Reflexión vigilia pascual 4 de abril 2015
HUELLAS DE
PASCUA
Marcos 16,1-8
Amigos para entrar en el misterio de la resurrección, los invito a que profundicemos o imaginemos:
La
vida de los seguidores de Jesús en el sábado.
Dado que la historia comienza con las palabras "cuando
pasó el sábado....” Los otros evangelios
no mencionan el sábado, pero Marcos nos da este breve relato de él. Si tenemos
aunque sea un poco de imaginación, será fácil entender que aquel sábado, antes
de la resurrección, debió ser el día más oscuro, triste que jamás hayan
experimentado los discípulos.
Un día en que se habían
destrozado sus esperanzas, sus sueños perdidos, sus espíritus tristes y sus corazones
heridos y atemorizados.
Un día en el que el futuro se presentaba sombrío y lleno de
presagios. Sus más brillantes esperanzas se habían venido abajo, sus más dulces
sueños se habían esfumado con la muerte de Jesús.
Estos discípulos, sintiéndose destrozados, sus esperanzas
desvanecidas y sus sueños perdidos, intentaron vivir aquel aciago sábado sin
esperanza alguna para el futuro, sin creer en la resurrección. Para ellos cada
una de las fibras de su ser debió clamar: "¿De qué sirve? ¿Para qué seguir
adelante? Fue un día que no olvidarían durante el resto de sus vidas."
En la actualidad hay más personas que viven en un constante estado
de desesperación, de falta de esperanza, simbolizada por aquel oscuro sábado,
La desesperación y la falta de significado nos presionan por todas
partes.
Muchos, sin duda, son hijos
del sábado.
Pero me es sorprendente el
imaginar el momento de decidirse en poner este acontecimientos por escrito, cuando llegó
la hora en que los discípulos tuvieron que sentarse con el fin de escribir
estos relatos, este oscuro día se había de tal modo situado en un segundo
plano, gracias al gozo de la resurrección, entonces consideraron necesario decir solo: "cuando pasó el sábado.... pues la
esperanza que sentían había absorbido su desesperación.
Esta historia es transformada gracias a la muerte
y con esto lo que dijo Jesús “si el grano no muere…” por eso el texto es clave
desde el inicio:
Ya ha pasado el sábado. Esto
significa que el sábado pasado es el sábado superado. Y entonces entramos en el misterio de Dios, al espacio del
Evangelio, al tiempo del Reino.
Tres
mujeres son las que se animan a acercarse al sepulcro, trofeo de la muerte. Ni
uno de los discípulos varones ha quedado en pie, firme hasta el final. Son
estas tres mujeres, las que han permanecido. Han mirado la cruz de cerca y han
mirado la sepultura de cerca. Ahora les toca, por su fidelidad, por permanecer
en el momento duro del martirio, mirar cara a cara la tumba vacía.
Son mujeres galileas que han subido a Jerusalén con
Jesús como discípulas Por su perseverancia en el camino del discipulado, se ven
recompensadas con el testimonio de la muerte vencida. Por hacerle frente a la
muerte, pueden hacerle frente a la vida nueva. Sin embargo, no son ellas mismas
las que entienden por completo que se encontrarán con vida, en lugar de muerte.
Su misión, en
esa madrugada, parece ser la de ungir un cadáver, no ir a esperar la
resurrección.
Son ellas y no los varones
las que ungen a su Maestro derramando vida cuando reina la muerte. Son las que
están más cercanas a entender, con sus gestos, la verdadera dimensión de Jesús,
de su camino y de su cruz. Raramente los judíos ungían cadáveres, y más
raramente lo hacían con mezcla de aromas, excepto que se tratase de un rey (cf.
2Cron. 16, 14). Esto nos revela que las mujeres, en cierto sentido, reconocen
una especie de reinado de Jesús.
Estas mujeres del sepulcro lo hacen en
el contexto de la vida ya entregada por el Reino, con el pan ya partido, y
posteriormente, también en la línea de la misión eclesial.
Estas mujeres quieren
ungir a un muerto, y resultará que está vivo. Esta bisagra del morir y del
vivir destruye concepciones religiosas y humanas que entienden la muerte como
final definitivo, como último paso.
Otro dato importante que encuentro es que al parecer, en el apuro y la angustia por ir a
embalsamar el cuerpo, no pensaron, o no consiguieron que ningún varón las
acompañe. Lo cierto es que la piedra era muy grande, Ellas están preocupadas
por la imposibilidad de correrla con sus fuerzas pero la fuerza que viene de lo alto no ve en la
piedra un impedimento, sino la vía de realización de la pascua.
El sepulcro está vacío de
Jesús. Al ingreso de las mujeres a la tumba hubiese sido el encuentro con un
Resucitado glorioso, vital, visible. Pero no. Hay allí un joven el cual simboliza
a un ángel.
Las palabras del joven son el centro de
toda la escena. Y podrían
ser el centro de la experiencia cristiana narrada por Marcos. Aquí se resume el
sentido de la persona de Jesús que quiere transmitir el autor y, por lo tanto,
la clave para entender el Evangelio.
Las palabras se inauguran con el llamado
a no temer. Este pedido de superar el miedo es fundamental en la
experiencia cristológica. No se debería tener miedo de las cosas que vienen de
Dios, porque justamente, lo que viene de Dios es para nuestro bien. Sin
embargo, el ser humano tiembla ante lo que resulta incomprensible o
desconocido.
