Reflexión domingo 27 de
septiembre 2015
Universalidad
del evangelio
Marcos
9,38-43.45.47-48
En el
Evangelio de hoy, Jesús continúa con la formación de sus discípulos; pongamos atención al evangelio.
Cuando Juan le comenta que hay algunos que no
pertenecen a la comunidad y que han expulsado demonios en el nombre del Señor,
Jesús le responde que quien hace el bien aunque no sea del grupo está
realizando una acción meritoria y que por lo tanto no se le debe poner
impedimentos. Aquí vemos los celos misioneros de Juan que son descalificados
por Jesús, pues una cosa es que los discípulos constituyan el grupo más cercano
y otra, que se consideren los depositarios exclusivos del anuncio del Reino. La
universalidad del Evangelio no se refiere sólo a los destinatarios,
sino también a los agentes.
Los discípulos de Jesús deberíamos
incluso propiciar alianzas o proyectos comunes con quienes, siendo de otras
religiones o con quienes no profesan ninguna, dedican su vida al servicio de la
humanidad. Hacer el bien es vivir un evangelio universal…
Pero caemos en la tentación de monopolizar a Dios. El
Espíritu sopla donde quiere y no tiene fronteras. Elige a personas, otorga sus
dones y actúa libremente. No se ciñe a un grupo determinado de personas. El Espíritu Santo va por donde quiere y no es patrimonio,
ni exclusividad de nadie. Hemos de estar abiertos a recibirlo y,
también, a escuchar a todos, pues no sabemos quién nos puede enseñar algo que
nos haga falta. Pero nuestra obligación es también discernir quienes son los
falsos profetas, que los hay. Solo la humildad personal y colectiva, el amor al
prójimo y la total rectitud de conciencia nos puede llevar a saber quién nos
trae la verdad y quien nos ofrece el engaño.
Jesús
emplea imágenes extremadamente duras para que cada uno extirpe de su vida
aquello que se opone a su estilo de entender y de vivir la vida. Está en juego «entrar en
el Reino de Dios» o quedar excluido, «entrar en la vida» o
terminar en la destrucción total.
El lenguaje de Jesús es
metafórico. La «mano»
es símbolo de la actividad y el trabajo. Jesús empleaba sus manos para
bendecir, curar y tocar a los excluidos. Es malo usarlas para herir, golpear,
someter o humillar. «Si tu mano te hace caer,
córtatela» y renuncia a actuar en contra del estilo de Jesús.
También los «pies»
pueden hacer daño si nos llevan por caminos contrarios a la entrega y el
servicio. Jesús caminaba para estar cerca de los más necesitados, y para buscar
a los que vivían perdidos. «Si tu pie te hace caer,
córtatelo», y abandona caminos errados que no ayudan a nadie a
seguir a Jesús.
Los «ojos» representan los deseos
y aspiraciones de la persona. Pero, si no miramos a las personas con el amor y
la ternura con las que miraba Jesús, terminaremos pensando sólo en nuestro
propio interés. «Si tu ojo te hace caer, córtatelo»
y aprende a mirar la vida de manera más evangélica.
¿Cómo se le ocurrió a
Jesús esa figura trágica y, al mismo tiempo, cómica de un hombre manco, cojo y
tuerto entrando en la plenitud de la vida?, ¿qué sintió la gente al
oírle hablar así?, ¿cómo podemos reaccionar nosotros? Por muy dolorosas que sean,
si los cristianos no hacemos opciones que aseguren la fidelidad a Jesús, su
proyecto no se abrirá camino en el mundo.
Y a propósito de esto, me viene ahora
a la memoria una simpática historia que nos puede iluminar. Se cuenta que un hombre recién convertido iba un día
caminando a toda prisa, mirando por todas partes, como buscando algo con
ansiedad. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le
preguntó: -"Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún
cristiano?". El anciano, encogiéndose de hombros, le contestó:
-"Depende del tipo de cristiano que ande buscando". -"Perdone
-dijo contrariado el joven-, pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos de
cristianos que hay. Sólo conozco a Jesús". Y el anciano añadió:
-"Pues sí amigo; hay de muchos tipos y para todos los gustos. Hay
cristianos por tradición, cristianos por cumplimiento y cristianos por
costumbre; cristianos por superstición, por obligación, por conveniencia; y
también hay cristianos auténticos..." -"¡Los auténticos! ¡Esos
son los que yo busco! ¡Los de verdad!"-exclamó el hombre emocionado. -"¡Vaya!
– dijo el anciano con voz grave-. Esos son los más difíciles de ver. Hace ya
mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo
que usted". -"¿Cómo podré reconocerle?". Y el anciano contestó tranquilamente: -"No se
preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no
pasa desapercibido en este mundo semipodrido. Lo reconocerá por sus obras. Allí
donde va, siempre deja una huella".
Y esto, querido amigo lector, no es
fanatismo, sino autenticidad y coherencia de vida. Es ser cristiano y católico
de verdad, de cuerpo entero, y no mediocre y conformista. No sólo de los que se
llaman cristianos, sino de aquellos que se han tomado en serio el Evangelio y
lo testimonian con sus obras y con su vida. No tengamos miedo tomarnos nuestra
fe en serio y ser cristianos como San Pablo o al estilo o de los mártires y
Santos. ¿También tú dejas una huella allí por donde pasas? ¿O ni siquiera se
dan cuenta los demás de que eres un cristiano auténtico? Pues ¡se debería
notar, amigo mío!
Tenemos que apostar por la confianza,
tenemos que abrir el corazón y darnos la oportunidad de caminar juntos como
hermanos sin divisiones.
Porque la salvación es para todos y la
forma de vivir el camino para alcanzarla es variado. Quiero tener algo que dar
a las demás personas con las que conviviré este día. No quiero ser un sagrario
vacío, quiero llevar lo mejor, para su salvación, a los demás, y eso mejor eres
Tú y Yo.
Paz y bien
Hna.
Esthela Nineth Bonardy cazón
Fraternidad
Eclesial Franciscana
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