Reflexión domingo
6 diciembre 2015
Experiencia de Salvación
Lucas 3,1-6
¿Te has dado cuenta cómo la temperatura parece subir antes de una
tormenta? Crea un sentido de expectativa
con el viento calmándose. Entonces
vienen las lluvias para fructificar la tierra.
Podemos mirar a Juan en el evangelio hoy como el calor preparando la
tierra para la lluvia renovadora. Eso
es, por supuesto, Jesús.
No siempre se prestó atención a los vs. 1-2 de este capítulo. Ellos son una poderosa voz ; el detalle de los hombres más fuertes y encumbrados de su época es impresionante. Tiberio César era emperador y Poncio Pilato gobernador. Luego baja un escalón más y nombra a los pequeños reyes designados por Roma de entre los líderes locales: Herodes (Agripa), nieto del Herodes Antipas, y Felipe que habían sido designados tetrarcas de Galilea e Iturea, respectivamente. Lisanias – de quien no tenemos otras referencias – era tetrarca de Abilinia, una región al noroeste de Damasco. Finalmente nombra a los sumos sacerdotes Caifás y Anás.
No siempre se prestó atención a los vs. 1-2 de este capítulo. Ellos son una poderosa voz ; el detalle de los hombres más fuertes y encumbrados de su época es impresionante. Tiberio César era emperador y Poncio Pilato gobernador. Luego baja un escalón más y nombra a los pequeños reyes designados por Roma de entre los líderes locales: Herodes (Agripa), nieto del Herodes Antipas, y Felipe que habían sido designados tetrarcas de Galilea e Iturea, respectivamente. Lisanias – de quien no tenemos otras referencias – era tetrarca de Abilinia, una región al noroeste de Damasco. Finalmente nombra a los sumos sacerdotes Caifás y Anás.
Es por eso
que es muy importante el comienzo del evangelio de hoy. Estamos en el c. 3.
Como si dijera: ahora comienza, de verdad, el evangelio. Intenta situar en unas
coordenadas concretas de tiempo y lugar los acontecimientos para dejar claro
que no se saca de la manga los relatos. Hay que notar que el “lugar” no es Roma
ni Jerusalén sino el desierto. También se quiere significar que la salvación
está dirigida a hombres concretos de carne y hueso, y que esta oferta implica
no solo al pueblo judío sino a todo el orbe conocido: “todos verán la salvación
de Dios”.
Como buen profeta, Juan descubrió que para
hablar de una nueva salvación, nada mejor que recordar el anuncio del gran
profeta Isaías. Él anunció una liberación para su pueblo, precisamente cuando
estaba más oprimido en el destierro y sin esperanza de futuro. Juan intenta
preparar al pueblo para una nueva liberación, predicando un cambio de actitud
por parte de Dios pero que dependería de un cambio de actitud en el pueblo.
Jesús por el contrario, predica una “buena
noticia”. Dios es Abba, es decir Padre-Madre, que ni amenaza ni condena ni castiga,
simplemente hace una oferta de salvación total. Nada negativo debemos temer de
Dios. Todo lo que nos viene de Él es positivo. No es el temor, sino el amor lo
que tiene que llevarnos hacia Él. Muchas veces me he preguntado, y me sigo
preguntando, por qué, después de veinte siglos, nos encontramos más a gusto con
la predicación de Juan que con la de Jesús. ¿Será que el Dios de Jesús no lo
podemos utilizar para meter miedo y tener así a la gente sometida?
La
verdad es que la predicación de Jesús coincide en gran medida con el mensaje de
Juan. Critica duramente una esperanza basada en la pertenencia a un pueblo o en
las promesas hechas a Abrahán, sin que esa pertenencia conlleve compromiso
alguno. Para Juan, el recto comportamiento personal es el único medio para
escapar al juicio de Dios. Por eso coincide con Jesús en la crítica del
ritualismo cultual y a la observancia puramente externa de la Ley.
Al ser humano se le ofrecen hoy infinidad
de caminos por los que puede desarrollar su existencia. ¿Cuál será el que le
lleve a la verdadera salvación? Como decía Pablo: Más que nunca necesitamos hoy
crecer en sensibilidad para apreciar los auténticos valores humanos.
Precisamente porque las ofertas engañosas son más variadas y mucho más
atrayentes que nunca, es más difícil acertar con el camino adecuado.
Dios
no tiene ni pasado ni futuro; no puede “prometer” nada. Dios es salvación, que
se da a todos en cada instante. Algunos hombres (profetas) experimentan esa
salvación según las condiciones históricas que les ha tocado vivir y la
comunican a los demás como promesa o como realidad. La misma y única salvación
de Dios llega a Abrahán, a Moisés, a
Isaías, a Juan o a Jesús, pero cada uno la vive y la expresa según la
espiritualidad de su tiempo.
No encontraremos la salvación que Dios
quiere hoy para nosotros, si nos limitamos a repetir lo políticamente correcto.
Solo desde la experiencia personal podremos descubrir esa salvación. Cuando
pretendemos vivir de experiencias ajenas, la fuerza de placer inmediato acaba por
desmontar la programación. En la práctica, es lo que nos sucede a la inmensa
mayoría de los humanos. El gusto es la pauta: lo más cómodo, lo más fácil, lo
que menos cuesta, lo que produce más placer inmediato, es lo que motiva nuestra
vida.
Más
que nunca, nos hace falta una crítica sincera de la escala de valores en la que
desarrollamos nuestra existencia. Digo sincera, porque no sirve de nada admitir
teóricamente la escala de Jesús y seguir viviendo en el más absoluto gusto. Tal
vez sea esto el mal de nuestra religión, que se queda en la pura teoría. Hace
ya tiempo, un ministro del gobierno, hablando de los problemas del norte de
África, decía muy serio: Es que para los musulmanes, la religión es una forma
de vida. Se supone que para los cristianos, no.
Al celebrar una nueva Navidad, podemos
experimentar cierta esquizofrenia. Lo que queremos celebrar es una salvación
que apunta a la superación del gusto. Lo que vamos a hacer en realidad es
intentar que en nuestra casa no falte de nada. Si no disponemos de los mejores
manjares, si no podemos regalar a nuestros seres queridos lo que les apetece,
no habrá fiesta. Sin darnos cuenta, caemos en la trampa del consumismo. Si
podemos satisfacer nuestras necesidades en el mercado, no necesitamos otra salvación.
En las lecturas bíblicas debemos descubrir
una experiencia de salvación. No quiere decir que tengamos que esperar para
nosotros la misma salvación que ellos anhelaban. La experiencia es siempre
intransferible. Si ellos esperaron la salvación que necesitaron en un momento
determinado, nosotros tenemos que encontrar la salvación que necesitamos hoy.
No esperando que nos venga de fuera, sino descubriendo que está en lo hondo de
nuestro ser y tenemos capacidad para sacarla a la superficie. Dios salva siempre.
Cristo está siempre.
El ser humano no puede planificar su
salvación trazando un camino que le lleve a su plenitud. Solo tanteando puede
conocer lo que es bueno para él. Nadie puede dispensarse de la obligación de
seguir buscando. No solo porque lo exige su progreso personal sino porque es
responsable de que los demás progresen. No se trata de imponer a nadie los
propios descubrimientos, sino de proponer nuevas metas para todos. Dios viene y
está en nosotros siempre como salvación. Ninguna salvación puede agotar la
oferta de Dios.
Paz
y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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