jueves, 23 de junio de 2016

Un camino de vida...



Reflexión domingo 26 junio 2016
Un camino de vida…
Lucas 9, 51-62

En el evangelio de éste día, el Señor nos invita nuevamente a poner la mirada en él. A poner nuestra confianza en él, ya que el evangelio, tiene que ver claramente con el llamado al seguimiento. El llamado que implica la renuncia. Este llamado implica, cargar con la cruz de cada día y, sobre todo, ir a ese lugar donde el Señor nos envíe. Cada uno de nosotros, seguramente hoy está cumpliendo una misión en algún lugar particular. Y es desde allí, donde el Señor quiere hacer su obra, y es desde allí quiere el Señor anunciar su Buena Noticia. Esa alegría que nos ofrece en su evangelio. 

Jesús percibe que su propuesta de un proyecto nuevo de vida y de sociedad, que él anuncia como “Reino de Dios”, va encontrando siempre mayor resistencia, y la incomprensión de sus mismos discípulos. Ya se proyecta en su horizonte la sombra de la cruz: “estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo”. Entonces decide de enfrentarse firmemente con el centro de la oposición religiosa, el santuario del poder, representado por la ciudad de Jerusalén: “se encaminó decididamente hacia Jerusalén”. Será un camino largo, según el evangelio de Lucas, durante el cual Jesús entrega muchas enseñanzas, para indicar qué significa caminar con él como discípulos, compartiendo su misión y su mismo destino. Tiene que pasar por Samaría, región entre Galilea y Judea, y envía mensajeros para preparar el alojamiento en el pueblo adónde iba a llegar.

Los samaritanos de ese pueblo no lo reciben...
No quieren colaborar con un grupo que parece dirigirse a Jerusalén con un proyecto mesiánico, para conquistar el poder y luego dominar todo el país. Son muy celosos de su autonomía, siempre en conflicto con la capital. En la visión de Lucas, representan también a todos los que se oponen al mensaje de Jesús, incapaces de acogida y escucha.

La reacción de los discípulos Santiago y Juan...
Dos hermanos violentos y ansiosos de poder, deseosos de ocupar los primeros puestos al lado de Jesús, es de la misma naturaleza: al rechazo de los samaritanos quieren responder quemando el pueblito: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”. Para ellos, Jesús no puede ser inferior al profeta Elías, que hizo bajar fuego del cielo, que quemó el novillo de la ofrenda, y a los oficiales de Ocozías, rey de Samaría, con sus soldados. Es la lógica de la venganza y del castigo, del poder contra otro poder. No es la lógica de la tolerancia y la misericordia, del servicio y del perdón que Jesús va enseñando: no caminan con Jesús, aunque estén con él físicamente.


Jesús responde duramente...
Como lo hacía con los demonios: “Él se dio vuelta y los reprendió”. Y simplemente cambia el itinerario: “se fueron a otro pueblo”. Habrá otro lugar que le dará hospitalidad, otras personas que le acogerán. Entre los mismos samaritanos aparecen nuevos discípulos, a los cuales Jesús manifiesta las condiciones para caminar con él.

Un primero le promete: 
“¡Te seguiré adonde vayas!”. Frente a tanto entusiasmo, Jesús le aclara la condición de precariedad y fatiga que comporta esa opción: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.

Jesús mismo invita a un segundo: 
“Sígueme”. Pero a él le cuesta liberarse de la identidad cultural y religiosa que representa el padre. Es un mundo de muertos, mientras que Jesús le ofrece un camino de vida: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”.

Seguir a Jesús exige determinación y perseverancia. Ni la familia y los afectos pueden constituir una dificultad o un obstáculo para el discípulo: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Es la respuesta de Jesús a otro discípulo que todavía no es capaz de hacer como los primeros que Jesús llamó desde la actividad de la pesca en el mar de Galilea: “Inmediatamente, dejándolo todo, lo siguieron”. De estas vocaciones, que van descubriendo con fatiga las exigencias del discipulado, nacen los nuevos evangelizadores que Jesús enviará para la grande misión a los pueblos.

Por eso, queridos jóvenes, anímense a decirle sí al Señor. En lo cotidiano, en lo simple. Él nunca nos pedirá algo que no podamos superar, ya que su gracia y su bondad permanecen siempre con nosotros. Y la meta del Señor, es que podamos alcanzar la felicidad para la cual hemos sido creados. Felicidad que se traduce en vida. 

Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
            Fraternidad Eclesial Franciscana

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