Reflexión domingo 8 noviembre 2015
Apariencia y
Autenticidad…
Marcos 12.38-44
El evangelio de
este domingo, concluye los temas que hemos ido viendo los domingos anteriores: de
disputa y diálogo, de controversia y denuncia, y lo termina con una escena
significativa de advertencia y de enseñanza orientadora.
Advertencia dirigida
a los escribas y la enseñanza buena tiene como protagonista una viuda pobre.
Entre los
escribas hipócritas, ansiosos de poder y de honores y la viuda pobre que da
todo lo que tiene, Jesús sitúa a sus discípulos. Y nos sitúa hoy a
nosotros.
¡Contemplemos la
escena! ¡Veamos lo que sucede!
Jesús previene
al pueblo contra los escribas (¡cuidado!) poniendo en
evidencia su conducta: obtestación en el vestir, amantes de reverencias y
de los primeros puestos, abusos en nombre de la religión, etc.
Y digo el sueño de Dios porque
creo que al crearnos, aunque nos dio libertad plena, soñó, y sueña, con que
nuestra vidas sean auténticas y no apariencias. Tiene la esperanza de que cada
uno de nosotros, día tras día, seamos aquello que realmente somos y no unos
actores excelentes que escenifican lo que no son. Y en esto, como cristianos,
no podemos menos que descubrir cuál es nuestra real identidad. Como
practicantes de esta religión, es bueno revisar nuestro culto y ver si
realmente aquello que hacemos tiene fondo, tiene sentido, y expresa lo que de
verdad vivimos con Dios. Pero al mismo tiempo, es necesario que también
verifiquemos nuestra autenticidad de
vida para con las demás personas. Lo cual implicaría menos engaños, menos apariencias en favor de un único
beneficio personal y egoísta. Incluso esto nos hace pensar en el más común de
los sueños hechos realidad, donde aquél que promete cumple con su palabra. ¿Se
imaginan una sociedad donde todos cumplan con la palabra dada?
Siguiendo con el sueño de Dios,
creo que sueña con que, en nuestra época, se acabe el “trato desechable”, si es
que caemos en ellos, el cual sólo lleva a aprovecharse del que menos tiene o
puede. Este es un punto en el que debemos detenernos y revisar nuestra manera
de relacionarnos con los demás. El modo de tratar a las personas, de pedir o de
exigirles algo, lo que sea: ¿Se podría decir que es un modo del tipo “usar y
tirar”? Aprovecharnos de la bondad o inocencia de otros, es lo que realmente
Dios no quiere en nuestras vidas y sueña con podamos cambiar el aprovechamiento
por el servicio. Desea, me atrevo a decir, un mundo donde lo primero sea
servir, antes que ser servidos.
Finalmente, el sueño más
profundo de Dios: Que el mundo se llene de viudas. Vale aclarar que no se le
desea la muerte a nadie, y mucho menos a los abnegados maridos. Es que en
ellas, teniendo en cuenta el ejemplo del evangelio de hoy, podemos comprender
el sentido del amor de Dios hecho vida en una persona. La viuda, permítanme
esta comparación, es Cristo en la cruz. Él no se guardó nada para darnos vida
nueva, ella tampoco se quedó con el bolsillo medio lleno, sino que supo
vaciarlo por completo. Jesús vació su vida por amor al Padre y amor a nosotros,
ella dio lo que tenía para vivir.
¿Y nosotros qué? ¿Cuánto hemos
dado o compartido y cuánto nos guardamos por si acaso vienen tiempos difíciles?
Muchos estarán pensando en el dinero, comida, ropa o libros que dan, o han
dado, como donación a los que no tienen nada. Seguramente ha sido útil, y por
supuesto que hay que seguir ayudando, pero también podemos pensar en lo que hay
que dar y no se mide en moneda. Podemos enumerar unas cuantas cosas: tiempo,
consuelo, amor, consejo, compañía, cuidado, comprensión, paciencia, sonrisas,
buen humor, oído o escucha, ayuda intelectual y laboral, enseñanzas buenas,
paz, alegría, sinceridad, oración, silencio, conversación, abrazos, tiempo
jugando con los hijos, tiempo escuchando a los padres aunque a veces repitan
las mismas cosas, y no sé cuánto más. Todas estas valen mucho y no podemos
guardarlas mezquinamente.
Tenemos que ser capaces de
darlo todo, como la viuda, y sobre todo no conformar nuestras conciencias con
dar un poco de dinero o cosas a nuestros hijos porque no tenemos tiempo para
pasarlo con ellos, y lo mismo con nuestros padres, a quienes pagamos un
geriátrico excelente, donde le proporcionan todos los cuidados, esos que no
tenemos tiempo, y a veces ni ganas, de dar. Hay que saber entregarse por
completo, igual que la viuda, igual que Jesús.
Dios sueña con una nueva realidad de viudas auténticas, hoy.
Qué bueno es nos encontramos
con dos elementos que nos ayudan a definir nuestra vida cristiana.
Paz y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy
Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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