Reflexión domingo 1 de noviembre 2015
UNA
NUEVA INVITACIÓN
Mateo. 5,1-12
El evangelio de hoy nos regala en las bienaventuranzas aquellos rasgos del rostro de Cristo que llama
bienaventurados, es decir FELICES, a quienes se asemejan a Él ;que ha querido asumir el estilo de los
pobres de corazón, los pacientes, los misericordiosos, los que trabajan por la
paz y más aún los perseguidos por la justicia a causa de la voluntad del Padre.
El
líder hindú, Mahatma Gandhi, dijo que cuando
sigamos las enseñanzas de este sermón de las bienaventuranzas, “habremos
resuelto los problemas... del mundo entero”, y agrego además que la "
enseñanza del sermón es aplicable a todos los seres humanos.
Pero
es imposible entender las
bienaventuranzas, si no tenemos en cuenta lo que dijimos el domingo pasado del
"Reinado de Dios". Dios dentro de nosotros es lo esencial. Todo lo
demás es accidental. La falta de lo externo, lo secundario, nunca podrá anular
lo esencial, pero tampoco lo accidental podrá sustituirlo.
Para todo el que no haya tenido esa
experiencia interior, las bienaventuranzas serán una ironía. Es completamente
absurdo decirle al pobre, al que pasa hambre, al que llora, al perseguido: ¡qué
suerte tienes! ¡En hora buena!
A Mateo no se le escapa esto, por eso remarca en
cada línea, Felices "los que...", o "ustedes...".
¿Es que se le
agotó a Jesús, o a la redacción de Mateo, la creatividad? ¡De ninguna manera!:
Mateo nos
indica que algo llegó a su fin, que estas nueve bienaventuranzas forman una
unidad, que deben ser leídas como un conjunto.
A las nueve
luchas humanas -que no necesariamente cristianas- por la verdad, por la
justicia y la paz, le corresponde de parte de Dios nueve maneras de auto
donarse al hombre, de entregarse a sí mismo en posesión.
Las bienaventuranzas expresan la radicalidad
del evangelio. En realidad lo que quiere decir Jesús es que seríamos todos
mucho más felices si saliéramos de la dinámica del consumismo egoísta y
entráramos en la dinámica del compartir.
Ahora veamos un poquito el escenario que prepara para este sermón nos
indica hasta qué punto lo considera importante. El "monte" está
haciendo clara referencia al Sinaí. En el AT, el monte es el lugar de Dios, el
ámbito de lo divino y de elevación.
Jesús es considerado como el nuevo Moisés que proclamó “la ley”, Jesús proclama una "nueva invitación". Esta es la diferencia: Las bienaventuranzas no son mandamientos, ley o preceptos. Son simples
proclamaciones que invitan a seguir un camino excepcional hacia la plenitud humana.
No tiene importancia que Lucas proponga cuatro y Mateo, nueve. Se
podrían proponer cientos, pero bastaría solo una, para romper los esquemas de la vida
humana planteada desde el falso yo.
No se trata de buscar a uno que es pobre, a otro que llora, a otro que
pasa hambre o a otro que es perseguido. Se trata del ser humano que sufre
limitaciones materiales o espirituales por caprichos de la naturaleza o por
causa de otros, y que unas veces se manifiestan por el hambre y otras por las
lágrimas. La circunstancia concreta de cada uno no es lo esencial. Por eso no
tiene mayor importancia explicar cada una de ellas por separado. Todas dicen
exactamente lo mismo.
Parece que Mateo las espiritualiza, no
sólo porque dice pobre de espíritu, y hambre y sed de justicia, sino porque
añade: bienaventurados los pacíficos, los limpios de corazón etc.
Esta diferencia se atenúa mucho en cuanto descubramos qué significaba en
tiempo de Jesús "pobres". En la Biblia hay una riquísima tradición
sobre este concepto, que puede ayudarnos a comprenderlo. Sin este trasfondo
bíblico, puede resultar sorprendente e incluso reaccionario.
Las bienaventuranzas no están hablando de la pobreza voluntaria aceptada
por los religiosos a través de un voto de pobreza. Está hablando de la pobreza
impuesta por la injusticia de los poderosos. Los que quisieran salir de su
pobreza y no pueden, son los que Jesús considera bienaventurados si descubren
que nada les puede impedir ser más humanos.
Otra trampa que debemos evitar al tratar este tema es la de proyectar la
felicidad prometida para el más allá. Así se ha interpretado muchas veces en el
pasado y aún hoy lo he visto en algunas homilías. No, Jesús está proponiendo
una felicidad para el más acá. Aquí y ahora puede todo ser humano encontrar la
paz y la armonía interior que es el paso a una verdadera felicidad, no basada
en el tener y consumir más que los demás, sino en la búsqueda de un equilibrio
que elimine las diferencias entre todos los seres humanos.
Esta reflexión nos abre una perspectiva nueva. Ni el pobre ni el rico se
pueden considerar aisladamente. Siempre existe una relación entre ambas
situaciones. La riqueza y la pobreza son dos términos correlativos, no
existiría una sin la otra. Es más, la pobreza es mayor cuanto mayor es la
riqueza, y viceversa. Si desaparece la pobreza, desaparecerá la riqueza.
Tal vez la irracionalidad de los ricos es que queremos que desaparezca
la pobreza manteniendo nosotros nuestra riqueza.
La clave sería: el valor supremo no está en lo externo sino dentro del
hombre.
Ahora bien, si el ser pobre es motivo de dicha, por qué ese empeño en
sacar al pobre de la pobreza. Y si la pobreza es una desgracia, por qué la
disfrazamos de bienaventuranza. Ahí tenemos la contradicción más radical al
intentar explicar racionalmente las bienaventuranzas.
Pero por extraño que pueda parecer, la exaltación de la pobreza que hace
Jesús, tiene como objetivo el que deje de haber pobres.
Porque el enemigo número uno del Reino de Dios es la
ambición, el afán de poder, la necesidad de oprimir al otro. Recordemos las
palabras de Jesús: "no pueden servir a Dios y al dinero".
El Reino de Dios es el ámbito del amor, pero para llegar a ese nivel,
hay que ir más allá de la legalidad o falsa justicia. Mientras no haya
verdadera justicia, el amor será falso.
Lo que intentan decir las bienaventuranzas es precisamente que la
sociedad tal como está hoy montada a nivel mundial es radicalmente inhumana e
injusta, aunque cumplamos al pie de la letra todas las normas legales que nos
hemos dado a nosotros mismos.
Las bienaventuranzas nos están diciendo que otro mundo es posible. Un
mundo que no esté basado en el egoísmo sino en el amor.
¿Puede ser justo que yo esté pensando en vivir cada vez mejor
(entiéndase consumir más), mientras millones de personas están muriendo, por no
tener un puñado de arroz, un pedazo de pan, que llevarse a la boca? Si no
quieres ser cómplice de la injusticia, escoge la pobreza. Entonces obtendremos una gran recompensa…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana