Lo más importante es la persona…
Mateo 11,2-11
Si alguien nos cuestionase, como hoy hacen los dos discípulos enviados
por Juan, al preguntar a Reflexión domingo 11 de diciembre 2016
Jesús:
¿Son ustedes los seguidores de Jesús, o
tenemos que esperar a otros y buscarlos en otra parte? Algunos puede que se
sintieran ofendidos, pero, podríamos responder con el texto de Isaías, (primera
lectura), como hizo Jesús y decir: Sí, somos nosotros; anunciar lo que están
viendo y oyendo: los hombres son liberados y a los pobres se les anuncia la
buena noticia del Reino. ¡Felices ustedes
si no se sienten defraudados por nuestro testimonio!
Toda
noticia y el Evangelio es “buena noticia”, se basa en hechos concretos, sin
hechos no hay noticia, más aún, una noticia no basada en hechos, es una
mentira. Por eso, las palabras que pronunciemos, aunque sean muy elevadas o de
acuerdo a la doctrina, sino van avaladas por los hechos, están huecas.
Dejémonos de discusiones, sobre la salvación espiritual o temporal, la
liberación del cuerpo y del alma,… La muestra de su Mesianismo está clara: lo más importante
es la persona, el hombre y primero el que no tiene, después el que
tiene, primero el enfermo, después el sano. Primero el Reino y su justicia, el
resto vendrá por añadidura, por eso
rezamos: “Que venga tu reino” y empujamos la historia con acciones concretas.
Hoy la pregunta no es: ¿Cómo
es Dios?, tenemos demasiada doctrina; sino ¿Dónde está Dios? Y el cristiano que quiere
tener experiencia de Dios, es decir ser místico, debe ir a buscarlo donde está,
desde donde se nos acerca y se nos revela. El texto nos dice; que es en los
débiles, los que no cuentan, como diría Eduardo Galiano, “los nadies”, donde
nos habla e interpela. Pero éste, no es sólo un problema ético o de derechos
humanos, sino la clave desde la que tenemos que interpretar la realidad, la fe,
la espiritualidad, la vida en sí. Recordando a todos los crucificados, que
Jesús es el Viviente (esto es la Buena Noticia) y reviviendo nosotros, para
responder a la pregunta inicial de esta reflexión, que queremos desvivirnos por
los que Él ama.
Continúa
el relato diciendo: “Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre
Juan”. Resalta su fortaleza; no es una caña sacudida por el viento. Su
austeridad; no viste con lujo, esos habitan en los palacios. Es más que un
profeta, es el precursor, el que prepara el camino; el más grande nacido de
mujer. Pero atención: “El más pequeño en el Reino de los cielos es más grande
que él”. Empieza Jesús a jugar con las paradojas, que no le abandonarán en todo
el Evangelio: los últimos, los pequeños, los servidores, los niños… son los más
grandes. Lo dejará claro, lavando los pies en la Última Cena.
Por
eso los cristianos, la Iglesia, si quiere ser grande, debe de hacerse pequeña,
humilde, pobre, como dice el Papa Francisco:
“quiero una Iglesia pobre, para los pobres”. Si lo que se dice de María,
puede decirse de alguna manera de la Iglesia, ella fue la más grande, porque se
hizo esclava, se humilló. Dios mismo al que consideramos lo más grande, se hizo
pequeño, niño, en el establo de Belén. Es necesaria, una revisión a fondo de la
tarea pastoral de la Iglesia, de tantos prejuicios que tienen algunos, sobre
los pequeños, los que no cuentan en la historia; y sobre todo, una revisión del
lenguaje para hacerlo comprensible, no tan misterioso y que éste basado, en la
cercanía a los más necesitados.
Avanza
el Adviento pero no sólo en las semanas, sino en profundidad. Cada domingo,
descubrimos la importancia de lo que vamos a celebrar en la Navidad. La
encarnación de nuestro Dios y la implantación del Reino, es algo central para
nuestra fe. Es cuestión de mirar, mirar a la cara de aquellos que están
marginados o excluidos y ver si van recuperando la dignidad. No es tiempo de
especular, en qué consiste la liberación. Ésta, se manifiesta como en la Bienaventuranzas,
en signos que no parecen religiosos o cultuales, pero que proclaman que esta
Eucaristía, nuestro Bautismo, es la reunión y el encuentro de aquellos que se
han sentido liberados. Alcemos la cabeza, se acerca nuestra liberación.
PAZ
Y BIEN
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazòn
Fraternidad Eclesial Franciscana
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