jueves, 17 de septiembre de 2015

Identificado con los débiles…

Reflexión domingo 20 de septiembre 2015
Identificado con los débiles…
Marcos 9, 30-37
Hoy Jesús nos vuelve a tocar la conciencia…y lo hace de una forma fraterna, pongamos atención a lo que en este evangelio vamos a ir descubriendo.
Es en el camino donde los discípulos empiezan a preocuparse por los puestos, una vez más entra en cada cabeza el querer ser el primero y se empieza a elaborar la campaña por ser el líder del grupo…pero esto sucede porque Jesús les acaba de anunciar su pasión diciéndoles: “El hijo va  a ser entregado, en manos de los hombres, y tres días después resucitará”…es interesante ver que hasta el día de hoy sigue vigente esta actitud por el poder. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de  ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Pero Jesús nuevamente sorprende a sus amigos y a nosotros también, es en la casa donde les invita desnudarse…el texto dice: en la casa les pregunto: ¿de que hablaban en el camino? Prestemos atención Jesús nos enseña, a abrir caminos en casa, en lo íntimo,  en lo que soy,  y empieza a enseñarnos que la verdadera grandeza consiste en servir.
 Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas (Papa, obispos, Sacerdotes, religiosas/os) sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino, aquellos de quienes no esperan recompensas, de quienes no dan nada a cambio, de quienes tienen el corazón al servicio, y el primer servicio es saber escuchar…los títulos no nos hacen como personas si no nuestros gestos, nuestro servicio, etc.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
                                                                                
Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de
todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de
apoyo, defensa y acogida, símbolo de quienes tienen mucho y saben compartir sus bienes sin esperar nada a cambio, de aquellos que comparten sus dones. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.

Luego, Jesús abraza al niño. Este es un gesto lleno de ternura. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos, los que se dan desinteresadamente. ¿Por qué lo olvidamos tanto?
¿Qué cosas abrazamos como Iglesia, como parroquia, como congregación, como laico, como consagrado/a?
La invitación es, entonces, a ver en cada circunstancia la acción de Dios, no en cerrarnos en nuestros propios criterios.
Hermanos nuestra fe tiene algo que decirle a nuestros desencuentros, a nuestras posturas, pero sobre todo a nuestro egoísmo e intereses personales e institucionales, pidámosle al Espíritu santo que nos ilumine a buscar siempre la voluntad de Dios, que nos enseñe a recorrer el camino de la vida siempre desde un discernimiento, para que nonos dejemos ganar la partida entre el egoísmo y el amor, entre la ambición y la solidaridad, entre la indiferencia y la compasión.
Que el Dios de la vida y de historia nos acompañe siempre…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana



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