El Evangelio insiste en la necesidad de no
temer. El miedo se opone a la fe, y la
tumba vacía exige, por sobre todo, fe. Fe como fidelidad a la experiencia
de Jesús. El miedo paraliza. El miedo interrumpe la evangelización Cuando
hay miedo el cristianismo encuentra como salida el repliegue temeroso, volver
sobre los pasos a la oscuridad, callar.
Muchas veces siento y percibo
que hay miedo hacia dentro, hacia los hermanos que pueden traicionar, y hay
miedo hacia fuera, hacia el martirio. Y sin embargo, el joven dice que no se
debe temer.
Parte del miedo surge de la falsa
búsqueda. Las mujeres fueron buscando
a Jesús el Crucificado; fueron buscando a un muerto, un cadáver. Y se han dado
con que no hay muerto. Ahora hay resurrección. De una mirada de muerte, las mujeres tienen que pasar a una
mirada de vida. El Crucificado es el Resucitado. Es ese Jesús de Nazaret,
oriundo de Galilea, profeta itinerante, , predicador del Reino de Dios,
maestro, hermano, amigo, hijo, artesano manual.
El muerto buscado es el
vivo inesperado. Es importante esta identificación que no separa al Jesús
crucificado, fracasado, abandonado, del Jesús resucitado, glorioso, vencedor.
Es el mismo, la misma persona, el mismo Hijo de Dios, el mismo Hijo del Hombre.
Ante el peligro de separar lo mundano de lo celestial, Jesús se encarna, muere y resucita,
rompiendo para siempre la barrera de lo divino y lo humano. Pero rompiendo,
también, la barrera de la historia de los hombres y la historia de la
salvación. El inocente crucificado
por un sistema opresor, por intereses religiosos y políticos, por una historia
corrupta, es el resucitado de la pascua definitiva, la luz que ilumina todas
las vidas.
Con Jesús de Nazaret al centro, la historia no es una
sucesión de acontecimientos sin sentido, sino el medio de revelación de Dios
que quiere concretar su proyecto universal de amor. La invitación del joven a
las mujeres, a mirar el lugar donde había sido puesto el cadáver, es la
invitación a mirar un espacio vacío, y reconocer en esa ausencia la
resurrección, o sea, creer sin la aparición del Resucitado. El ejemplo de este
tipo de fe exigida por el joven la ha plasmado Marcos en el centurión al pie de
la cruz, que llega a expresar: “Verdaderamente
este hombre era hijo de Dios” (Mc.
15, 39b).
Las mujeres se han convertido en
depositarias primeras del anuncio pascual. Es un mensaje
imposible. Estas mujeres pueden ser, a mediano plazo, pequeñas misioneras en un
mundo imperial, hablando de un resucitado desde los márgenes. ¿Quién puede
sostener esa historia? ¿Qué tipo de fe tergiversada es esa? Y sin embargo es la
piedra de nuestra fe:
Es un mensaje marginal,
impensable e inaceptable en el centro de la estructura jerárquica de la
sociedad-Iglesia; es un mensaje que no pueden aceptar los poderosos, que no es
compatible con la riqueza, que no avala la forma de vida de los derrochadores y
opresores. Es, simplemente, un mensaje marginal, iniciado por tres mujeres
desesperadas y trastornadas por la muerte de un ser querido.
A esto se ha arriesgado Dios, y
a esto se ha arriesgado Marcos contándolo. Las mujeres espantadas y sin
palabras de la tumba vacía son para mí
las que han dejado y dejan HUELLAS DE
PASCUA es una invitación a continuar el camino iniciado por
Jesús de Nazaret. La resurrección nos
devuelve a Galilea, al terreno de los campesinos y los pobres, la tierra de los
mezclados y oprimidos. Galilea es la esperanza, es el reinicio, es un canto a
la vida. Galilea es el desafío de ser Iglesia desde los pobres, los paganos y
los excluidos.
Es un principio que nos
involucra. Para que la vida se siga abriendo paso, el Maestro reúne a los
discípulos en torno a la resurrección, desde los márgenes de la sociedad, para
transformarlo todo. El principio del Evangelio involucra al ser humano. No será
una obra totalmente de Dios; exige una participación, que se hace desde la Gracia,
pero que no por eso nos desliga de la responsabilidad de decidir. Hay que caminar
Galilea con Jesús, reconocer a los enfermos, al leproso y al
paralítico. Hay
que animarse a comer con
publicanos y pecadores. Hay que discutir con
los líderes religiosos y políticos cuando sus planteos e interpretaciones se
olvidan del ser humano. Hay que liberar a
los endemoniados, a las mujeres oprimidas y a los hambrientos. Hay que
predicar el Reino de Dios, pequeño como una semilla, incontrolable
por los que quieren controlarlo, pujante, con una fuerza perseverante. Hay que ponerse
del lado de la vida, cueste lo cueste, bajo cualquier circunstancia,
en cualquier época. El lado de la vida es el lado de Dios. Esto es dejar o recorrer HUELLAS DE PASCUA.
Amigos/as los invito a esparcir la fragancia de cristo
resucitado.
FELICES PASCUAS…
PAZ Y BIEN
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario