lunes, 26 de diciembre de 2016

Dios habla a los que están despiertos...

Reflexión domingo 1 de enero 2017
            Dios habla a los que están despiertos…
Lucas 2, 16-21.

Los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas  en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Un pastor, en aquella época, era una persona que tenía mala reputación. Los tribunales, por ejemplo, no lo aceptaban como un testigo válido. Su vida solitaria y errante, su escasa higiene corporal y su nula formación, les habían acarreado el rechazo de sus contemporáneos. Por eso, llama la atención la aparición de un ángel a estos hombres rudos, carentes de prestigio social, anunciándoles un mensaje divino. Lo cierto es que escucharon la voz de Dios, se levantaron con presteza, acudieron a ver el niño y proclamaron la buena noticia a todos los que se encontraron en el camino.
La Navidad ha sido la fiesta de los pequeños, de los sencillos, de los que apenas llaman la atención. Cristo ha venido al mundo con un mensaje de liberación, especialmente para los pobres y necesitados. Los satisfechos, los poderosos, los que se creen perfectos, no han sabido aceptar mensajes divinos. Ellos ya se sienten liberados, mientras se protegen de todo peligro con bienes materiales, con seguridades humanas. En la figura del pastor nos vemos dibujados todos los que sentimos el peso de nuestras culpas y estamos conscientes de nuestra enorme debilidad.            
 

Poco importa el carácter poético, un tanto ecológico, de la narración. La noche estrellada, la luz ganando la batalla a la oscuridad, los rebaños de ovejas, el campo abierto, simbolizan la realidad de un mundo dolorido que sueña en paraísos idílicos en los que reina la abundancia, la paz, la solidaridad. Un pastor joven y agraciado, David, había viajado en otro tiempo de la soledad del campo al poder de la realeza. De apacentar rebaños de ovejas había pasado a ser el guía fiel del pueblo de Dios en busca de pastos hacia la libertad.

            Dios habla a los que están despiertos y atentos a su llamada.

            Dios habla a los sencillos de corazón.

            Dios habla a los que están dispuestos a levantarse.

            Dios habla a los que buscan la verdad.

            Dios habla a los que quieren caminar.

            Dios habla a los que aceptan sus limitaciones.

            Dios habla a los que creen en los milagros.

            Dios habla a los despreciados por el mundo.

            Dios habla a los que esperan la liberación.

            Dios habla a los que tienen sueños.

            Dios habla a los pastores de ilusiones.

María, la Madre, observaba, aprendía, escuchaba, permanecía atenta a los prodigios que aparecían ante ella. No entendía nada, pero se daba cuenta que la mano de Dios actuaba, estaba allí. Conservaba todas aquellas cosas en su corazón, donde ardía constantemente  el fuego del amor y de la entrega. No eran meras reflexiones intelectuales, sino posturas existenciales que comprometían su vida y despertaban las mejores resonancias de generosidad en su sensibilidad de madre.

Se había iniciado un milagro permanente de la liberación de la humanidad en las carnes frágiles de un niño que yacía en un pesebre. María y José intensificaban su oración para permanecer abiertos a la sorpresa. Desde el silencio y la aceptación incondicional. 

Nuestra devoción a María debe ser más clara, más fundada, más bíblica, pero en ningún caso debe dejar de ser humilde, sencilla y popular. Vale la pena descubrir la validez de la devoción sensible que manifiesta el amor a María. Su vida, su ejemplo, sus palabras nos invitan a amar a Jesús. 
PAZ Y BIEN
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazòn
Fraternidad Eclesial Franciscana



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