viernes, 30 de octubre de 2015

UNA NUEVA INVITACIÓN



   Reflexión domingo 1 de noviembre 2015
UNA  NUEVA  INVITACIÓN
Mateo. 5,1-12
          El evangelio  de hoy nos regala en las bienaventuranzas  aquellos rasgos del rostro de Cristo que llama bienaventurados, es decir FELICES, a quienes se asemejan  a Él ;que ha querido asumir el estilo de los pobres de corazón, los pacientes, los misericordiosos, los que trabajan por la paz y más aún los perseguidos por la justicia a causa de la voluntad del Padre.
      El líder hindú, Mahatma Gandhi, dijo que cuando sigamos las enseñanzas de este sermón de las bienaventuranzas, “habremos resuelto los problemas... del mundo entero”, y agrego además que la " enseñanza del sermón es aplicable a todos los seres humanos.
        Pero es imposible entender  las bienaventuranzas, si no tenemos en cuenta lo que dijimos el domingo pasado del "Reinado de Dios". Dios dentro de nosotros es lo esencial. Todo lo demás es accidental. La falta de lo externo, lo secundario, nunca podrá anular lo esencial, pero tampoco lo accidental podrá sustituirlo.
        Para todo el que no haya tenido esa experiencia interior, las bienaventuranzas serán una ironía. Es completamente absurdo decirle al pobre, al que pasa hambre, al que llora, al perseguido: ¡qué suerte tienes! ¡En hora buena!
A  Mateo no se le escapa esto, por eso remarca en cada línea, Felices "los que...", o "ustedes...".
      ¿Es que se le agotó a Jesús, o a la redacción de Mateo, la creatividad? ¡De ninguna manera!:
        Mateo nos indica que algo llegó a su fin, que estas nueve bienaventuranzas forman una unidad, que deben ser leídas como un conjunto.
       A las nueve luchas humanas -que no necesariamente cristianas- por la verdad, por la justicia y la paz, le corresponde de parte de Dios nueve maneras de auto donarse al hombre, de entregarse a sí mismo en posesión.
        Las bienaventuranzas expresan la radicalidad del evangelio. En realidad lo que quiere decir Jesús es que seríamos todos mucho más felices si saliéramos de la dinámica del consumismo egoísta y entráramos  en la dinámica del compartir.
       Ahora veamos un poquito el escenario que prepara para este sermón nos indica hasta qué punto lo considera importante. El "monte" está haciendo clara referencia al Sinaí. En el AT, el monte es el lugar de Dios, el ámbito de lo divino y de elevación.
    Jesús es considerado como el nuevo Moisés que proclamó “la ley”,  Jesús proclama  una "nueva invitación". Esta es la  diferencia: Las bienaventuranzas no son mandamientos, ley o preceptos. Son simples proclamaciones que invitan a seguir un camino excepcional  hacia la plenitud humana.
      No tiene importancia que Lucas proponga cuatro y Mateo, nueve. Se podrían proponer cientos, pero bastaría solo  una, para romper los esquemas de la vida humana planteada desde el falso yo.
      No se trata de buscar a uno que es pobre, a otro que llora, a otro que pasa hambre o a otro que es perseguido. Se trata del ser humano que sufre limitaciones materiales o espirituales por caprichos de la naturaleza o por causa de otros, y que unas veces se manifiestan por el hambre y otras por las lágrimas. La circunstancia concreta de cada uno no es lo esencial. Por eso no tiene mayor importancia explicar cada una de ellas por separado. Todas dicen exactamente lo mismo.
Parece que Mateo las espiritualiza, no sólo porque dice pobre de espíritu, y hambre y sed de justicia, sino porque añade: bienaventurados los pacíficos, los limpios de corazón etc.
      Esta diferencia se atenúa mucho en cuanto descubramos qué significaba en tiempo de Jesús "pobres". En la Biblia hay una riquísima tradición sobre este concepto, que puede ayudarnos a comprenderlo. Sin este trasfondo bíblico, puede resultar sorprendente e incluso reaccionario.
      Las bienaventuranzas no están hablando de la pobreza voluntaria aceptada por los religiosos a través de un voto de pobreza. Está hablando de la pobreza impuesta por la injusticia de los poderosos. Los que quisieran salir de su pobreza y no pueden, son los que Jesús considera bienaventurados si descubren que nada les puede impedir ser más humanos.
     Otra trampa que debemos evitar al tratar este tema es la de proyectar la felicidad prometida para el más allá. Así se ha interpretado muchas veces en el pasado y aún hoy lo he visto en algunas homilías. No, Jesús está proponiendo una felicidad para el más acá. Aquí y ahora puede todo ser humano encontrar la paz y la armonía interior que es el paso a una verdadera felicidad, no basada en el tener y consumir más que los demás, sino en la búsqueda de un equilibrio que elimine las diferencias entre todos los seres humanos.
      Esta reflexión nos abre una perspectiva nueva. Ni el pobre ni el rico se pueden considerar aisladamente. Siempre existe una relación entre ambas situaciones. La riqueza y la pobreza son dos términos correlativos, no existiría una sin la otra. Es más, la pobreza es mayor cuanto mayor es la riqueza, y viceversa. Si desaparece la pobreza, desaparecerá la riqueza.
     Tal vez la irracionalidad de los ricos es que queremos que desaparezca la pobreza manteniendo nosotros nuestra riqueza.
      La clave sería: el valor supremo no está en lo externo sino dentro del hombre.
     Ahora bien, si el ser pobre es motivo de dicha, por qué ese empeño en sacar al pobre de la pobreza. Y si la pobreza es una desgracia, por qué la disfrazamos de bienaventuranza. Ahí tenemos la contradicción más radical al intentar explicar racionalmente las bienaventuranzas.
       Pero por extraño que pueda parecer, la exaltación de la pobreza que hace Jesús, tiene como objetivo el que deje de haber pobres.
 Porque el  enemigo número uno del Reino de Dios es la ambición, el afán de poder, la necesidad de oprimir al otro. Recordemos las palabras de Jesús: "no pueden  servir a Dios y al dinero".
      El Reino de Dios es el ámbito del amor, pero para llegar a ese nivel, hay que ir más allá de la legalidad o falsa justicia. Mientras no haya verdadera justicia, el amor será falso.
      Lo que intentan decir las bienaventuranzas es precisamente que la sociedad tal como está hoy montada a nivel mundial es radicalmente inhumana e injusta, aunque cumplamos al pie de la letra todas las normas legales que nos hemos dado a nosotros mismos.
                                         
       Las bienaventuranzas nos están diciendo que otro mundo es posible. Un mundo que no esté basado en el egoísmo sino en el amor.
        ¿Puede ser justo que yo esté pensando en vivir cada vez mejor (entiéndase consumir más), mientras millones de personas están muriendo, por no tener un puñado de arroz, un pedazo de pan, que llevarse a la boca? Si no quieres ser cómplice de la injusticia, escoge la pobreza.  Entonces obtendremos una gran recompensa…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana

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