jueves, 24 de septiembre de 2015

Universalidad del evangelio

Reflexión domingo 27 de septiembre 2015
Universalidad del evangelio
Marcos 9,38-43.45.47-48

En el Evangelio de hoy, Jesús continúa con la formación de sus discípulos; pongamos atención al evangelio.
         Cuando Juan le comenta que hay algunos que no pertenecen a la comunidad y que han expulsado demonios en el nombre del Señor, Jesús le responde que quien hace el bien aunque no sea del grupo está realizando una acción meritoria y que por lo tanto no se le debe poner impedimentos. Aquí vemos los celos misioneros de Juan que son descalificados por Jesús, pues una cosa es que los discípulos constituyan el grupo más cercano y otra, que se consideren los depositarios exclusivos del anuncio del Reino. La universalidad del Evangelio no se refiere sólo a los destinatarios, sino también a los agentes.

         Los discípulos de Jesús deberíamos incluso propiciar alianzas o proyectos comunes con quienes, siendo de otras religiones o con quienes no profesan ninguna, dedican su vida al servicio de la humanidad. Hacer el bien es vivir un evangelio universal…
         Pero caemos en la  tentación de monopolizar a Dios. El Espíritu sopla donde quiere y no tiene fronteras. Elige a personas, otorga sus dones y actúa libremente. No se ciñe a un grupo determinado de personas.  El Espíritu Santo va por donde quiere y no es patrimonio, ni exclusividad de nadie. Hemos de estar abiertos a recibirlo y, también, a escuchar a todos, pues no sabemos quién nos puede enseñar algo que nos haga falta. Pero nuestra obligación es también discernir quienes son los falsos profetas, que los hay. Solo la humildad personal y colectiva, el amor al prójimo y la total rectitud de conciencia nos puede llevar a saber quién nos trae la verdad y quien nos ofrece el engaño.
         Jesús emplea imágenes extremadamente duras para que cada uno extirpe de su vida aquello que se opone a su estilo de entender y de vivir la vida. Está en juego «entrar en el Reino de Dios» o quedar excluido, «entrar en la vida» o terminar en la destrucción total.
El lenguaje de Jesús es metafórico. La «mano» es símbolo de la actividad y el trabajo. Jesús empleaba sus manos para bendecir, curar y tocar a los excluidos. Es malo usarlas para herir, golpear, someter o humillar. «Si tu mano te hace caer, córtatela» y renuncia a actuar en contra del estilo de Jesús.
También los «pies» pueden hacer daño si nos llevan por caminos contrarios a la entrega y el servicio. Jesús caminaba para estar cerca de los más necesitados, y para buscar a los que vivían perdidos. «Si tu pie te hace caer, córtatelo», y abandona caminos errados que no ayudan a nadie a seguir a Jesús.
Los «ojos» representan los deseos y aspiraciones de la persona. Pero, si no miramos a las personas con el amor y la ternura con las que miraba Jesús, terminaremos pensando sólo en nuestro propio interés. «Si tu ojo te hace caer, córtatelo» y aprende a mirar la vida de manera más evangélica.
¿Cómo se le ocurrió a Jesús esa figura trágica y, al mismo tiempo, cómica de un hombre manco, cojo y tuerto entrando en la plenitud de la vida?, ¿qué sintió la gente al oírle hablar así?, ¿cómo podemos reaccionar nosotros? Por muy dolorosas que sean, si los cristianos no hacemos opciones que aseguren la fidelidad a Jesús, su proyecto no se abrirá camino en el mundo.
          Y a propósito de esto, me viene ahora a la memoria una simpática historia que nos puede iluminar. Se cuenta que un hombre recién convertido iba un día caminando a toda prisa, mirando por todas partes, como buscando algo con ansiedad. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó: -"Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?". El anciano, encogiéndose de hombros, le contestó: -"Depende del tipo de cristiano que ande buscando". -"Perdone -dijo contrariado el joven-, pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos de cristianos que hay. Sólo conozco a Jesús". Y el anciano añadió: -"Pues sí amigo; hay de muchos tipos y para todos los gustos. Hay cristianos por tradición, cristianos por cumplimiento y cristianos por costumbre; cristianos por superstición, por obligación, por conveniencia; y también hay cristianos auténticos..."  -"¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!"-exclamó el hombre emocionado. -"¡Vaya! – dijo el anciano con voz grave-. Esos son los más difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted".  -"¿Cómo podré reconocerle?". Y el anciano  contestó tranquilamente: -"No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo semipodrido. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde va, siempre deja una huella".
         Y esto, querido amigo lector, no es fanatismo, sino autenticidad y coherencia de vida. Es ser cristiano y católico de verdad, de cuerpo entero, y no mediocre y conformista. No sólo de los que se llaman cristianos, sino de aquellos que se han tomado en serio el Evangelio y lo testimonian con sus obras y con su vida. No tengamos miedo tomarnos nuestra fe en serio y ser cristianos como San Pablo o al estilo o de los mártires y Santos. ¿También tú dejas una huella allí por donde pasas? ¿O ni siquiera se dan cuenta los demás de que eres un cristiano auténtico? Pues ¡se debería notar, amigo mío!
         Tenemos que apostar por la confianza, tenemos que abrir el corazón y darnos la oportunidad de caminar juntos como hermanos sin divisiones.

