Reflexión
domingo 26 de julio 2015
El arte de Compartir…
Juan 6,1-15
Esta
escena de la vida de Jesús, conocida como la "multiplicación de los
panes" es un relato que figura en los cuatro evangelios. Este sencillo
dato nos da la pauta de que fue un hecho de vida significativo para las
comunidades cristianas de los primeros años de la iglesia y también lo es para
nosotros. Sabemos que los evangelios no son biografía de Jesús sino anuncio de
su Buena Noticia.
La multitud
sedienta de Dios. ¿Qué los impulsaba a seguirle? ¿Sanación? ¿Paz? ¿Milagros? ¿
Curiosidad? Había allí un hombre bueno que hablaba como bueno, que les decía
buenas cosas creíbles, y ellos iban detrás. Una realidad es ineludible: solo Dios puede colmar de vida el vacío del
corazón humano. Uno busca y busca, en fórmulas, recetas mágicas, libros,
creencias, música, arte… pero Dios es lo que falta, Dios puede colmar el vacío,
nuestra eterna búsqueda del sentido de la vida. Ojalá que nosotros siempre
estemos en búsqueda, siguiendo a Jesús como aquella multitud.
Jesús contempla el gentío y se compadece
por ellos. Manifiesta a sus discípulos su preocupación por las necesidades de
la gente. Jesús se preocupa por el hambre del pueblo, por lo que podrían o no
comer. Practica y vive lo que luego nos enseña: a Dios le preocupa la vida concreta de las personas y juzgará
nuestras vidas desde la óptica concreta de la solidaridad y la fraternidad con
los hermanos.
Es interesante descubrir que Jesús no se
queda en el diagnóstico de la situación: "la gente tiene hambre"…
sino que se compromete a sí mismo y a sus discípulos a buscar una solución a la
situación "¿Dónde iremos a comprar pan…?", que equivale a "Qué
haremos nosotros por esta gente”
Dice el evangelio que Jesús pone a prueba a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". Hay una tentación que es al pecado, al mal, es la tentación del demonio… y esta otra, que tiene un sentido de prueba o purificación.
Y ante esa prueba podemos responder de dos maneras:
Dice el evangelio que Jesús pone a prueba a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". Hay una tentación que es al pecado, al mal, es la tentación del demonio… y esta otra, que tiene un sentido de prueba o purificación.
Y ante esa prueba podemos responder de dos maneras:
Felipe
se sorprende con la pregunta del Maestro y su respuesta está cargada de lógica
humana "Doscientos
denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan",
es la respuesta de Felipe. Un denario era el sueldo de un día de trabajo.
Felipe se queja, es un problemólogo, sabe del problema, pero no resuelve nada.
Propio de quienes se quedan de brazos cruzados ante tanta necesidad, de los que
dicen: ¿qué puedo hacer yo ante esta situación? Y bajan los brazos, es mejor
quedarse en casa, no comprometerse, vivir aislados y seguros al calor del
dinero, del confort, de las cuatro paredes de la Iglesia que actúa como
refugio, solo refugio. Con sus palabras Felipe quiere
decir que cree imposible dar de comer a toda esa gente
O la otra manera. Andrés dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Andrés, hace un aporte más positivo, aunque también plantea sus dudas e incredulidad. En este relato vuelve a aparecer una actitud característica del discípulo (y por lo tanto de quienes buscamos seguir los pasos de Jesús): es quien es capaz de descubrir a su alrededor los dones que Dios ha repartido, aun cuando no alcance a comprender. Andrés señala que un muchacho tiene algo de alimentos, aunque a su juicio no es suficiente "¿qué es esto para tanta gente?". El que tiene los “ingredientes” básicos para realizar el milagro es un humilde muchacho…
Jesús interviene tomando la iniciativa. Les da instrucciones a sus discípulos y la gente se sienta en grupos. Las soluciones no son individuales sino comunitarias, Jesús organiza a la gente, le enseña a compartir.
