Reflexión domingo 14 de enero
2018
Sólo el que escucha
la voz de Dios…
Juan 1,35-42
Hoy se habla mucho de
las vocaciones. O mejor, de la falta de vocaciones. Seminarios y noviciados de
las congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, parecen estar
casi vacíos. ¿Es que no hay vocaciones como antes? ¿Es que no hay chicos y
chicas que escuchen la llamada de Dios?
Las
lecturas de este domingo nos plantean el itinerario más básico de la vocación
cristiana. No de la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa sino a la vida
cristiana. Sólo el que escucha
la voz de Dios que le llama a la vida
cristiana podrá luego pensar si tendrá que vivir esa vida como laico casado o
casada o como sacerdote diocesano o como religioso o religiosa. Pero lo básico
será siempre ponerse a la escucha y no confundir la voz de Dios con las muchas
voces que en nuestro mundo nos ofrecen caminos aparentemente hermosos y llenos
de buenas perspectivas pero que, quizá, a la larga, no terminan de dar todo lo
que prometen. Esa necesidad de escuchar bien y de identificar las diversas
voces que nos llaman se pone de manifiesto en la primera lectura. El pequeño
Samuel escucha la voz de Dios que le llama, pero, quizá por su juventud, cree
que es su maestro Elí el que le llama. Necesita enseñanza, orientación y ayuda
para discernir y darse cuenta de que la voz que le llama es el mismo
Dios.
La siguiente etapa de la vocación cristiana
es seguir a Jesús y escucharle. Mejor todavía, entrar en su casa y quedarnos
con él, convivir con él, sentir con él, compartir sus sentimientos e ideales.
Hasta hacerlos nuestros. Eso es lo que hicieron aquellos discípulos de Juan que
vieron pasar a Jesús. “Maestro, ¿dónde vives?”. La respuesta es clara: “Vengan y
lo verán ”. No hay más camino que ir por nosotros mismos y experimentar.
Conocer a Jesús de cerca es una experiencia personal que nadie puede hacer por
nosotros.
Sólo cerca de él, sentiremos que cambia
nuestra vida y que ésta toma una nueva y definitiva dirección porque el
Evangelio se convierte en su centro. Es lo que en el Evangelio se simboliza con
el cambio de nombre de Simón. Su nuevo nombre “Cefas-Pedro” tiene que ver con
la misión que se le encarga al servicio del Evangelio. O lo que en la lectura
de la primera de Corintios se sugiere al decir que ahora el cristiano es templo
del Espíritu Santo. ¡Ojala todos escuchemos la voz de Dios que nos llama a
vivir al servicio del Reino que Jesús predicó! Porque lo otro, ser sacerdotes,
vivir en matrimonio o comprometerse en la vida religiosa, vendrá como
consecuencia.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana
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