         Porque la salvación es para todos y la forma de vivir el camino para alcanzarla es variado. Quiero tener algo que dar a las demás personas con las que conviviré este día. No quiero ser un sagrario vacío, quiero llevar lo mejor, para su salvación, a los demás, y eso mejor eres Tú y Yo.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana





jueves, 17 de septiembre de 2015

Identificado con los débiles…

Reflexión domingo 20 de septiembre 2015
Identificado con los débiles…
Marcos 9, 30-37
Hoy Jesús nos vuelve a tocar la conciencia…y lo hace de una forma fraterna, pongamos atención a lo que en este evangelio vamos a ir descubriendo.
Es en el camino donde los discípulos empiezan a preocuparse por los puestos, una vez más entra en cada cabeza el querer ser el primero y se empieza a elaborar la campaña por ser el líder del grupo…pero esto sucede porque Jesús les acaba de anunciar su pasión diciéndoles: “El hijo va  a ser entregado, en manos de los hombres, y tres días después resucitará”…es interesante ver que hasta el día de hoy sigue vigente esta actitud por el poder. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de  ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Pero Jesús nuevamente sorprende a sus amigos y a nosotros también, es en la casa donde les invita desnudarse…el texto dice: en la casa les pregunto: ¿de que hablaban en el camino? Prestemos atención Jesús nos enseña, a abrir caminos en casa, en lo íntimo,  en lo que soy,  y empieza a enseñarnos que la verdadera grandeza consiste en servir.
 Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas (Papa, obispos, Sacerdotes, religiosas/os) sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino, aquellos de quienes no esperan recompensas, de quienes no dan nada a cambio, de quienes tienen el corazón al servicio, y el primer servicio es saber escuchar…los títulos no nos hacen como personas si no nuestros gestos, nuestro servicio, etc.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
                                                                                
Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de
todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de
apoyo, defensa y acogida, símbolo de quienes tienen mucho y saben compartir sus bienes sin esperar nada a cambio, de aquellos que comparten sus dones. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.

Luego, Jesús abraza al niño. Este es un gesto lleno de ternura. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos, los que se dan desinteresadamente. ¿Por qué lo olvidamos tanto?
¿Qué cosas abrazamos como Iglesia, como parroquia, como congregación, como laico, como consagrado/a?
La invitación es, entonces, a ver en cada circunstancia la acción de Dios, no en cerrarnos en nuestros propios criterios.
Hermanos nuestra fe tiene algo que decirle a nuestros desencuentros, a nuestras posturas, pero sobre todo a nuestro egoísmo e intereses personales e institucionales, pidámosle al Espíritu santo que nos ilumine a buscar siempre la voluntad de Dios, que nos enseñe a recorrer el camino de la vida siempre desde un discernimiento, para que nonos dejemos ganar la partida entre el egoísmo y el amor, entre la ambición y la solidaridad, entre la indiferencia y la compasión.
Que el Dios de la vida y de historia nos acompañe siempre…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana



jueves, 10 de septiembre de 2015

Identidad y Seguimiento



Reflexión domingo 13 de septiembre 2015
Identidad y Seguimiento

Marcos 8,27-35

 El evangelio nos presenta un momento determinante de la vida de Jesús en que debe plantear a los suyos, las razones de su identidad para el seguimiento. Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. Para Jesús es fundamental que los que se han comprometido con su causa, reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá vivo su mensaje? ¿Qué será de su proyecto del Reino de Dios? ¿En qué terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?

Este evangelio nos presenta  un interrogante comprometedor, ha llegado el momento de preguntar si saben quién es Él realmente y Sin rodeos Jesús les pregunta a sus discípulos ¿Quién dice la gente que soy yo?  Y empezaron a tirar nombres, y Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías».
 También nos hace hoy esta pregunta a nosotros, ¿Sabemos quién es Jesús de Nazaret?  Nosotros, igual que Pedro, podemos contestar: “Tú eres el Mesías”. Pero, ¿estamos convencidos?
     Decirlo es fácil pero practicar  y vivir como él lo hizo, ya no es tan fácil. Por eso debemos profundizar en nuestra fe, en su seguimiento. Jesús no habla con dobleces,  sino que es totalmente sincero, sabe que seguirlo nos acarreará problemas igual que le ocurrió a Él.
     Por eso no es fácil seguir a Jesús, porque no se trata de vivir un culto, sino de algo más profundo: tener fe.
    Todos tenemos la misma tentación de Pedro, tentación humana: apartarnos del camino de Dios.
    Jesús recalca las palabras para que todos las oigan y las tengan claras: “Quién quiera seguirme, que se niegue  a sí mismo, que cargue su cruz y me siga”.  No obliga a nadie a seguirlo, el seguimiento es libre, voluntario, pero si decidimos hacerlo tenemos que ser coherentes, ser responsables y serios con la decisión que tomemos.
Seguir a Jesús no es vivir a medias tintas, sino vivir implicados en la construcción de la justicia, la paz  y la construcción de un mundo más justo y humano.
   Jesús estaba tan identificado con su Padre y su voluntad salvadora que le fluían las palabras de una manera transparente y directa… Hablaba de su Pasión como la cosa más natural, como de algo que estaba en el “programa” y que había que vivir hasta las últimas consecuencias…
    Es por eso que la “valentía” de Pedro se quedó oscurecida ante la contundente respuesta de Jesús: “¡Apártate de mí, Satanás, pues tú piensas como lo hombres, no como Dios!”
   Es por eso que todos llevamos un “Pedro” que alguna vez grita allá dentro: “¿Y por qué me tienen que ocurrir a mí estas cosas? ¿Precisamente a mí, que soy tan bueno, voy al templo cuando “puedo” y hago alguna limosnita por ahí y colaboro en alguna acción benéfica? ¿A mí, que no robo ni mato, soy honrado y no me meto con nadie?” Pues mira, no se me ocurre otra cosa que copiarte el versículo 34 del cap. 8 de Marcos: “Si alguien quiere venir en pos de mí,  Que se niegue sí mismo, tome su cruz y me siga” muchas veces es necesesario hacer siliencio o entrar en el silencio, como nos cuesta callar...tenemos que pedir al Espiritu santo que nos ilumine siempre.

    Este   evangelio de hoy es muy importante tengámoslo en cuenta nos ayudara a vivir y a superar las  realidades de  la actualidad…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

jueves, 3 de septiembre de 2015

Dejarnos tocar



Reflexión domingo 6 septiembre de 2015
Dejarnos tocar
Marcos 7,31-37
         Es necesario poner atención a cómo Jesús invoca al Padre y pronuncia con fuerza: ¡Effetá!, una sola palabra que resume la necesidad del sordomudo, abrir sus oídos y habilitar su lengua  para entenderse con sus semejantes.
       Aquí hay un claro deseo y búsqueda de la curación que Cristo puede ofrecer: Le presentan un sordomudo y piden que le imponga las manos. Esto es abrirse a una nueva posibilidad, a una nueva realidad. Algo que generará una vida muy distinta a la que venía llevando el que se pone delante de Jesús. Podría ser, si me permiten, el que decide aparecer en el espejo y descubrir lo que nunca supo.