O la otra manera. Andrés dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Andrés, hace un aporte más positivo, aunque también plantea sus dudas e incredulidad. En este relato vuelve a aparecer una actitud característica del discípulo (y por lo tanto de quienes buscamos seguir los pasos de Jesús): es quien es capaz de descubrir a su alrededor los dones que Dios ha repartido, aun cuando no alcance a comprender. Andrés señala que un muchacho tiene algo de alimentos, aunque a su juicio no es suficiente "¿qué es esto para tanta gente?". El que tiene los “ingredientes” básicos para realizar el milagro es un humilde muchacho…
Jesús interviene tomando la iniciativa. Les da instrucciones a sus discípulos y la gente se sienta en grupos. Las soluciones no son individuales sino comunitarias, Jesús organiza a la gente, le enseña a compartir.
Jesús acepta el aporte del niño, da gracias, lo reparte… y todos
comieron y se saciaron. Un dicho popular de nuestros días afirma "Cuando
se comparte, alcanza y sobra
Amigos Jesús nos enseña que la
dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del
mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan
hambre... El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona
compartiendo.
La
dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin
dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo
los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el
amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el
mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se
tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura
gratuidad, por puro don de Dios.
El
milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el
interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y,
dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se
maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró.
Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto
por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que
conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran
necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de las primeras
comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto
que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia
nueva del resucitado.
Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la
fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con
gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra.
Yo siempre
trato de dejar atrás palabras tan
incómodas como pecado, oscuridad, dolor, muerte,
para detenernos en los terrenos luminosos de la vida, resurrección, gracia,
salvación, amor fe...esto no da la posibilidad de abrir nuestra mente y corazón
a la gracia de Dios que actúa siempre en nosotros y así actuaremos como
verdaderos hijos de Él.
Hemos pasado con Jesús a la “otra orilla”. Es nuestra
vocación: seguir a Jesús donde quiera que vaya, sin miedos, sin limitaciones,
sin condiciones.
Si estamos con Jesús, observaremos el milagro
permanente de ver como se multiplican los panes en nuestra vida. Y no sólo
estoy pensando en el pan de trigo, sino en el pan del amor, de la alegría, de
la felicidad, de la familia unida, de la gracia, de la salud, del trabajo, del
amor...
Un niño ofreció al Señor cinco panes, que se
transformaron, luego, en numerosos de dones que aliviaron el hambre de la multitud.
¿Qué tengo yo para ofrecerle a Jesús?
Sobraron
muchos pedazos de pan. Jesús mandó recogerlos. Nada tiene que desperdiciarse.
Tus obras más sencillas repercuten positivamente en el dinamismo de la
salvación de la humanidad. Todo cuanto piensas, dices y haces se proyecta en tu
comunidad. No somos seres solitarios, sino personas solidarias.
Y cuando
hayamos sembrado el mundo de bendiciones, retirémonos calladamente y
digámosle a nuestro Señor: “He hecho lo que tenía que hacer”.
Pero la palabra
“multiplicar” no aparece en ninguno de los relatos… pero sí las palabras “partir”,
“repartir”, “distribuir”…
La multitud aparenta reconocer al
Mesías esperado, pero Jesús se aleja y busca un lugar adecuado para dialogar
seguramente con su Padre, en el monte, en soledad.
La escena termina con Jesús en el monte,
en soledad. El monte, lugar de oración y encuentro profundo con el Dios de la
Vida, para buscar y conocer su voluntad, para discernir el camino a seguir,
para abrevar en el agua que da vida y fuerza para continuar: la presencia del
Padre y el diálogo con El.
Jesús sigue
haciendo milagros, pero éstos pasan por nuestras manos, nuestro corazón,
nuestros ojos, nuestros labios… El milagro somos nosotros, ofreciendo nuestra
pequeñez que Dios convierte en grandeza.
Paz
y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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