1-6
Nuestro Dios que es liberador quiso por medio de su propio Hijo demostrarnos que la sabiduría, la verdad, el amor son sembrados en toda persona humana y que pueden florecer en los lugares y en las personas más inesperadas.
Tengamos en cuenta que Jesús no es un sacerdote del Templo, ocupado en cuidar y promover la religión. Tampoco lo confunde nadie con un maestro de la Ley, dedicado a defender la Torá de Moisés. Los campesinos de Galilea ven en sus gestos y en sus palabras de fuego la actuación de un profeta movido por el Espíritu de Dios.
Jesús sabe que le espera una vida difícil y conflictiva. Los dirigentes religiosos se le enfrentarán. Es el destino de todo profeta. Pero no se esperaba que fuera rechazado precisamente entre los suyos, los que mejor lo conocen desde niño.
 Como dice el Evangelio: al llegar el sábado, Jesús entra en la pequeña sinagoga del pueblo y "empieza a enseñar". Sus vecinos y familiares apenas le escuchan. Entre ellos nacen toda clase de preguntas. Conocen a Jesús desde niño: es un vecino más. ¿Dónde ha aprendido ese mensaje sorprendente del Reino de Dios? ¿De quién ha recibido esa fuerza para curar? Marcos dice que todo "les resultaba escandaloso". ¿Por qué?
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Aquellos campesinos creen que lo saben todo de Jesús. Se han hecho una idea de él desde niños. En lugar de acogerlo tal como se presenta ante ellos, quedan bloqueados por la imagen que tienen de él. Esa imagen les impide abrirse al misterio que se encierra en Jesús. Se resisten a descubrir en él la cercanía salvadora de Dios.
Pero hay algo más. Acogerlo como profeta significa estar dispuestos a escuchar el mensaje que les dirige en nombre de Dios. Y esto puede traerles problemas. Ellos tienen su sinagoga, sus libros sagrados y sus tradiciones. Viven con paz su religión. La presencia profética de Jesús puede romper la tranquilidad del pueblo. 
El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie.
 Su presencia solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría.
     Al mismo tiempo, Jesús «se extraña de la  falta de fe en su pueblo». Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: «no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos».
     Nos pasa muchas veces que andamos buscando a Jesús fuera de nosotros, y no somos capaces de reconocer a Dios en los dones que Él nos dio. Y nos hacemos mendigos, nos achicamos, nos amargamos, dan-do la posibilidad de que algún jefe nos explote. Al no reconocer lo bueno en nosotros, también nos cuesta ver lo bueno en la esposa, en el esposo, en los padres, hijos, parientes y vecinos. Desencanta-dos con la humanidad o consumiendo manos santa, productos mágico o lugares energéticos.
       Esta es la raíz de muchas peleas, enemistades, envidias, divorcios, celos, soledades, adiciones y suicidios. Nadie puede amar realmente a otro si no se ama a sí mismo. Nadie puede valorar la flor que nace entre espinas, si solo ve sus propias espinas o las de los otros. Nadie puede estar plenamente bien en grupo, si no se acepta así mismo.
       Y Jesús vino para todos. Él está en los dones que tenemos para compartir, en ese prójimo que necesita algo de lo que somos o tenemos, en esas relaciones que cuando se suman para bien de todos, hacen verdaderos milagros.
       En cada uno de nosotros esta descubrir a Jesús en nuestra propia “casa” en nuestro propio “pueblo” o despreciarlo…
        Jesús eligió el lugar de los últimos desde su nacimiento hasta su muerte para desestructurar nuestro pensamiento, para abrirnos a los milagros de la vida, del amor de las personas.
        El evangelio nos invita a tener cuidado de encasillar y dejarnos encasillar por los demás. Cada día toda persona humana es capaz de ser buena gente o de ser un egoísta. Es cierto que nuestra historia recibida y de opciones nos va flechando, pero nunca nos determinan para siempre, cada día es un nuevo día.
       Pero el evangelio nos interpela personalmente y a los grupos que pertenecemos ¿para quién es la sabiduría que he recibido y cultivado? ¿Para quién es el amor que habita en mí corazón?
        El cristiano debería marcar la diferencia y hay muchos que la marcan compartiendo su saber intelectual con los más infelices, con los que no pueden pagar su pan. Hay muchos que entregan su tiempo su amor a los más carentes, a los más golpeados, a los que menos amados... de lo cual celebro y gozo por tanta generosidad.
        pero estamos invitados a decubrir a Jesús, y el vive en todos lados, no renunciemos a descubrir su amor por nosotros....
solo nos queda empezar o a otros volver a empezar...y a saber elegir en la vida y para esto necesitamos de la sabiduria de Dios.

        Estemos en alerta no vaya a ser que las enseñanzas del profeta Jesús no sean vividas en los que nos consideramos suyos... Ya lo dijo Él: mi profecía, mi estilo de vida, mis opciones son despreciadas, olvidadas, desfiguradas en mi pueblo elegido, en mis comunidades cristianas en los templos que se dicen mi casa, ¿Quiénes son considerados los primeros?
Paz  y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana




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