            Pensando en nuestra realidad actual, ¿cuántos sordomudos andamos por el mundo sin darnos cuenta de que lo somos y que necesitamos buscar a Jesús para que nos “ABRA” la capacidad de escuchar y hablar correctamente, para comunicarnos con amor y así poder vivir los valores del evangelio que nos conduzcan a crear un ambiente justo y fraterno?
           Cuánta falta nos hace tomar conciencia y pedir a Jesús que nos ABRA la mente y el corazón para poder comprometernos a luchar por las causas justas que día a día conocemos y escuchamos a través de los medios de comunicación, de nuestras amistades o en nuestras familias.
Qué urgente y necesario es que podamos percibir las falencias de nuestro entorno y así poder actuar en consecuencia para mejorar las situaciones que se presentan cada día por la falta de generosidad, solidaridad y sensibilidad.
            Valoro más la comunicación personal donde el hablar y escuchar “cara a cara” es fundamental para la comprensión, el respeto y la estabilidad emocional de todos los miembros de la sociedad. Por supuesto, no puede faltar el intercambio de experiencias de fe y de crecimiento espiritual para trasmitir toda la riqueza que cada uno posee, gracias a los dones que generosamente nos ha concedido nuestro Padre, empezando por la capacidad de hablar y escuchar correctamente.
[Jesus+cura+un+sordomudo.jpg]
El Hijo de Dios viene a traer una nueva libertad y vida. Abre lo que está cerrado, quita la imposibilidad, y causa admiración a todos lo que han visto el milagro. Viene a poner un orden nuevo, según lo que Dios ha pensado para la humanidad. Y esta oferta también está al alcance de nuestra mano. Podremos llegar a oír perfectamente, y hablar aún mejor, si así lo deseamos. Es que podemos estar sufriendo una sordera asombrosa, a pesar de estar convencidos de que nuestro oído y lengua funcionan sin problemas. Y la prueba estará en ver si últimamente hemos escuchado acerca de realidades de nuestros hermanos como la falta de amor, el egoísmo, la insolidaridad, la pobreza, el sufrimiento, el llanto, los gritos, el dolor, la indiferencia, la incapacidad para el encuentro cálido y sincero, la desconfianza, el hambre, y no hemos hecho nada por cambiarlo. Esto indica que más bien estamos cerrados, sordos e incapacitados, para una vida renovada en Dios.
Necesitamos, por lo tanto, que venga Jesús, imponga sus manos, y toque con sus dedos en nuestras orejas, para quitarnos la sordera que no nos deja escuchar y hacernos consciente de la necesidad del que tenemos al lado. Aunque en esto, siempre está la posibilidad de acogernos a un refrán: No hay mejor sordo que el que no quiere oír. Y ese es el mayor peligro que podemos correr. Tal vez porque con nuestros propios asuntos y preocupaciones tenemos más que suficiente. Entonces –decimos– que de esas cosas se ocupen los que lo tienen que hacer. Para eso pagamos nuestros impuestos y colaboramos con tal o cuál ONG. Aunque esto, tal vez, no sea suficiente, porque también se verá, al final de la historia, cuántos vasos de agua hemos dado al sediento.
Y si decidimos arriesgar y ponernos delante de Jesús, delante del espejo, y esperar, creyendo, que él nos puede curar, no sólo escucharemos con claridad, sino que por fin podremos hablar con verdad y vida. Es que aquél que es curado de la sordera ha abierto el canal por donde Dios habla directamente. Así nos llenaremos  de Él, y empezaremos a hablar de lo que nos vaya contando. Las personas de Dios, los buenos y misericordiosos, los que aman con un corazón puro, son los que pueden hablar con franqueza, con verdad, con amabilidad, los pacíficos, porque dicen lo que han escuchado y tienen dentro: Hablan de Dios, y lo expresan en actos concretos que evidencian esa caridad de la que están empapados. Entonces podríamos preguntarnos: ¿De qué hablamos? ¿De qué hablan nuestros actos? ¿Qué temas nos ocupan? ¿Cómo son nuestras expresiones? ¿Son bendiciones o maldiciones, ayuda o puños cerrados?
Si oímos y hablamos bien, y sentimos la necesidad de ocuparnos del que está sufriendo, y lo hacemos, es que escuchamos y hablamos de Dios
Hoy se nos invita a no encerrarnos en nosotros mismos. Cuando no escuchamos, vivimos enroscados en nuestra soberbia u orgullo o en nuestro egoísmo. Nos volvemos a-dictos: no hablamos, no nos interesan los demás ni que nadie se meta en nuestra vida. No queremos hablar de nuestros problemas y estos se agrandan y agrandan…
Por eso, muchas de nuestras sorderas necesitan ser tocadas por Jesús, necesitan escuchar la voz de Dios que “habla” por la lectura de su Palabra, que leo con mis ojos. Así se soltará nuestra lengua para hablar, para socializar, para dejar de pensar en uno mismo, para abrirnos a los demás, para “ver” su vida y darnos cuenta que no todo pasa por la nuestra y nuestras necesidades.

Que Jesús nos toque, que abra nuestros oídos, que podamos tener un corazón que escuche y que hable a través de buenos gestos y de las buenas obras de cada día.

Effetá, ¿qué sordera cura Jesús hoy en mí?

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad eclesial Franciscana